Alonso da unas «vueltitas de popularidad» por la plaza y aprovecha para saludar a varios conocidos suyos, entre vecinos y vendedoras de comida callejera, luego viene la hora de almuerzo y vuelve a subir a uno de los buses para volver a casa.
La Paz, 27 jun (EFE).- El paso del tiempo se nota en las canas que han empezado a asomar en su pelaje negro, lo que no resta ni un poco que «don Alonso«, un perro mestizo boliviano, siga gozando sus viajes en los «PumaKatari», los autobuses del sistema de transporte municipal de Bolivia que lo adoptó hace cinco meses.
Alonso pasó de vivir en las calles a ser el consentido del Patio Caja Ferroviaria, el garaje de los autobuses del transporte municipal entre ese barrio y la plaza Alonso de Mendoza en el centro histórico.
El idilio entre Alonso y los «PumaKatari» se remonta a 2016, cuando el can apareció en la plaza que le dio el nombre, explicó a EFE Alejandra Blanco, encargada de Bienestar Social y Cardex en la Unidad del Servicio de Transporte Municipal (Setram) de La Paz.
«El perrito aparentemente fue abandonado en inmediaciones de la plaza Alonso de Mendoza en el centro de la ciudad y pues nosotros estábamos iniciando operaciones en esa ruta», comentó.
Poco a poco, el animalito tomó cariño a los conductores, los anfitriones que asisten a los pasajeros en los autobuses y los despachadores, quienes le solían dar comida.
El apego hacia los funcionarios le llevó a probar suerte y subirse un día a uno de los «Pumas» que le llevó hasta Caja Ferroviaria, comentó Blanco.
Alonso fue adoptado oficialmente tras lograr «las autorizaciones necesarias» de las entonces autoridades municipales y, tras un «proceso difícil» de adaptación, logró «dejar la vida callejera», indicó.
UN VIAJERO CONOCEDOR
El can aprendió a conocer las paradas de la ruta, «subía en una parada, se trasladaba a otra» para hacer todo el recorrido y luego volver a casa, según Blanco.
«Ahora, cuando se lo suelta, él sube a la parada Siete Lagunas (la última del trayecto). Sube a uno de los buses, los anfitriones le colocan el bozal como corresponde y él hace toda la ruta», explicó.
En la plaza, da unas «vueltitas de popularidad» y aprovecha de saludar a varios conocidos suyos, entre vecinos y vendedoras de comida callejera «y cuando ya es hora de almuerzo vuelve a subir a uno de los buses» para volver a casa.
Alonso ya debe tener unos diez años y algunos achaques por la edad, por lo que ya no le permiten salir mucho. Y si lo hace, es «siempre con monitoreo», es decir, alguien lo despacha y lo esperan tanto en la parada de la plaza como en la de Caja Ferroviaria para vigilar además que no pelee con otros canes callejeros.
EFE acompañó al can en uno de sus viajes que comenzó en la parada Casa Comunal, donde un vecino le reconoció y saludó muy atentamente a «don Alonso» mientras esperaba al autobús.
[advanced_iframe src=»https://www.facebook.com/plugins/post.php?href=https%3A%2F%2Fwww.facebook.com%2FLaPazBUS%2Fposts%2F2269950679807948&show» width=»100%» height=»600″]
El animal sube tranquilo al «PumaKatari», se deja colocar el bozal y se acomoda junto a Blanco para iniciar un viaje con el que está muy familiarizado.
Los pasajeros que suben al vehículo pasan a su lado casi sin inmutarse hasta que el perro se asoma a uno para saludarle amistosamente.
Luego vuelve a su espacio y toma una siesta hasta que sus instintos le avisan que su plaza está cerca. Se despierta, se levanta, baja del vehículo y su cola delata su felicidad por estar en territorio conocido.
Después de caminar un poco y olfatear todo lo que encuentra a su paso, sin que nadie le diga nada, sube solo al autobús para volver a Caja Ferroviaria.
Un espectáculo aparte es cuando el guardia del patio le dice «requisa» y el can se pone con las patas delanteras contra un muro para que lo revisen.
LOS PERROS DEL «PUMA»
Junto a Alonso, en Caja Ferroviaria viven también Choco y Martina, otros dos mestizos adoptados por el Setram, que en total da cobijo a 17 canes y dos gatos en sus distintos garajes, indicó Blanco.
La más antigua es Puma, adoptada hace siete años, y el más joven es Solovino, que llegó hace uno.
También está Shadow, un enorme perro café que custodió hasta donde pudo los autobuses la noche del 10 de noviembre de 2019, cuando una turba enfurecida tras la renuncia del entonces presidente Evo Morales atacó varios garajes del «PumaKatari» e incendió unos 66 vehículos.
Blanco recordó que entonces Shadow, Puma, Pistón y Chumita huyeron y estuvieron perdidos por unos días, pero se los pudo hallar gracias a una movida en las redes sociales.
Cuando un perro aparece en las paradas o garajes del «PumaKatari», lo primero que hacen los funcionarios es ver si alguna familia lo está buscando.
Aunque están acostumbrados a ir en «Puma» a sus revisiones médicas, Alonso es el único que disfruta auténticamente los viajes.