Devotos de las palabras, obsesivos de lecturas que les habitan la cabeza, 21 autores nacionales y extranjeros de novela, poesía, novela gráfica y entrevista nos dijeron si roban libros o no y qué harían si encontraran una bodega llena de ediciones pirata suyas, entre otras chuladas.
Por Julia Santibáñez
Ciudad de México, 27 de febrero (SinEmbargo).- La poeta Julia Santibáñez, habitual colaboradora de Puntos y Comas, es inquieta y curiosa como lo demuestra este divertido texto en que algunos escritores –incluido alguno de la casa- hablan de ese raro oficio de robar libros, entre otras cosas.
1. ¿En qué personaje te gustaría convertirte?
David Miklos: En el Bartleby de Herman Melville, para decir: “Preferiría no hacerlo”.
Jorge Zepeda Patterson: En Jon Stark, de Game of Thrones. Debe de ser padrísimo tener un lobo dentro.
Liniers: En Sal Paradise de En el camino, de Kerouac. Lo leí a los 18 años, edad perfecta porque entonces representó la promesa de que al crecer yo podría viajar, tener mujeres, tomar drogas. En cambio, si lo lees a los 40 te recuerda todo lo que no hiciste.
Mónica Maristain: Yo, de hecho soy García Madero, de Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.
Rogelio Guedea: Casi soy Holden Caulfield, de El guardián entre el centeno, de Salinger. Como él, tuve una adolescencia loca, pero de gran ingenuidad.
Jorge F. Hernández En Ignatius J. Reilly, de La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, para comer hot dogs en Nueva Orleans por el resto de mis días.
Jorge Alberto Gudiño: En el Quijote, porque vive mezclando ficción y realidad.
Rowena Bali: En Ada, de Ada o el ardor, de Nabokov; en Teresa, de Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; en María, de Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll; en Antínoo, de Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar: todos ellos, por la forma como fueron amados.
- ¿Qué libro hubieras querido escribir?
Alberto Chimal: La naranja mecánica, de Anthony Burgess. Es tremendo por la trama y el lenguaje y también por su célebre capítulo 21, que fue cortado tanto en muchas ediciones como en la película de Stanley Kubrik. Ahí, el protagonista se da cuenta de que está envejeciendo y debe incorporarse a la vida adulta. Es muy conmovedor.
Irvine Welsh: El código Da Vinci, de Dan Brown. ¡Sería millonario!
Liniers: Las uvas de la ira, de John Steinbeck. Es de los libros que no te hacen más culto, sino mejor persona.
David Miklos: A Field Guide To Getting Lost, de Rebecca Solnit. Es un gran libro de ensayo.
Alberto Montt: La Biblia. Sería putrimillonario, dirían que Dios me inspiró, podría acostarme con niños y todas esas cosas lindas que pasan en la Iglesia.
Laura García: Océano mar, de Alessandro Baricco. Es de los libros que más me han hecho detener la lectura y quedarme pensando.
Gabriela Jáuregui: El libro de cuentos Samuel Johnson Is Indignant, de Lydia Davis. Soy muy fan de ella.
- ¿Cuál es tu insulto preferido para otro escritor?
Laura Martínez Belli: “Escribe como Paulo Coelho”.
Jorge Alberto Gudiño: “Es un completo analfabeto”. Nos lo dijeron a mí y a mi editor.
Luigi Amara: “Cacalibri”. Lo usaban los romanos para referirse a alguien que literalmente cagaba libros porque hacía muchos, todos descuidados.
Rocío Cerón: “Es un autor menor”.
Gabriela Jáuregui: “Que te chupe la falla lacaniana”. Es de Severo Sarduy, mi ídolo.
Alberto Chimal: “Fementido, canalla”, del Quijote.
Laura García: “Es un escritor ñoño”.
Paola Tinoco: “Fulanito puede entrar a mi biblioteca, porque sé que no va a tocar los libros”.
José “Monero” Hernández: Me fusilaría a Groucho Marx: “He leído un libro extraordinario. Y, ciertamente, no es el tuyo”.
4. ¿Cuál fue el primer libro que robaste?
Jorge F. Hernández: Charlotte’s Web, de E. B. White, mientras estudiaba primaria en los Estados Unidos. Fui un gran ratero de libros hasta que mi maestro, Luis González, me dijo que no era honroso hacerlo si uno es un escritor publicado.
Rocío Cerón: No lo hice, pero debería haberme quedado una primera edición de Blanco, de Octavio Paz.
Julio Trujillo: He robado varios, entre ellos las cartas de José Lezama Lima y José Rodríguez Feo, de la librería Tomo 17 que cerró hace años. En realidad pensaba pagarlo, pero en la caja había mucha gente y me desesperé, entonces me lo guardé e intenté salir. La dueña me gritó en público. No fue el primero, pero sí el último.
Irvine Welsh: Docherty, de William McIlvanney, lo robé de una librería en Edinburgo. Tenía unos 13 años.
Alma Delia Murillo: Era niña y vi en casa de una tía Colmillo blanco y El llamado de la selva, de Jack London, en una misma edición. No me aguanté.
- ¿Qué harías si encontraras una bodega con libros pirata tuyos?
Jorge F. Hernández: Me pondría parche, perico al hombro y garfio. Luego repartiría todos gratis.
Irvine Welsh: Diría: ¿por qué pierden tiempo en eso, si mis libros están tan baratos en Amazon?
Luigi Amara, Rowena Bali, Rocío Cerón, Alberto Chimal, Jorge Alberto Gudiño, José “Monero” Hernández, Liniers, Mónica Maristain, Laura Martínez-Belli, Alma Delia Murillo, Julio Trujillo, Jorge Zepeda: Me pondría feliz, porque significaría que se venden, que funcionan.
Alberto Montt: Los vendería más baratos que la editorial. Sería la única forma de ganar plata con mis libros.
Julia Santibáñez es autora de Rabia de vida (Ed. Resistencia, 2015) y del blog www.palabrasaflordepiel.com