Los directivos de la planta Volkswagen instalada en el municipio de Cuautlancingo anunciaron que detendrían las actividades por la propagación del COVID-19, por lo que a inicios de abril Servimsa, empresa que le provee personal obligó a sus trabajadores a firmar una carta de «renuncia voluntaria».
Por Osvaldo Valencia
Puebla, 27 abril (PeriódicoCentral).- Cuando Cecilia llegó el 3 de abril a la entrada de su trabajo en la empresa Servimsa, una empresa proveedora de personal para Volkswagen, doce mesas acomodadas en tres filas de cuatro columnas la recibieron. En cada una de las mesas instaladas había un personal directivo atendiendo a los trabajadores con una carta de «renuncia voluntaria» en la mano. Una de esas cartas llevaba su nombre con un espacio al que solo le faltaba su firma.
El 23 de marzo, los directivos de la planta instalada en el municipio de Cuautlancingo anunciaron que detendrían las actividades por la propagación del COVID-19 en México y en el estado de Puebla. Cecilia ya había previsto la posibilidad de que entraran en paro por esta emergencia de salud.
A partir del 23 de marzo, todos los trabajadores de Serrvimsa fueron enviados a descansar a sus casas por un periodo de 15 días, todos con sueldo rebajado a la mitad. Pero diez días después –el 3 de abril– una llamada la hizo acudir a la oficina a las nueve de la mañana, donde las mesas y las cartas de renuncia voluntaria la esperaban a ella y a sus compañeros.
Aunque Cecilia ya veía venir la ola de despidos a causa del coronavirus, los detalles en su “renuncia voluntaria» fueron los que la hicieron dudar, aunque los citaron para firmar el 3 de abril, las cartas estaban fechadas el día 29 de marzo, menos de una semana después de que los mandaran a paro en Volkswagen y sus empresas subcontratadas.
Cecilia, igual que cientos de compañeros, fue cesada de sus actividades cinco días antes de regresar del paro de labores, con apenas 350 pesos como finiquito por parte de la empresa.
Hubiera comprendido que no renovaran contratos porque por la contingencia no se van a poner en riesgo de reactivar contratos, pero el acto de finalizar la relación laboral sin haber finiquitado de manera legal, esa es la cuestión en la que no se está de acuerdo, el que te dejen con los brazos cruzados, prácticamente sin un peso».
Cecilia pasó a ser un número más de los 12 mil despidos que ha provocado el coronavirus en Puebla.
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En estos días, los departamentos en Coronango lucen más habitados de lo que normalmente se ven entre semana. Conocido por ser un polo industrial para Puebla y las entidades colindantes, las casas en los fraccionamientos de este municipio pasan la mayoría del tiempo sin sus inquilinos; la mayoría son foráneos y pasan el tiempo trabajando en Volkswagen o en cualquier empresa del Parque Industrial Finsa.
Hace más de un año Cecilia dejó Veracruz para probar suerte en la industria automotriz poblana, y en ese tiempo se ha percatado que la vida en Coronango se conforma por foráneos, en su mayoría habitan con roomies y pasan poco tiempo en la casa, muchos regresan a su tierra para pasarla en familia los días de descanso.
Pero el aislamiento por coronavirus ha modificado su dinámica por completo, todos pasan confinados en sus departamentos. La idea de arriesgarse a viajar, contraer el virus y volver con su familia como un portador del COVID-19 y enfermar a un familiar es aterradora, por lo que se abstienen de hacerlo.
En estos días, el encierro le ha dado a Cecilia un nuevo significado a los gastos de la casa. En un mes se gasta 750 pesos en renta, a la semana son 250 pesos por carne, fruta y verduras; más los gastos mensuales en luz y agua potable, los cuales están sujetos a lo que utilicen en el día.
Con 250 pesos yo trato de desayunar, comer y cenar de lunes a domingo, eso es lo que yo estoy gastando, imagínate poder estirar el dinero para que desayunes, comas y cenes de lunes a domingo».
Pero con 315 pesos de finiquito, y los ahorros que acumuló desde su llegada al estado poblano, Cecilia deberá buscar como estirar aún más el dinero para sobrellevar la cuarentena.
Durante esta pandemia provocada por el coronavirus, es probable que conozcamos al menos una historia de alguien que se las está viendo negras porque se quedó sin trabajo y no tiene cómo conseguir para la comida.
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Desde que llegó a Puebla, hace más de un año, Cecilia tuvo en la mira la industria automotriz como su campo laboral.
Pero lo atípico de esta situación global la hace replantearse la situación, analizar otras posibilidades en la zona industrial de Puebla, aunque para ello tenga que abandonar la profesión por la que decidió ir a Puebla.
Estoy contemplando ya salir a buscar trabajo porque, es natural, esto se va a expandir más pero hay necesidad, entonces buscar trabajo en la parte de alimentos, en las proveedoras de alimentos, en Sucarmex, Sigma, y acercarme como obrero».
Para Cecilia, el buscar otro trabajo en otra área es más fácil que esperar ayuda del gobierno estatal. El mismo día que fue citada en la explanada de Servimsa llamó a la Secretaría del Trabajo para denunciar el despido forzado mediante «renuncias voluntarias» y el pago incompleto de las quincenas.
Pero ella no obtuvo la respuesta que deseaba, solo una recomendación de que, una vez que reanudaran actividades de las empresas, esperara 60 días más para que, en caso de no ser contratada de nuevo, podía empezar una demanda laboral, antes no.
Lo que a mí me gustaría es que realmente obliguen a las empresas a regresar trabajos y obligarlos a pagar, a lo mejor no lo que corresponde porque entiendes que no hay ingresos, pero sí por lo menos la mitad o algo proporcional que les permita solventar su comida y renta, que por lo menos haya ese apoyo por parte de las empresas, pero la Secretaría (del Trabajo) no está dando esas soluciones de poner un alto».
Decepcionada del apoyo gubernamental, Cecilia ve más viable exponerse a un contagio en alguna empresa alejada de su ámbito laboral a sobrevivir por tiempo indefinido al aislamiento con un finiquito de 300 pesos en Puebla.