Aunque las vacunas contra la COVID tienen una formulación, la reacción a las mismas dependen de cada persona, ¿a qué se debe esto? Dos expertos abordan el tema y las rezones detrás de ello.
Por José de la Fuente
Profesor de Investigación del CSIC. Biología Molecular y Biotecnología, Universidad de Castilla-La Mancha
Christian Gortazar
Catedrático de Sanidad Animal en el IREC, responsable del grupo SaBio, Universidad de Castilla-La Mancha
Madrid, 27 de abril (The Conversation).- La vacuna contra COVID-19 era uno de los acontecimientos más esperados el pasado año. Cuando llegó su turno, en julio de 2021, Rosa recibió una primera dosis. Como era habitual, pasó unas horas con fiebre. Sin embargo, sabía que eran síntomas frecuentes y no experimentó preocupación alguna.
Lo que sí le sorprendió es que algunas de sus compañeras de trabajo no mostraran síntomas tras la inoculación. También que otros amigos tuvieran malestar general. Este ha sido un escenario familiar para muchas personas. ¿Hay explicación a tan distintas reacciones frente a las vacunas?
RESPUESTA INMUNE FRENTE A LA INFECCIÓN POR EL CORONAVIRUS
Para evaluar por qué estas vacunas afectan de manera distinta a cada persona es necesario conocer los mecanismos de la respuesta inmune frente a la infección por el SARS-CoV-2. Y eso implica diferenciar la inmunidad innata de la inmunidad celular y adaptativa.
1. Inmunidad innata. Cuando se produce una respuesta innata frente a este virus se puede elevar el número de neutrófilos, disminuir los linfocitos y variar los niveles de algunas proteínas como las citoquinas. La llamada «tormenta de citoquinas» es la liberación incontrolable de citoquinas en pacientes con condiciones severas. Esto causa sepsis viral y daño multiorgánico inducido por la inflamación.
Además, puede desencadenar otras complicaciones como el síndrome de dificultad respiratoria aguda y, potencialmente, la muerte. Por el contrario, el sistema inmunitario innato produce interferón tipo I, que interfiere con la replicación del virus e induce la respuesta adaptativa.
2. Inmunidad celular y adaptativa. En pacientes con COVID-19 la respuesta de los linfocitos B (productores de anticuerpos) ocurre de manera concomitante con la respuesta de las células T auxiliares.
Las células B producen anticuerpos, primero contra la proteína de la cubierta del virus y después frente a la proteína espiga, que son los eficaces para neutralizar al virus. Sin embargo, algunos pacientes no desarrollan anticuerpos y son susceptibles a la reinfección.
Por su parte, las respuestas de células T se han asociado con síntomas más leves en muchas infecciones. Estas tienen un papel crucial en la eliminación de las células infectadas por el virus y establecen grupos de memoria inmunológica a largo plazo que pueden responder a las variantes del SARS-CoV-2, incluida Ómicron.
EFECTIVIDAD DE LAS VACUNAS EN PERSONAS CON ENFERMEDADES
Ninguna vacuna es 100 por ciento efectiva. Hay diferentes factores relacionados, unos con el virus y otros con las personas, que pueden afectar a la respuesta a la vacunación. Incluso factores ambientales como la polución podrían interferir en la transmisión del SARS-CoV-2 y, por tanto, en nuestra respuesta a la infección o a las vacunas.
Por eso, es importante identificar los mecanismos asociados con la respuesta protectora o con la enfermedad en personas vacunadas.
En esta línea, un estudio realizado con el Hospital General Universitario de Ciudad Real (todavía en revisión) identificó que los anticuerpos eran las proteínas más abundantes en el suero de las personas vacunadas frente a la COVID-19 e infectadas con SARS-CoV-2. Pero los pacientes vacunados e infectados con síntomas severos presentaban autoanticuerpos y riesgos de alergia y trombocitopenia. Estos resultados evidencian cómo la respuesta a la vacuna contra la enfermedad puede variar entre personas.
Por otro lado, en un estudio con mil 271 participantes, el nivel de anticuerpos después de la vacunación varió según la condición de los participantes: sanitarios sanos (92 por ciento), infectados con VIH o SIDA (80 por ciento), con condiciones autoinmunes o tumores sólidos (79 por ciento), con neoplasias hematológicas (50 por ciento) y trasplantados (31 por ciento).
Asimismo, se sabe que la mayoría de los pacientes con enfermedad intestinal inflamatoria desarrollan una respuesta inicial a la vacunación contra la COVID-19. Sin embargo, no pasa lo mismo con pacientes mayores y aquellos con tratamientos inmunomoduladores, que tienen respuestas más limitadas, pudiendo necesitar más de una dosis adicional de la vacuna. Esto indica que se necesitan estrategias adicionales para proteger a los pacientes inmunocomprometidos.
Otra de las enfermedades que se han estudiado es la tuberculosis. Así, se ha visto que ratones infectados con el patógeno causante de la tuberculosis, Mycobacterium tuberculosis, son resistentes a la COVID-19 aguda. Sin embargo, la vacunación actual (BCG) frente a la tuberculosis (que induce una respuesta inmune entrenada frente a otros patógenos) puede tener un efecto negativo sobre la respuesta al SARS-CoV-2, dependiendo del tiempo transcurrido desde la vacunación.
TABAQUISMO Y ALIMENTACIÓN
El tabaquismo y las comorbilidades se asociaron con un 35 y 55 por ciento de niveles más bajos de anticuerpos. También a un 43 y 45 por ciento de neutralización más baja en respuesta a la vacunación frente a la COVID-19, respectivamente.
También la alimentación puede ser un factor que afecta al desarrollo de la enfermedad y posiblemente a la respuesta a la vacunación. Cuando una persona se infecta con el coronavirus, se ve afectada la composición de su microbiota intestinal y pulmonar. Como consecuencia, se podrían dar efectos negativo en la respuesta protectora frente al virus.
Por tanto, los micronutrientes de origen vegetal, nutracéuticos, probióticos y antioxidantes podrían jugar un papel para potenciar el sistema inmunológico contra el virus y en respuesta a la vacunación, sobre todo en personas vulnerables.
RECOMENDACIONES DE VACUNACIÓN PERSONALIZADAS
Al margen de rarísimos efectos secundarios graves, algunas vacunas pueden provocar fiebre, dolores musculares o fatiga de corta duración. Estos efectos secundarios asociados con la vacunación también pueden afectar la efectividad de las vacunas y varían entre personas. Por ejemplo, la gota se asocia con malos resultados en COVID-19 y se pueden desencadenar brotes de gota en respuesta a las vacunas, principalmente en el primer mes después de cada dosis.
Por ello, como acaba de demostrar un equipo de la Universidad de Barcelona, pueden ser necesarias recomendaciones personalizadas de vacunación, adaptadas al historial y estilo de vida de cada persona.
Ahora, uno de los principales desafíos con el coronavirus SARS-CoV-2 es optimizar el antígeno para la vacuna. Se sigue debatiendo si la vacuna debe dirigirse a toda la proteína espiga o centrarse en el dominio de unión al receptor. Igualmente, se investiga la duración de la protección y la pauta óptima de administración. Otro reto son los efectos secundarios asociados con las vacunas. Necesitamos comprender mejor por qué las vacunas afectan de manera tan distinta a cada persona.
La investigación, la innovación y la coordinación global compartidas abiertamente son componentes clave para desarrollar vacunas efectivas, optimizar las pautas de administración y garantizar su distribución equitativa a nivel mundial.