«¿Usted sabe dónde puedo ir para saber qué hacer?», preguntó Teresa, quien hasta hace unos días rentaba un cuarto en Monterrey, Roma Sur, y ahora duerme en un salón de clases adaptado como dormitorio comunal en el Instituto Condesa, un jardín de niños en la Delegación Cuauhtémoc que también fue refugio en 1985.
En la Ciudad de México se adaptaron 33 albergues donde han acudido 24 mil personas durante este tiempo posterior al sismo, incluyendo gente en situación de calle y migrantes. Hasta el momento se contabilizan 11 mil 700 viviendas dañadas por el sismo del 19 de septiembre pasado. Son miles de capitalinos los que viven en las calles, con familiares, amigos y en refugios.
El Gobierno capitalino ha lanzado un programa de construcción que, dependiendo el nivel de daño de la vivienda, da apoyos de 3 mil pesos para renta o acceso a los recursos del fondo de contingencias. «Nos salimos por decisión propia al ver los daños de los dos edificios de a lado. Estamos en espera del peritaje de Protección Civil. No tienen día ni hora», dijo desencantada Juana Arenas, quien pasó de vivir en un edificio de la colonia Roma con sus dos hijos y nieto a un albergue.
Ciudad de México, 27 de septiembre (SinEmbargo).– Sin privacidad, salones de clase de escuelas públicas y privadas, de danza o de taekwondo se han convertido en el dormitorio temporal de capitalinos que hoy viven en una ciudad con 11 mil 700 viviendas dañadas, de acuerdo con cifras del Gobierno capitalino.
Tienen, desencantados, hundidos, la nostalgia de dormir donde dormían.
Luego de los sismos del martes 19 y del sábado 23 de septiembre, por orden de Protección Civil o miedo a que se caiga el inmueble abandonaron sus hogares, vagaron por las calles y encontraron alguno de los 33 albergues adaptados de la Ciudad de México que han atendido a 24 mil personas durante los días posteriores al sismo, que devolvió a la capital del país a su peor escenario: el del 19 de septiembre de 1985.
En los albergues de Instituto Condesa y Parque Lira, entre colchones, baños comunitarios y comida donada, esperan el dictamen sobre su propiedad, pero ignoran qué hacer o con quién acudir para encontrar un nuevo sitio dónde vivir.
«Traen muchas cosas, pero hace falta que nos den ayuda para encontrar hogares. Muchos se quedaron sin casa», dijo Santiago López, un niño de 12 años que hace poco más de una semana vivía con sus padres en la azotea ubicada en el piso 14 de un edificio en la colonia Verónica Anzures, Delegación Miguel Hidalgo.
Su padre es contador y la empresa, ubicada a una cuadra del inmueble siniestrado, se las prestaba. Desde el miércoles pasado duermen en el salón de danza del deportivo de Parque Lira. Cuando Santiago regrese a la secundaria, por ahora con vidrios rotos, se mudará con un amigo que habita cerca y sus padres continuarán ahí, en la incertidumbre.
En ese albergue, coordinado por la Delegación Miguel Hidalgo, por ahora están 19 personas que conforman seis familias. Hay capacidad para 30 damnificados. El patrón de los que han solicitado el apoyo, resaltó Luis Regueros de Desarrollo Social, es que vivían irregularmente sin contratos por lo que no tienen a quién reclamar. También ha llegado gente de situación de calle o migrantes de Guatemala, Costa Rica, Honduras y Panamá por lo que tienen que trasladarlos a otro sitio. Regueros explicó que los damnificados pasan por una entrevista de trabajo social para detectar enfermedades.
Ayer, el Gobierno de la Ciudad de México presentó el Plan para la Reconstrucción, Recuperación y Transformación que implica atender a los inmuebles que se vieron afectados con base en el grado de daño determinado por Protección Civil [llamar a Locatel 56581111]. Se tiene el registro de 500 viviendas en rojo [con daño estructural], mil 200 en amarillo y 10 mil en verde.
Por su parte, Infonavit documentó que 980 casas presentan una pérdida total y 7 mil 500, daños parciales. Los acreditados podrán acceder al Seguro de Daños que cubre pérdida total.
El plan del Gobierno capitalino, además de una plataforma de información y una comisión de apoyo, contempla que el Instituto de Vivienda local (Invi) entregue a 10 mil familias apoyos de renta para vivienda temporal que consta de 3 mil pesos durante tres meses. Los habitantes de casas con daños estructurales contarán con los recursos del Fondo de Contingencias de la ciudad y de otorgamiento de créditos de la Sociedad Hipotecaria Federal. Estos son independientes a los dados por el Fondo de Desastres Naturales (FONDEN).
El Gobierno de la Ciudad de México también puso a disposición la cuenta “Reconstrucción CDMX” de Scotiabank, número 00104503441, cuyas aportaciones serán destinadas al apoyo de las familias en las zonas afectadas.
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«ES LA PRIMERA VEZ QUE NO SÉ QUÉ HACER»
«Mamá, ¡salte! ¡Pero ahorita!», le gritó su hija Carmen a Juana Arenas cuando comenzó el sismo de 7.1 grados del martes. Estaban en su departamento ubicado en la calle de Guanajuato, en la colonia Roma Sur, y ahora, junto con los niños David y Ángel, duermen en salones de clase del Instituto Condesa, un jardín de niños ubicado en la calle Tlaxcala, también en la Roma Sur, situada en la Delegación Cuauhtémoc. En 1985 también abrió sus puertas a los damnificados.
Esa tarde al ver las dos recámaras y la sala dañadas, así como una cuarteadura que salía hasta el pasillo comunal, decidieron salirse «a la calle y con la angustia». Sólo sacaron lo necesario como suéteres y la carreola de David. Fueron por Ángel a la escuela primaria. Comenzaron a vagar hasta dar con el Huerto Roma, donde pasaron las noches lluviosas hasta el sábado, cuando se trasladaron al kinder porque el más pequeño enfermó de la garganta.
«Nos salimos por decisión propia al ver los daños de los dos edificios de a lado. Estamos en espera del peritaje de Protección Civil. No tienen día ni hora», aseguró en su día de descanso Juana, quien es empleada de limpieza en un edificio cerca del Metro Mixcoac. Un arquitecto voluntario le comentó que su propiedad tenía arreglo, pero el problema era el edificio de a lado.
«Después de tantos años que tengo es la primera vez que no sé qué hacer. Es el gasto del departamento y lo de áreas comunales. Debemos esperar hasta que arreglen los dos edificios de a lado y el propio. El albergue no me va a resolver mis problemas. Trato de mantener la calma», añadió sentada en una pequeña silla del jardín de niños mientras su nieto e hijo juegan con otros niños.
Voluntarios acuden a realizar actividades de danza y música, mientras otros regalan comida y trabajadores de la delegación Cuauhtémoc mantienen limpia la instancia.
El domingo, entre «tanto estrés, nervios, miedo y no tener un lugar seguro o poder regresar a casa», hubo una tregua de festividad, contó Juana. Fue el cumpleaños 11 de su hijo Ángel y dentro del albergue le hicieron su primera fiesta de cumpleaños con pasteles, mañanitas, regalos y la visita de Santa Claus y Batman. Hasta ayer todavía sobraban piñatas y pasteles.
«Nunca le había celebrado así por la economía y porque a mí no me lo festejaban. El plan era ir a comer, al cine y ya. Hubo un cambio tan grande, pero a la vez tan favorable para él. Nunca se lo imaginó. Él no lo esperaba ni yo tampoco», afirmó Juana.
En el mismo refugio, Teresa y su padre de 72 años también pasan los días posteriores a la sacudida. Ella vivía en un cuarto rentado en la calle Monterrey, y él en un edificio de la calle Chiapas en la colonia Roma Sur. Ambos inmuebles están dañados. Donde rentaba tres paredes están cuarteadas.
«Mis cosas siguen ahí porque no tengo dónde meterlas», aseguró Teresa, quien no tenía empleo antes del temblor. «Tengo muchos sentimientos encontrados. Busco un lugar para poder vivir. Mi papá está enfermo», dijo. «Usted… ¿usted sabe dónde puedo ir para saber qué hacer?», preguntó.
«NO ES LO MISMO QUE ESTAR EN TU CASA»
Maribel Huerta, su esposo y sus dos hijas vivían en el tercer piso de una casa rentada en la delegación Miguel Hidalgo. Tras el sismo de 7.1 grados del martes, pese a las cuarteaduras, «creímos que no pasaba nada». Pero el temblor del sábado de 6.1 grados por la mañana los convenció: «Vámonos, mejor».
Duermen en el albergue instalado en el deportivo de Parque Lira. Su vista es la alberca y sus dormitorios son el salón de danza. Los damnificados tienen acceso a atención médica, psicológica y el fin de semana hubo un concierto. Una donante, Beatriz, llevó pinzas y lazos porque le dijeron que les faltaba un tendedero.
«Estamos bien, pero no es lo mismo que estar en tu casa», aseguró Huerta sentada cerca del área de baños y acceso a Internet, debajo de la zona de camas. «Pero bueno, a echarle ganas más que nada por la seguridad y estabilidad de ellas», agregó. Su hija de cuatro años jugaba a lado de ella y su bebé de nueve meses la cargaba una militar. Su esposo se encontraba trabajando en un restaurante.
Hasta el momento no han ido a preguntarle al dueño de la casa que rentaban qué procede. Dijo tener «miedo» de que vuelva a temblar y le agarre sola con las niñas.
«Cuando pase la tempestad, ya vemos», suspiró.