Andrés Manuel López Obrador va arriba en las encuestas –por 10 puntos porcentuales, en promedio, sobre su opositor más cercano, según las más recientes encuestas–. En su versión 3.0, el candidato presidencial no es el mismo de 2006 y 2012. Hoy se muestra más recatado en lo que dice y hace. Y ya no ataca tanto al Presidente o a su partido. Su nueva estrategia, apuntan analistas consultados, ya no es rivalizar con el PRI sino con todo el sistema para acaparar el voto antisistema.
Sus propuestas, como las de los demás candidatos, son un reflejo de los grandes pendientes que deja la administración de Enrique Peña Nieto. Y su discurso político responde a dos cuestiones clave: López Obrador necesita atacar al PRI para mantener su ventaja electoral pero, asimismo, necesita no juzgarlo en extremo para no meterse en camisa de once varas, porque muchos morenistas, incluido él, son ex priistas.
SinEmbargo realizó el ejercicio que hoy presenta, interpelando a politólogos, analistas del discurso y directivos de casas encuestadoras quienes opinaron, con base en un mismo cuestionario, acerca del impacto del Presidente Enrique Peña Nieto en las propuestas de campaña de los tres principales aspirantes presidenciales: Andrés Manuel López Obrador [«Juntos Haremos Historia”], Ricardo Anaya Cortés [«Por México al Frente”] y José Antonio Meade Kuribreña [«Primero México”]. Ayer tocó el turno a Anaya, hoy a AMLO y mañana se revisa la situación de Meade.
SEGUNDA DE TRES ENTREGAS | Ver aquí PRIMERA ENTREGA
Ciudad de México, 27 de marzo (SinEmbargo).– Las elecciones presidenciales de este año versan desde ya, y en buena parte, alrededor de Enrique Peña Nieto (EPN), comentan analistas consultados. La razón está a la vista: para los candidatos, especialmente para los de oposición es importante demostrar que están lejos del Presidente de la República y todo lo que ahora representa: impunidad y corrupción. Demostrar quién es el candidato más antiestablishment o anti sistema se ha vuelto un activo para los competidores. Y en esta carrera, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su Movimiento Regeneración Nacional (Morena) llevan ventaja. Mucha ventaja, refieren los especialistas.
“[EPN] es un gobernante muy mal evaluado, donde ya la desaprobación se ha vuelto un asunto de odio y de saña […]. Y lo que sí ha hecho Peña Nieto es conglomerar los votos anti sistema en contra de él […]. En estas elecciones se va a votar en contra de alguien, no a favor de alguien. Hoy todo el mundo tiene claro quién no quiere que gane. Todavía no se define bien quién quiere que gane […]. Entonces, por supuesto que va a ser una campaña sucia y de descrédito”, dijo en entrevista Rodrigo Galván de las Heras, director de la casa encuestadora Demotecnia.
Por tradición política, los candidatos presidenciales suelen criticar o analizar el sexenio anterior. Y los vituperios pasan a formar parte de un discurso que después cuaja a modo de propuestas de gobierno.
En los debates de 2012, por ejemplo, AMLO criticó que Enrique Peña Nieto encarnaba al partido tricolor; a los monopolios y a la corrupción sistemática y enquistada, a la “mafia del poder”, explicaron.
También criticó su idea de una Reforma Energética –que era “privatizadora” y por lo cual denunció a EPN en 2014, ante la Procuraduría General de la República (PGR)–. Repudió que las televisoras lo quisieran imponer con una campaña millonaria e inclusive que el Instituto Federal Electoral –hoy Instituto Nacional Electoral (INE)– lo protegiera al no investigar sus derroches durante las campañas políticas.
Tan influyentes han sido EPN y la “mafia del poder” en la vida política de AMLO, dicen los expertos consultados, que en junio de 2014 le achacó al priista de Atlacomulco su salida del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
«Me salí del PRD porque los dirigentes de ese partido traicionaron al pueblo. Se fueron con Peña Nieto y aprobaron el Pacto por México que no es más que el Pacto contra México. No puedo estar en un partido en donde se aprobaron los aumentos de impuestos y se aprobó que aumentarán el precio de las gasolinas cada mes”, dijo López Obrador.
Sin embargo, AMLO ya no es el mismo candidato de 2006 y de 2012. El acérrimo enemigo del partido tricolor hoy se muestra más sereno, menos radical, coincidieron. Su estrategia ya no es rivalizar con el partido fundado por Plutarco Elías Calles. Ahora rivaliza con el sistema, con los que han gobernado “siempre”. Sobre todo con el PRI y el Partido Acción Nacional (PAN).
“Andrés Manuel ya dejó de rivalizar con el PRI y trata de rivalizar con el sistema. En el sistema mete al PRI y al PAN; a los que siempre han gobernado y al PRD y a la partidocracia […]. Entonces lo que busca hacer el proyecto de Andrés Manuel es rivalizar con todo lo que significa el sistema: la corrupción, la impunidad, los pactos entre PRI y PAN, el gasolinazo, la reforma energética… Todos esos temas que de alguna forma trascienden al PRI”, refirió Enrique Toussaint, politólogo de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
IMPACTO DE EPN EN LA CAMPAÑA DE AMLO
Los principales impactos que tendrá el Presidente Enrique Peña Nieto en la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador se dan en dos niveles: el propositivo y el discursivo, que están ligados.
Por un lado, las propuestas de campaña de AMLO, como las de los demás candidatos, responden a los problemas de hogaño. Y todos los problemas y todas las propuestas están relacionados con las condiciones en que deja al país la administración actual: la de Peña Nieto.
De acuerdo con la tercera Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los principales problemas sociales para los mexicanos son la inseguridad y la delincuencia [70.4 por ciento de las personas encuestadas opinó eso]; el desempleo [51 por ciento]; la corrupción [48.5 por ciento]; la pobreza [39.3 por ciento]; el mal desempeño del gobierno [31 por ciento]; la salud [18 por ciento]; la educación [14 por ciento] y la mala aplicación de la Ley [8.3 por ciento].
Y las propuestas de AMLO responden a esa coyuntura. Son el combate a la inseguridad; políticas sociales desde el Estado para el desarrollo económico; trabajo y escuela gratuita para todos los jóvenes; honestidad como forma de vida; aumento a las pensiones de los adultos mayores; rescatar el campo; atender la crisis energética; descentralizar las secretarías de Estado; mejores servicios de salud; un Estado democrático y de derecho, entre otras.
Los aspirantes presidenciales “están enfocándose en los defectos, no en los aciertos y la continuidad. Es demagogia porque no dan la pelea con argumentos y con datos […]. Seleccionan ciertos aspectos de la realidad política del sistema que les conviene y que evidencian, para mostrarse como ‘buenos’ -en el sentido de bondad, no de capacidad-. Entonces están demagógicamente manipulando a nivel moral las acciones del Presidente. Y no a nivel legal, no a nivel de estadística o de pruebas”, dijo a SinEmbargo la doctora Francisca Robles, especialista en análisis del discurso de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En esto concordó el doctor José Fernández Santillán, analista político de Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Para él, en estas elecciones “se disputa y se critica o se analiza el sexenio anterior. O sea, en este caso, 2012-2018. Y después se presenta un programa de gobierno o una propuesta de gobierno: 2018-2024. En ninguno de los tres casos hay una propuesta de gobierno. No la conocemos. Eso es gravísimo, ¿por qué? Porque a lo único que se han dedicado es a descalificarse mutuamente”.
Pero esta suerte de manipulación no es excepcional en México. Según el doctor Rubén Aguilar Valenzuela, portavoz de la Presidencia de la República durante el sexenio de Vicente Fox Quesada [2000-2006], a nivel mundial las campañas políticas se construyen a partir de la emoción –o de la empatía del electorado para con el candidato–, y no a partir de la razón –que serían las propuestas de política pública–.
Esto se debe a que “está demostrado a nivel internacional que la gente cuando articula su voto no lo hace en razón a propuestas sino lo hace con base a la emoción”, explicó Aguilar. Y la diferencia entre México y el mundo es que allá «no debe haber procesos tan corruptos en términos de dinero». Es decir, por las cantidades que son invertidas –10 o 12 veces más de lo que el INE autoriza, de acuerdo con Aguilar– y «por la relación perversa de ese dinero sobre los medios [de comunicación], que es brutal”, comentó.
En contraste, Toussaint expuso que la falta de propuestas de calidad se debe al grado de desprestigio de la clase política y de los partidos, que obliga a los candidatos a legitimarse a costa de «destrozar el prestigio del de enfrente, sabiendo que ellos están en un momento en donde la ciudadanía no cree en ellos”. Y añadió que “tal vez Andrés Manuel se sigue quedando esa parte de mayor credibilidad porque no ha gobernado; no ha tomado decisiones y su partido no ha tomado decisiones» a nivel presidencial.
EL CAMBIO EN EL DISCURSO
En julio de 2012, Peña Nieto se hizo Presidente de México al superar con poco más de 3.3 millones de votos a López Obrador. Una semana posterior a las elecciones, el político tabasqueño solicitó la invalidez de los comicios acusando que el PRI, entre otras cuestiones, utilizó recursos ilegales para comprar votos en zonas marginadas.
De ahí a la fecha, no paró de criticar al Presidente electo. Pero tampoco se fue a “La Chingada” al perder, como prometió entonces. Y nunca dejó de atacar y de estar en contra del priista de Atlacomulco.
Hoy lo critica por sus amplios gastos en cinco años como Presidente –18.5 mil millones de pesos, según cifras oficiales–. Pero ya no es tan frecuente escucharlo decir que es un demagogo y populista; de vender al país a los intereses neoliberales; de ser corrupto y faccioso, entre otros.
En la actualidad, en cambio, AMLO se muestra más recatado. No sólo le ha bajado el tono a las críticas al Presidente; también son menos frecuentes y directas. E inclusive, concuerda con él y hasta llega a defenderlo: Los medios de comunicación “ya convirtieron a Peña en el payaso de las cachetadas”, mencionó este año, por ejemplo.
La clave para entender el cambio de discurso de Andrés Manuel es que «él piensa que ya no le es rentable solamente hacer una especie de oposición a Peña Nieto, sino que necesita hacer una oposición al sistema en donde Ricardo Anaya sería un nuevo alfil del sistema, o un nuevo peón del sistema”, explicó Enrique Toussaint, politólogo de la UdeG.
Y como indicó el doctor José Fernández Santillán, “López Obrador se está aprovechando de toda circunstancia para llevar agua a su molino” mientras que “los que se están peleando son Meade y Anaya”. Ahora AMLO “tiene una visión religiosa. ¡Y ya lo dijo! Va a armar una ‘Constitución moral’”, comentó el académico del ITESM.
Cuatro días después del día del amor y la amistad de este año, AMLO propuso elaborar una “Constitución moral”, o mejor dicho, “un código moral” equiparable a la Constitución política. “Debemos convencer [a los mexicanos] de la necesidad de impulsar cambios éticos para transformar a México. Sólo así podremos hacer frente a la mancha negra del individualismo, la codicia y el odio, que nos ha llevado a la degradación progresiva como sociedad y como nación”, refirió AMLO.
La estrategia de AMLO, dice el politólogo Enrique Toussaint, está centrada «en mandar esta idea de que la corrupción se combate con voluntad y se combate con un Presidente que toma la decisión de ser honesto y de apostar por una agenda de honestidad en el país”. Y mana de la suposición de «que hay un sistema -sin importar si es PRI, PAN o PRD- que hace uso faccioso de las instituciones para favorecer a unos pocos y estar en contra de las mayorías”, abundó.
Los cinco analistas consultados por este medio digital concuerdan en una cosa: AMLO quiere transitar de la imagen radical que lo hundió en elecciones anteriores, a una nueva basada en la conciliación.
El 11 de agosto de 2016, durante una reunión con empresarios en el Hotel Princess de Acapulco, Guerrero, López Obrador ofreció una “amnistía anticipada”. Explicó que les ganarán «de buena lid” a los del sistema y que no habrá olvido pero sí perdón.
El político tabasqueño dirigió entonces un mensaje a los integrantes del grupo en el poder: «A pesar del gran daño que han causado al pueblo y a la nación, no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que, ante su posible derrota, no habrá represalias ni persecución para nadie”.
“Me parece que el equipo de campaña de López Obrador ha decidido que no les conviene atacar al Presidente. Y que más bien deberían de mantener una buena relación con el Presidente y con el PRI”, dijo a SinEmbargo el doctor Rubén Aguilar Valenzuela.
Debido a este viraje, el especialista en planeación estratégica dijo que «pareciera ser que ahora el candidato anti-sistema es [Ricardo] Anaya y que el candidato pro sistema es López Obrador”. Mientras el primero asegura que investigará y actuará en consecuencia contra Peña Nieto, el segundo ofrece «amor y paz».
Esto concuerda con lo expresado por la analista del discurso, la doctora Francisca Robles, cuya opinión es que AMLO no es un verdadero candidato anti sistema.
“Es la imagen ideal que está trabajando pero no tiene otra manera de vivir mas que ir con el sistema. Es un rebelde, digamos, entre comillas. Porque cuando le conviene, enfrenta al sistema. Cuando le conviene, se alinea al sistema. Y los [verdaderos] rebeldes siempre van a estar en contra del sistema, dispuestos a pagar las consecuencias que sean necesarias. Y él no. Él es un rebelde a voluntad. Eso no es rebeldía”, comentó la académica de la UNAM.
También añadió que “López Obrador es un político que usa la causas sociales a su favor. Después no les cumple [a los ciudadanos]. Pero cuando menos en discurso y en voto aparece unido a grupos sociales minoritarios, a grupos vulnerables […]. López Obrador sigue la política porque sabe que los puede utilizar como capital político”.
LA MAÑA DE FONDO
La intención de mantener una buena relación con el Presidente Enrique Peña Nieto y con el PRI se ha manifestado de muy diversas maneras que le favorecen a AMLO. Una de ellas es la cantidad de priistas que ahora están en las filas de Morena, señaló el doctor Rubén Aguilar Valenzuela. Armando Guadiana Tijerina, Esteban Moctezuma, Evaristo Hernández Cruz, Manuel Bartlett, Manuel Martínez Garrigós, entre muchos otros, dan cuenta de un éxodo priista sin parangones. “Y cada día va más gente hacia allá”, aseveró Aguilar.
Al respecto concordó la doctora Francisca Robles, quien refiere que AMLO no ataca o es más mesurado con respecto a Peña Nieto porque «es una estrategia de desmarcamiento con las figuras que aluden al PRI en su equipo de trabajo. Si habla mal del Presidente, habla mal del PRI. Si habla mal del PRI, habla mal de parte de su equipo de trabajo. Además le cayó el veinte de que no puede pelearse con el PRI porque él mismo tiene extracción priista”, explicó a SinEmbargo.
Los analistas consultados también coinciden en que la gran escuela política de nuestro país fue el PRI, donde la clase política aprendió a hacer política, valga la redundancia. Más allá de eso, Enrique Toussaint y Rodrigo Galván de las Heras opinaron que a López Obrador no le conviene que el PRI caiga en las encuestas -más de lo que ya ha caído- porque un PRI fuerte, en la coyuntura actual, le beneficia.
Si Ricardo Anaya Cortés o José Antonio Meade Kuribreña declinaran, la balanza se inclinaría a favor de uno de ellos, quien ganaría los votos del otro. Así, la elección tendría márgenes de votación cerrados y la victoria de AMLO sería menos clara o contundente, mencionó el director de la casa encuestadora Demotecnia de las Heras.
En cambio, “si la elección presidencial se va a tercios, en ese momento tiene una gran posibilidad Andrés Manuel de ganar por un gran trecho de votos, porque Anaya no será capaz de rentabilizar el voto estratégico, el voto útil que termine perdiendo el PRI. La estrategia de Anaya es tratar de derrotar por knockout a Meade en la primera parte, para después empezar a rivalizar con López Obrador”, concluyó Toussaint.