La película On the Record entreteje la denuncia de Drew Dixon con otras muchas en contra de Russell Simmons, con voces clave de mujeres de color como Tarana Burke, quien fundó el movimiento #MeToo.
NUEVA YORK, 27 mayo (AP).- Hay un silencio elegante, casi poético, en una de las escenas más emocionantes de On the Record, un potente documental sobre violencia sexual que sabe cuándo bajar el volumen a un silencio calmo.
En la oscura madrugada del 13 de diciembre de 2017, la ex ejecutiva musical Drew Dixon camina a una cafetería y compra el New York Times. La primera página es la historia en la que ella y otras dos mujeres acusan de violación al magnate del hip hop Russell Simmons, su antiguo jefe. Dixon examina el artículo, vuelve a doblar cuidadosamente el periódico, se pone una capucha de algodón como para protegerse — y se deshace en silencio en lágrimas.
Son lágrimas de miedo a las ramificaciones de pronunciarse públicamente, pero también lágrimas de alivio. Se siente como si un secreto tóxico de décadas estuviera brotando de ella.
“Eso me salvó la vida”, dice ahora acerca de esa decisión.
On the Record, de Kirby Dick y Amy Ziering, presenta un retrato mordaz e íntimo de la angustia de decidir si conviene hablar o no. Más allá de eso, arroja luz sobre la industria de la música, donde el acoso sexual “sencillamente es parte integral de la cultura”, en palabras de Sil Lai Abrams, otra acusadora de Simmons que aparece en el filme.
Y más importante aún: arroja luz sobre las mujeres de color, y la presión particular y dolorosa que suelen sufrir cuando se deciden a hablar.
El proyecto pasó por momentos de polémica cuando Oprah Winfrey se retiró como productora ejecutiva justo antes del Festival de Cine de Sundance, frustrando un acuerdo de distribución con Apple. Winfrey más tarde reconoció que Simmons la había llamado y ejercido una campaña de presión, aunque señaló que esa no fue la razón por la que se echó para atrás.
De cualquier modo, la película salió adelante y se estrenó en Sundance en medio de vítores y emotivas ovaciones, y rápidamente fue seleccionada por el servicio de streaming HBO Max, donde se estrena el miércoles.
Para Dixon, la vindicación en Sundance fue dulce.
“El estar paradas ahí, solas, y darnos cuenta de que nos bastábamos”, dijo en una entrevista la semana pasada junto a Abrams y la acusadora Sherri Hines, en el estreno. “Que nuestra valentía haya bastado. Que ninguna de nosotras divagó, ninguna de nosotras falló. Que fuimos lo suficientemente fuertes para defendernos a nosotras mismas y las unas a las otras”.
Menos de dos años antes, Dixon estaba agobiada por las dudas. Anticipaba que el filme, que comenzó a rodarse antes de que decidiera pronunciarse públicamente, sería una mirada general al movimiento #MeToo y la industria de la música. Pero entonces los directores quisieron enfocarse más en su travesía.
“La idea de ser rechazada por la comunidad negra era realmente aterradora”, dice. “Pero también sentí esta presión, esta responsabilidad de ser valiente, de resaltar la experiencia de las mujeres negras como sobrevivientes. Quizás no volvería a tener la oportunidad”.
Dixon era una veinteañera cuando consiguió su trabajo soñado en la disquera Def Jam Recordings de Simmons. Hija de dos políticos en Washington — su madre, Sharon Pratt, fue alcaldesa — estudió en la Universidad de Stanford y después se mudó a Nueva York para ingresar al emocionante mundo del hip hop.
Mientras ganaba posiciones en Def Jam, pensó que sería inmune a lo que describió como un acoso constante por parte de Simmons. Él entraba a su oficina, cerraba la puerta con seguro y se le mostraba.
Pero no era violento. Hasta una noche de 1995 cuando, dice Dixon, la hizo ir a su apartamento con la excusa de que tenía que oír un demo. Simmons le dijo que entrara a su recámara a buscarlo, dice, y entonces entró usando sólo un condón, y la violó.
Simmons ha negado todas las acusaciones de sexo no consensuado.
La película entreteje la denuncia de Dixon con otras muchas en contra de Simmons, con voces clave de mujeres de color como Tarana Burke, quien fundó el movimiento #MeToo, y la profesora de derecho Kimberle Williams Crenshaw.
“Muchas mujeres negras se sintieron desconectadas del #MeToo inicialmente”, dice Burke. “Sintieron, ‘qué maravilloso que esta hermana esté allá afuera y nosotras la apoyamos, pero este movimiento no es para NOSOTRAS’”.
Cuando las mujeres negras sí buscan pronunciarse, se arriesgan no sólo a que no les crean, sino a que las llamen traidoras a su comunidad, explican tanto Burke como Dixon.
“Hay una capa adicional en la comunidad negra con la que tenemos que lidiar, como, ‘Oh, ¿vas a poner ESTO antes que la raza?’”, dice Burke. “‘¿Tú permitiste que eso te pasara, y ahora nosotros tenemos que pagar por eso como raza?’ Y nos callan aún más”.
Dick y Ziering, quienes han hecho varias películas sobre abuso sexual, dicen que consideraron esencial ir más allá de la discusión actual del #MeToo y enfocarse en la experiencia de las mujeres negras.
“Ahora una puede pronunciarse, ¿pero qué tal las mujeres de color? ¿A qué se enfrentan ellas?”, pregunta Ziering. “Existen demasiados impedimentos”.
Para Dixon, pronunciarse claramente valió la pena. Para Abrams es más complicado. Aun cuando el público aplaudía en Sundance, Abrams, quien intentó suicidarse tras la presunta violación de Simmons, estaba llorando junto a su joven hijo adulto, preocupada por su reacción al enterarse de todos los detalles por primera vez.
También “como resultado de mi denuncia, mi carrera se ha paralizado. Todo sencillamente se secó”, dice Abrams.
Dixon dice que aún está por verse si será castigada dentro de la industria musical. Cuenta que recientemente se presentó a un puesto de trabajo, las cosas parecían ir bien, y de pronto no supo más. “Deben haberme buscado en Google”, dice.
Pero siente que lo más importante es que rescató una parte de ella misma: su creatividad, su impulso, el sentido de la propia identidad.
Por más de 20 años, dice, “había alejado a la joven que llegó a Nueva York preparada para trabajar realmente duro en un juego de hombres, para demostrar que podía hacerlo, sin prever que iba a ser violada”.
“Con el fin de apaciguar el dolor apagué parte de su luz”, continúa. “Cuando lo dije en voz alta, esas partes de mí se encendieron de nuevo”.
A cualquier otra sobreviviente de abuso, que espera que se pronuncie, le dice: “Enfrentarlo libera partes de ti que ni siquiera sabías que echabas de menos”.