Horas antes de la Nochebuena del año pasado, Alejandra Salinas Castillo fue asesinada presuntamente por su novio al interior de su casa ubicada en Toluca, Edomex. El también maestro de artes marciales golpeó e intentó privar de la vida al hijo de su pareja.
Hoy, el testimonio del pequeño es una de las pruebas más fuertes para encarcelar al principal sospechoso del homicidio, pero la familia teme que el relato del niño no sea suficiente para lograr la sentencia por feminicidio y homicidio en grado de tentativa.
Ciudad de México, 27 de abril (SinEmbargo).- En los primeros minutos del 23 de diciembre pasado Alejandra Salinas Castillo fue asesinada dentro de su hogar en Toluca, Estado de México. Su hijo, de siete años de edad, narró que el novio de su madre la ahorcó, luego lo tomó a él por el cuello y lo golpeó hasta que perdió el conocimiento. Cuando despertó, halló a su mamá muerta.
Dos meses después, las autoridades detuvieron al presunto atacante: el profesor de twaekondo del niño.
Amigos y familiares de la víctima temen que la palabra del menor no sea suficiente para sentenciar al imputado, quien afirma ser inocente.
Alejandra tenía 28 años de edad, era madre de un niño, estaba divorciada. Pese a su separación mantenía una «buena» relación con su ex esposo, quien vivía muy cerca de su casa ubicada en la calle San Andrés, en la colonia Villas Santín.
“Se divorciaron porque él le doblaba la edad y no funcionaron; pero fue una separación madura. Se llevaban mejor separados que juntos, y él no dejó de hacerse cargo de los gastos del niño, incluso a veces le compraba ropa a ella, los llevaba a comer a restaurantes los fines de semana, etcétera. Tenían una relación muy cordial y muy estrecha”, explica Nancy, mejor amiga de Alejandra.
La mujer que funge como vocera de los deudos pidió omitir su nombre completo, al menos hasta que haya una sentencia contra el imputado, debido a que teme por su seguridad y de la de sus hijos ante la cercanía que tenía con la víctima.
Nancy recuerda que desde un año antes del crimen, Alejandra llevaba a su hijo a clases de taekwondo. Ella tenía una relación con Jesús Enrique, el entrenador de su pequeño, según confirmaron vecinos y el casero de la víctima.
La amiga detalla que un día antes del asesinato invitó a Alejandra a una posada navideña en la Ciudad de México, pero respondió que ya tenía planes con el padre de su hijo. Ese viernes, agrega la amiga, los tres pasaron todo el día juntos hasta la noche.
Nancy comenta que platicó con Alejandra toda la tarde por mensajes de WhatsApp.
“Me comentó que ya tenía todo el día en la casa del papá de su niño, que fueron a comer y ya era tarde. Yo le escribí: ‘Ya quédate a dormir ahí, ¿Para que te vas a tu casa?’, pero ella me contestó que ya se tenía que ir. Era de noche y yo iba de regreso para Toluca, entonces le dije que estaba bien y que mañana [al día siguiente] nos veíamos para darnos el abrazo de Navidad”.
Pasadas las once de la noche de ese viernes, Alejandra le escribió a Nancy: “Ya estoy en mi casa. Mañana te veo». Platicaron poco y el último mensaje que recibió de la hoy víctima fue a las 11:28 pm. “Ella ya no me contestó y yo me quedé dormida. El sábado me desperté temprano, le escribí y vi que no ha recibía mis mensajes y que tampoco aparecía su foto en el WhatsApp. No sospeché porque pensé que tal vez se habría quedado sin pila”, agrega.
Nancy fue notificada de la muerte de su mejor amiga al medio día del 23 de diciembre. La ex pareja de Alejandra le pidió de favor a ella y a su esposo acudir a la vivienda y esperar a los agentes de la Fiscalía General del Estado de México mientras él llevaba a su hijo al Ministerio Público de Metepec porque había sido testigo del crimen.
Alejandra fue asfixiada con una almohada en el interior de su vivienda. Además, el agresor le cortó el dedo índice de la mano derecha.
Alejandra fue una de las 358 mujeres asesinadas ese año en el Estado de México, 301 de esos casos fueron catalogados como homicidios y sólo 57 como feminicidios, de acuerdo a las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública (SESNSP).
De los asesinatos de mujeres que el Estado de México reconoce como feminicidios, ocurridos entre 2014 y 2017, el 37 ciento de las víctimas fueron asesinadas en su propia casa y el 30 por ciento atacadas por su pareja.
Toluca de Lerdo es uno de los 11 municipios mexiquenses en los que la Alerta de Género opera desde 2015.
ACUSA AL PROFESOR
La mañana del 23 de diciembre del año pasado, el hijo de Alejandra salió de su vivienda y pidió ayuda a los vecinos de la calle San Andrés de la colonia Santín.
El pequeño estaba golpeado, ensangrentado y asustado porque su mamá no despertaba. “Estaba fría y le faltaba un dedo”, recuerda Nancy que le narraron los vecinos.
Los residentes entraron a la vivienda y confirmaron el crimen, sacaron al pequeño de su casa, dieron aviso al padre y a las autoridades.
«Cuando al niño le preguntaron quién fue, él dijo que fue su profesor de taekwondo, que era amigo de su mamá. Se lo dijo al papá, a la vecina y a lo policías, que su maestro lo aventó a él, lo ahorcó y que su mamá empezó a pegarle al maestro y que él se quedó dormido [inconsciente]”, abunda Nancy.
El testigo fue llevado al Ministerio Público. El infante relató, según comenta Nancy, que por la noche tocaron a su puerta y cuando la abrió, su profesor entró y lo empezó a ahorcar, pero su mamá salió en su defensa. Luego, también la tomó a ella del cuello y aunque el menor trató de patear a su maestro para defender a su madre, pero fue repelido a golpes. “Estaba muy lastimado, tuvieron que extraerle los dientes porque estaban fisurados, tenía muchos golpes el niño”.
Alejandra fue atacada entre las doce de la noche y la una de la madrugada de ese día. Contra ella se usó uno de los métodos más recurrentes, de acuerdo con un estudio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), para consumar feminicidios en esa entidad: el ahorcamiento.
El asesino también le cortó el dedo a la mujer, robó su celular, el teléfono del niño, así como los cargadores de los aparatos.
Nancy abunda que esa mañana vecinos comentaron que habían visto el vehículo de Jesús Enrique en la casa de Alejandra y que salió de ahí cerca de las seis de la mañana. “Es decir, después de que hizo todo eso, se quedó un rato. Los vecinos dicen que cuando lo vieron salir él iba normal, que no parecía nada raro”.
Las autoridades del estado de México iniciaron al investigación número TOL/AC2/107/286367/17/12.
Jesús Enrique “N” fue capturado en la Delegación Miguel Hidalgo, de la Ciudad de México, como presunto responsable del feminicidio de Alejandra Salinas y homicidio en grado de tentativa contra el hijo. El detenido negó los cargos que se le imputan y fue ingresado al Centro Penitenciario y de Reinserción Social de Santiaguito, en Almoloya de Juárez.
El asesinato de Alejandra se investiga como feminicidio pues se logró establecer que el imputado tenía una relación sentimental con la víctima, con base a testimonios de los vecinos y del dueño de la casa que rentaba Alejandra.
Nancy señala que los parientes de Alejandra esperan un proceso justo; pero temen que la defensa del acusado intente invalidar la declaración del niño, que es una de la pruebas más fuertes.
“Él [Jesús Enrique] contrató un despacho de abogados particulares y están llevando muy bien su defensa, creemos que van a querer tumbar el testimonio del niño tratando porque él dice que no hizo absolutamente nada. No ha rendido declaración, la va rendir ahora en mayo, pero no acepta lo que dice el niño”, abunda Nancy.
El Estado de México cuenta con al menos un antecedente de desechar el testimonio de los hijos. Es el proceso de Nadia Alejandra Muciño, asesinada un 12 de febrero de 2004 frente a sus hijos por su pareja Bernardo López Gutiérrez y el hermano de él, Isidro López Gutiérrez, cuando estaban dentro de su casa en Cuautitlán Izcalli, Estado de México. En 2010, Isidro fue liberado porque la investigación de la policía ministerial incurrió en errores, omisiones y donde la Segunda sala del Tribunal Colegiado de Tlalnepantla lo absolvió porque determinó que los niños que vieron el homicidio eran “fantasiosos e incapaces de distinguir la realidad o ficción”.
Nancy comenta que, además del testimonio del niño, hay una prueba de ADN sacada del raspado de uñas a la víctima que incrimina a Jesús Enrique.
“Tenemos miedo que tumben el testimonio del niño o que la defensa del imputado busque cualquier cosa para encontrar inconsistencias, porque hablamos del testimonio es de un niño que con cualquier cosa lo pones nervioso, al pequeño le da mucho temor hablar de eso y recordarlo. Entonces tememos que los abogados vayan a buscarle inconsistencias al testimonio del niño para tumbarlo o peor que lo vayan a juzgar como homicidio y no como feminicidio”, advierte Nancy.
En el Estado de México, de mil 420 asesinatos de mujeres ocurridos de 2014 a 2017, 243 se investigaron como feminicidios, es decir, solo el 17 por ciento de las averiguaciones, señala un informe elaborado por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF) con información de la Fiscalía General Justicia de la entidad hoy gobernada por Alfredo del Mazo Maza.
El estudio de la organización detalla que en el 2014 se cometieron 250 homicidios y 51 feminicidios; en 2015, 336 homicidios dolosos y 60 feminicidios; en 2016 se registraron 290 homicidios dolosos y 68 feminicidios, y de enero a junio de 2017 la autoridad registró 126 homicidios dolosos de mujeres y 32 feminicidios.
De los 243 casos que reconoce como feminicidios, 75 víctimas fueron encontrados en la vía pública; 90 en su casa habitación; 57 casos fueron halladas en terrenos baldíos, 10 en lugares públicos, 4 en otros lugares y siete en lugares sin especificar.
Al respecto, la CNDH refiere que el hecho de que la mayoría de los cuerpos no sean hallados en su domicilio «puede estar asociado a que las distancias entre los municipios implican grandes traslados cotidianos de las mujeres para llegar a su domicilio, así como con el hecho de que, en ocasiones, los cuerpos de las víctimas son abandonados en otros municipios».
De los feminicidios reconocidos, abunda el reporte del OCNF, 78 de las mujeres tenían una relación de pareja con su victimario; 23 mantenían una relación familiar; 12 eran conocidos de la víctima; en diez casos no existía ningún tipo de relación, en tres casos el victimario era un desconocido y en 116 casos la autoridad no especifica el tipo de relación con la víctima.