Juan Gabriel tuvo siempre un público muy diverso que siguió sus canciones a lo largo de décadas, pero es ahora también la comunidad LGBTTTIQ en México la que lo recuerda y lo ha convertido en parte de sus iconos a pesar de que el «Divo de Juárez» nunca se pronunció sobre su sexualidad.
Ciudad de México, 27 de agosto (SinEmbargo).- «¿Juan Gabriel es gay?», pregunta expresamente el periodista Fernando del Rincón.
–¿A usted le interesa mucho? —contesta el «Divo de Juárez».
–Yo pregunto.
–Pues yo le respondo con otra pregunta.
–Dígame.
–Dicen que lo que se ve no se pregunta.
Éste es un fragmento de la entrevista que Juan Gabriel dio en 2002 para programa Primer Impacto, en la que se le cuestionó directamente, y por primera vez, sobre su sexualidad y que respondió de forma ambigua con una frase que aún gira en el imaginario colectivo.
Alberto Aguilera Valadez, su nombre real, nació en Parácuaro, Michoacán, el 7 de enero de 1950, pero creció en Ciudad Juárez, Chihuahua. Durante su carrera, colmada de grandes éxitos, vendió 100 millones de discos y compuso más de mil 800 canciones. Sus letras fueron y son interpretadas por más de mil 500 artistas y grupos por todo el mundo.
Juan Gabriel nunca se casó pero tuvo cuatro hijos con Laura Salas, su mejor amiga.
Pese a nunca hablar sobre su sexualidad, Juan Gabriel hoy cumple su quinto aniversario luctuoso siendo más que nunca un ícono para la comunidad LGBTTTIQ en México. Pero, ¿por qué?
La musicóloga Guadalupe Caro Cocotle analiza en su trabajo de investigación Un acorde disonante: Juan Gabriel y la frontera de lo gay (2017) la vocalidad, música y performance del «Divo de Juárez» que «coadyuvaron a construir o reforzar la ambigüedad sexual del cantautor».
Caro Cocotle señala a Juan Gabriel como alguien marcado por claroscuros toda su vida, en la relación con sus padres, la vez que dio a la cárcel, su sexualidad, y hasta en su muerte y posterior a eso, porque hay quienes dudan aún si el «Divo» está muerto.
«La ambigüedad jugó y juega un papel hasta su muerte. […] En la figura de Juan Gabriel, la ambigüedad a lo largo de su vida, bueno hasta cuando lo encarcelan, nada es claro, nunca hubo claridad, el punto era no ser claros, pues. Creo que el factor de su ambigüedad de género, le pone un toque extra, pero a todo un constructo de opacidades», dijo en entrevista con SinEmbargo.
La figura paradigmática de este cantante está incluso representada en sus canciones, en muchas de ellas, señala Guadalupe Caro, sin saber para quién están dirigidas como sucede con «Hasta que te conocí».
«En las canciones de Juan Gabriel nunca encontramos tan claramente quién canta, quién desea, a quién se canta o quién se desea, no hay esta definición del denominativo del que pudiéramos saber si es un él o un ella deseante. O sea no es Amanda Miguel cantando ‘Él me mintió'».
ROMPIENDO CON LO ESTABLECIDO
Una de las cosas que hizo, y muy bien, el «Divo de Juárez» fue romper con lo establecido.
El primer punto de quiebre que logró Juan Gabriel fue de la mano con su incursión a la música vernácula al atravesar la tradición de figuras icónicas como Pedro Infante y Jorge Negrete con su voz, que la profesora también del TEC Campus Estado de México define en su trabajo como un «rango de voz extenso con el que logra cubrir tres octavas de rango hacia el registro superior y con lo que es capaz de generar agudos que en términos de estándar una voz masculina no podría lograr».
«Juan Gabriel rompe con la figura. Tampoco es la voz de un Jorge Negrete toda educada o la voz de Pedro Infante y mucho menos es la voz de Aceves Mejía con este falsete tan característico. Juan Gabriel encarna en los discos de ranchero una nueva posibilidad de pensar México de otra manera. Comienza a abrirse a la posibilidad de escuchar y no hace cóvers».
Guadalupe asegura que Juan Gabriel desafió los límites de la misma industria musical, pero no sólo con su voz, sino también cambiando la heteronormatividad del género, primero anteponiéndose a la idea del hombre machista a ahora como un ser sensible capaz de demostrar sus sentimientos.
«Creo que rompe con estos patrones que venían presentándose en la música popular de una masculinidad que es capaz de expresar, y sin nombrar, sin necesidad de decir ‘es un ella’, y de nombrar cosas, sentimientos, ideas, anhelos y deseos que bajo otras circunstancias, otros momentos, no se hubiera podido dar».
La otra cuestión es el tema de sus canciones rebasando este canon del macho mexicano sufrido por desamor que se pone como protagonista de las relaciones amorosas y con ánimos de venganza, puesto que los temas recurrentes en las canciones de «Juanga» eran el amor, la felicidad y una melancolía que pretende sanar con más amor.
«Juan Gabriel definidamente apareció en el mejor momento. Su vida se da en un momento en el que la sociedad mexicana necesitaba una vía de expresión, y creo que en términos de masculinidades, Juan Gabriel puso con su música, con sus canciones, puso el punto sobre las íes, y poder romper con esta idea del macho mexicano y me refiero al macho que no expresa, el macho que se contiene y que solamente puede expresar a través de mecanismos de violencia».
EL ÍCONO
El momento que sin duda consagró la carrera de Juan Gabriel fue el concierto que ofreció en el Palacio de Bellas Artes en 1990. Polémico en un inicio ante las críticas de la comunidad intelectual, pues el «Divo» era el primer cantautor de música popular mexicana en presentarse en el recinto.
Con un traje blanco con brillantes y uno negro con lentejuelas, Juan Gabriel cantó «Yo o nací para amar», «Debo hacerlo», «Se me olvidó otra vez», «Amor eterno», entre otros éxitos más. Bailando y con la Orquesta Sinfónica Nacional de fondo, el cantante se presentó ante un público donde sobresalieron personalidades de la política como el entonces Presidente Carlos Salinas de Gortari.
Caro Cocotle describe este concierto como una experiencia queer, en la que la audiencia sucumbió a la «musicosexulidad» del cantante, y donde él se resistió a la heteronarma.
«Este asunto de lo queer en un principio se utilizó de manera despectiva para hablar de identidades principalmente lésbico-gays y después era hablar de la disidencia sexual, pero también es un término que tiene una connotación política. Esa connotación política tiene que ver con un situarse, cada sujeto se puede situar ontológicamente y desde ese situarse cuestionar todo lo que sea un proceso normativo. Aquí la pregunta, desde esta pregunta queer, serían los ‘por qué’, los ‘cómo’, o ‘a través de qué’ se nos imponen ciertas pautas sociales o de otra naturaleza y se acepta como la norma».
Pero una canción faltó en el repertorio, el «Noa Noa», «el lugar de ambiente donde todo es diferente» que hoy no falta en los antros y bares LGBT de la Zona Rosa de la Ciudad de México en donde también se le ha rendido homenaje al «Juanga», aunque él nunca mostró públicamente el apoyo a esta comunidad.
Sin embargo, la musicóloga atribuye a la sensibilidad de Juan Gabriel la razón por la que fuera cobijado por la comunidad LGBTTTIQ.
«Independientemente que fuera o no [gay], quitando eso que nadie supo, nadie lo sabe o fue un secreto, fue abierto, o que sé yo, yo creo que sí, Juan Gabriel dio visibilidad a una expresión, a un cuerpo que no se había visto en ciertos espacios. La identidad del homosexual, cuántos estudios históricos no nos han mostrado que en México lo podemos trazar desde mucho tiempo atrás. Creo que el asunto tuvo que ver con esos espacios de visibilidad donde de la televisión, por ejemplo, tan pulcra, tan cuidada, tan pasada por ‘detergente, agua y jabón’, de repente tenías a este hombre joven que era capaz de hacer una interpretación muy sentida, y que tenía incluso ademanes que no se le veían a a hombres interpretes, pero que sí a cantantes femeninas, por ejemplo. Juan Gabriel empezó a visibilizar esta nueva sensibilidad y que llamó, interpeló a la comunidad de la disidencia sexual a tal punto que sigue siendo un referente».
«El Juan Gabriel de los 90 es el performativo, el que mueve las caderas, el que gime, el que grita, el que puede interpretar una rumba, el que puede interpretar ‘Querida’, todo un display súper dramático que no habíamos visto en el caso de los hombres. Eso nunca de vimos ni siquiera con baladistas de la misma época como Leo Dan por ejemplo, o como Raphael, que era español. Equipararlo me perece un despropósito porque no encontró eco».
Finalmente, Guadalupe Caro Cocotle define a Juan Gabriel como «magia». Una figura que educó emocionalmente a generaciones y necesaria para lanzar «ciertos» mensajes para la sociedad y la industria musical, y sentencia el éxito y trascedencia a que «el repertorio de Juan Gabriel existe esa posibilidad de un poco apara todos».