Nudo de alacranes es “la espeluznante confesión de un crimen”. En la novela se transita por la vida de Fernando Alday, el asesino confeso de Irene Dávila Cienfuegos, la prostituta que, según él, amó.
Ciudad de México, 27 de julio (SinEmbargo).- “¿Por qué la asesiné? ¿Porque la amaba? Pero ¿y si no la hubiese amado? […] ¿de veras la quise tanto como digo, o todo fue culpa de México, ese sueño de una patria extraviada?”, cuestiona Fernando Alday.
Alday es el asesino confeso de Irene Dávila Cienfuegos, la prostituta que, según él, amó y a quien va a asesinar 25 años después de haberla conocido, después de abandonar a su mujer y a sus vástagos en los Estados Unidos.
La historia del feminicida está incluida en Nudo de alacranes, la última novela del escritor Eloy Urroz, quien habló con Puntos y Comas sobre la literatura y la violencia contra las mujeres en México.
La novela me parece el terreno de la libertad por excelencia, donde todo debe estar permitido. Si no vas a hace ruso de ese terreno, de ese espacio, para dar rienda suelta la rebeldía, entonces no entendiste lo que es el arte de la novela. Todo puedes escribir. Es el arte de la imaginación, dice el autor.
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-¿Cómo nos metemos en la cabeza de un asesino?
-La mejor herramienta es la imaginación, sinceramente. La imaginación nos permite muchas cosas, como crear obras de arte. Todos tenemos la facultad de la imaginación, nada más que el artista la tiene más desarrollada, más entrenada. Eso permite imaginarse cosas, entre esas un asesino.
-Háblanos sobre ese asesino, Fernando.
-Es un mexicano. Es un apasionado de la vida y la obra de un escritor británico: David Herbert Richards Lawrence. Es alguien que ha dejado México buscando un espejismo, buscando un sueño en Estados Unidos que se convierte en un espejismo. Estados Unidos no es el lugar que él pensó. 25 años más tarde, él reconecta con una novia, Irene Dávila, quien había sido prostituta. Fernando regresa a México para buscar otro espejismo en Oaxaca. ¿Por qué Oaxaca? Porque justo ahí vivió su amado D.H. Lawrence. Lawrence quiso crear una colonia de escritores, amigos, una coperativa donde todo sería de todos, donde se compartiría de todo, incluso el amor. Esa hazaña la quiere repetir, 100 años más tarde, Fernando Alday. Lo trata de hacer junto a un grupo de amigos: Braulio, Filp, Irene y Álvaro. Esto va a terminar en una tragedia. La novela es la historia de esta tragedia.
-¿Fernando amaba a Irene?
-Él cree que la amaba. Él dice que la amaba. Tenía la creencia, la fe de que amaba. ¿Quién nos va a decir si amamos? Sólo nuestra creencia, nuestra fe. Fernando piensa que la ama, como en algún momento pensó que amaba a su mujer, a María, con quien tuvo dos hijos. Ahora piensa que ama a Irene. La ama por circunstancias que están en la novela. La asesina por circunstancias que siente que lo rebasan. No es un asesino serial. No es un asesinato predeterminado. Es un crimen pasional. Lo rebasan las circunstancias.
-Has dicho que Nudo de alacranes es una novela feminista.
-Es una novela feminista. Yo soy feminista. Lawrence era feminista, aunque 50 años después fue tachado de machista. Él era feminista, con algunas ideas bastante peculiares sobre lo que era el feminismo. La novela es feminista porque protagonistas son feministas: Frida, la esposa de Lawrence, una feminista en toda la extensión de la palabra, e Irene, una mujer que decide qué hacer con su cuerpo.
-Tú compartes la pasión con Lawrence.
-Sí. Yo escribí un libro sobre Lawrence hace 25 años. Tenía ya conocimiento de su vida y obra, lo aproveché para este libro.
-¿Qué significa escribir un libro sobre el asesinato de una mujer en un México en el que se mata a tantas mujeres?
-Es lamentable, inexplicable. Es producto de una sociedad corrompida. Es producto de un Gobierno corrupto. Las instituciones se han ido a pique, en un país desdorado. Es un país que se está cayendo a cachitos. O eso es lo que veo en Estados Unidos. Yo vivo en Estados Unidos. Se cae por culpa de la ineptitud, por culpa de la inmoralidad y la falta de civismo. Inculcamos a nuestros hijos la falta de civismo, y ellos inculcan eso a sus hijos.
-¿Cómo se alcanza percibir la violencia de México en Estados Unidos?
-Los oyes en las noticias. Te cuentan los amigos. Te enteras de lo que va pasando.
-¿Por qué escribir la novela en primera persona?
-No me gusta repetir fórmulas. Cada novela mía es diferente. Tengo una novela que tiene entre 7 y 8 narradores. En esta novela el narrador siempre es Fernando, y la cuenta en primera persona. Pensé que era lo prudente para este libro.
-¿Se ha tachado a tu novela de misogina?
-Sí. Al final terminan asesinando a una mujer. Por eso podría parecer misogina, pero también puede parecer feminista. La novela es una invitación a las lectoras, para que se acerquen y me digan qué piensan ellas.
-¿Qué te han dicho?
-Las que sé que lo han leído, les ha encantado. Las ha atrapado. No me han dicho algo sobre la misoginia. Son más bien los hombres los que han estado un poquito aprehensivos sobre eso.
-Has escrito novelas y novelas. ¿Cómo le hacemos para escribir tanto?
-No lo sé. Si volviera a empezar, ya no escribiría ni una [se ríe]. No, sí las escribiría. Decía Hemingway: horas nalga. Así se hace: chisme, anécdota, imaginación, trabajo, disciplina. Y ociosidad.
-¿Es necesario conocer muchos lugares? ¿Es necesario conocer muchas personas?
-No. Fernando Pessoa decía que no había que moverse de su sillón. Sentadi oen el sillón puedes darle la vuelta al mundo. O hay otros escritores, como Lawrence, que le dan la vuelta al mundo. Hay de todo. No hay fórmulas.
-Juan Villoro dijo a Puntos y Comas que uno de los infiernos de los escritores es que tal vez siempre están escribiendo el mismo libro.
-Yo creo que sí es uno de los infiernos de muchas personas. Yo justamente no quiero repetir el mismo libro. Me parecería espantoso. Vivir el mismo infierno muchas veces. No soy un escritores que se repite. Hay temas que me interesan: la condición humana, el sexo, el matrimonio, la familia, la psicología.
-¿Qué otros has enfrentado tú?
-¿Yo? Una vez enfrenté a la depresión. Hace 25 años. Hablando de infiernos, ese. Creo que puede ser tan terrible como un cáncer.