“Hay quienes publican sus libros en Internet y desechan todo su talento”, dice un representante en una serie televisiva. “Yo estoy con los libros electrónicos, no le tengo miedo al libro que no es físico”, dice Leonardo Da Jandra. En el medio, el usuario que prefiere un volumen impreso o su edición en Kindle, certificando que esto del libro tiene mucho futuro.
Ciudad de México, 27 de mayo (SinEmbargo).- Fernando Esteves es al actual editor de Ediciones SM, un hombre que ha pasado por Alfaguara y que ya tiene unos cuantos años en el libro impreso.
Como tal, ha encarado junto a su colega Patricia Piccolini, la publicación de La edición de libros en tiempos de cambio (Paidós), un volumen que constituye una verdadera guía para editores y para amantes de la lectura.
“El libro impreso es un paisaje más diverso y complejo, con nuevos actores —desde las empresas de tecnología hasta los booktubers— y nuevas tareas —el marketing digital, entre las más relevantes”, como afirman los autores, en un estado de las cosas que confirman la buena senda que ha tomado el libro.
La edición de libros en tiempos de cambio nos aproxima a la diversidad y riqueza que recorre los caminos de la edición y plantea las particularidades que implica editar libros de texto, novelas, publicaciones periódicas y de quiosco. Abunda en los procesos del quehacer editorial como la corrección de estilo, el diseño, marketing, entre otros.
Además, nos ubica en las bases sobre las que se asienta la industria y, más ampliamente, la cultura del libro, como el derecho de autor y la retribución económica al trabajo intelectual.
–Es una verdadera guía este libro…
–Este libro surgió hace 15 años, en 2002, algunos colegas que dábamos clase en la UBA, en la materia de Edición, intentábamos subsanar la falta de bibliografía para los cursos; lo poco que había venía del mundo anglosajón y no estaba ajustado a la realidad de nuestros países. Luego la edición funcionó muy bien, pero luego me comenta la editora del libro si lo podía hacer digital y con Patricia Piccolini –la editora de la carrera en la UBA- nos dimos cuenta de que el libro no había envejecido muy bien; tenía una carencia muy fuerte, no tenía ningún capítulo dedicado al libro electrónico. Se nos ocurrió hacer un nuevo libro que contemplara lo digital y otras temáticas que no habían sido abordadas. Esta vez decidimos incorporar visiones de España, Colombia, Brasil y la verdad que convocamos a una serie de colegas especialistas y muy generosamente accedieron.
–La idea del libro electrónico se ha dado en la práctica: hemos hecho, nos hemos equivocado, etcétera…
–Sí, tal cual. En el mundo editorial se viene hablando de lo digital y la verdad que ha sido una edición bastante amigable, mucho menos disruptiva que en otras materias dominadas por la tecnología, como en la música, como en la televisión. En el caso nuestro coexiste y coexistirá durante mucho tiempo. Conviven muy bien y se complementan. Lo digital acorta las distancias en el mundo y te permite alargar el ciclo de vida del libro en papel. La capacidad que tiene una librería es limitada. Esto seguirá ocurriendo en el libro físico, pero en la versión digital nos da más vida. Ahora el editor se tiene que dar su razón de ser hacia el autor…
–En una serie televisiva escuché esta semana a un representante decir “a veces publican las cosas en Internet y desperdician su talento”.
–Sí, es verdad. Para ti, para mí, para todos los que trabajan en el libro tiene sentido un editor como prescriptor. En Internet, en cambio, está ocurriendo lo contrario y hay un maremágnum de oferta que a veces es difícil distinguir. Una buena recomendación de un editor siempre ayuda. El rol del editor es insustituible; trabajando en la corrección del estilo, independientemente de la distribución, eso seguirá existiendo. Volviendo a lo digital, hay muchos autores que comenzaron a publicar tardíamente y gracias a esa plataforma se hicieron populares. El caso de John Locke, que editó cuando tenía 60 años y su novela protagonizada por Donovan Creed ya supera el millón de lectores.
–Lo digital funciona como una prueba para los libros
–Sí, es un gran test y te permite hasta una impresión a demanda, lo que te da mucha versatilidad. Hace poco estuve en Nueva York y fui a Shakespeare and Company y cuando entré me encuentro con una librería muy bonita, un café que está muy bien y con una máquina que estaba haciendo libros en el momento. Esto cambia un poco las cosas y ofrece nuevas posibilidades, no sólo al lector, sino también al propio autor y al editor.
–El libro digital le da plataforma a escritores ya consagrados, como Leonardo Da Jandra, acá en México
–Sin duda, la autoedición es muy buena para autores consagrados. El tema es que como habrá una convivencia entre un soporte y otro, aquel autor que quiera tener su edición en papel, que se haga prensa, va a terminar en el editor tradicional al que creo que hay que cederle los derechos en digital. En México el libro digital representa apenas un 1 % de la totalidad de las 27 mil ediciones al año, pero en 2016 era 0.5 y en 2015, 0.25. Quiere decir, crece muy despacio, pero crece sin pausa. En Estados Unidos es el 25 % del mercado.
–También es una cuestión de edad. Yo leo en digital, sin problemas, pero si me gusta mucho el libro, prefiero leerlo en papel
–A mí también. Sin duda. Pero también lo que te permite el Kindle, es calmarte la ansiedad. Cuando quieres un libro y no lo tienes en papel cerca de ti, haces un clic e inmediatamente lo tienes. También es muy funcional para cualquier tipo de libro técnico o de aquellos que requieren actualizaciones periódicas. Una actualización rápida es hoy inmediata.
–¿Tienes anécdotas con escritores?
–Tengo muchas anécdotas, alguna vez tendré que hacer mi libro de editor. Me ha pasado de todo. Me han pasado cosas muy gratificantes, cosas tristes, desde que presentáramos un libro de José Saramago en el Teatro Colón de Buenos Aires, hasta que me tocara estar con Carlos Fuentes cuando se entera de que falleció su hijo, fueron muchos autores. Cuando recién empezaba en esto tuve la suerte de participar en la edición colectiva de un autor que admiraba muchísimo, el uruguayo Juan Carlos Onetti y falleció poco después. Alguna vez haré mi libro de editor.