«Me niego a opinar sobre Trump», dijo una vendedora de churros en Los Angeles, California. El «elotero», esperaba que ganara Hillary y la dueña de un food truck de cemitas consideró regresarse a México si el magnate resultaba electo Presidente de los Estados Unidos. Hoy, a más de dos meses de las elecciones, recordamos las distintas percepciones que vendedores de comida mexicana en Estados Unidos tienen sobre Donald Trump.
Por Javier Cabral
Este artículo se publicó originalmente en noviembre de 2016 (un día antes de la victoria de Donald Trump)
Ciudad de México, 27 de enero (SinEmbargo/ViceMedia).– La noche del lunes, antes de las elecciones más polarizadas de todos los tiempos, todos se presentaron a trabajar: los pocos, orgullosos y valientes vendedores de comida callejera en Los Ángeles quienes ofrecen tacos, esquites, churros y tlacoyos saludables, justo como cualquier otro día de la semana.
La mayoría optó por la venta callejera como forma de vida para sobrevivir cuando llegaron desde México hace años, porque no podían encontrar trabajo en otro lugar. Y a pesar de la declaración más infame de Trump contra los mexicanos inmigrantes, todos siguieron trabajando durante la larga noche, al igual que todos los latinos de las cocinas: cocineros, lavaplatos, ayudantes de mesero de todo EU.
“Donald Trump es el Hitler de la era moderna”, me contó un elotero del noreste de Los Ángeles mientras untaba mayonesa y queso cotija en los granos tiernos del elote blanco. “Lo dominan el dinero y sus opiniones contra los inmigrantes no tienen ningún respeto por el sentimiento humano. Se ha hecho rico explotando el sistema estadounidense y a los demás”.
El elotero no votó ayer porque es indocumentado, aunque me dijo que si pudiera, votaría por Hillary Clinton. “Hillary seguro va a ganar, pero si llega a ganar Trump, sería el colapso, tanto económico como político, de Estados Unidos”.
Para un matrimonio de Puebla, México, dirigentes de uno de los food trucks más viejos de cemita poblana del histórico Whittier Boulevard en el este de L.A., la historia es un poco diferente porque ambos se han convertido en ciudadanos naturalizados, pero estaban un poco nerviosos.
“Lo primero que voy hacer en la mañana es votar por Hillary Clinton. Ella es mi Presidenta”, la esposa me comentó.
Se rehusó a revelar su nombre o a permitir que le tomara una foto, pero sus tlacoyos poblanos —rellenos de frijoles negros— están dentro de los mejores que he probado en la ciudad. Son crujientes, con buena textura y las salsas espesas, brillantes, rojas y verdes encima de cada tlacoyo son tan complejas como el famoso mole mexicano. La verde era brillante y picosa, hecha con tomatillos y una buena cantidad de chiles serranos; mientras que la roja tenía aún más sabor gracias a los chiles asados y el ajo que funde todos los ingredientes. Ambas estaban lo suficientemente deliciosas para olvidarme de las elecciones por un momento.
“Si Hillary no gana, tal vez me regrese a México donde soy bien recibida y no me atacan”, me contó mientras le pagaba.
Otro taquero anónimo en el noreste de Los Ángeles, quien introdujo los tacos de suadero en L.A. por primera vez vino de Puebla, México, hace 18 años, expresó el mismo sentimiento anti Trump de la clase trabajadora. No aprendió a hacer los tacos de suadero hasta que se mudó a Estados Unidos y se dio cuenta de que no podía encontrar trabajo en ningún lugar debido a su estado como indocumentado, así que fue a la carnicería local y llevó los tacos a las calles. “Cuando llegué a Estados Unidos, no podía encontrar cortes como tripas, lengua o buche. Ahora puedo encontrar esos cortes en todas partes. Siento que ayudé a crear un mercado local para mi vecindario con los tacos de $1 dólar, junto a mis fieles clientes. Uno pensaría que Trump conocería el poder de nuestra compra y reconocería nuestra contribución a la economía, pero prefiere ser irrespetuoso”.
Este taquero se refería al poder adquisitivo de $1.5 billones de dólares que tenían los hispanos residentes de EU hasta 2015. Este número, junto con el aumento de la participación electoral latina, sugería que Trump iba a sufrir bastante el camino para entrar a la Oficina Oval.
Otro taquero anónimo indocumentado de Puebla en el sureste de L.A. me dijo que va a votar por Hillary cuando le pregunté sobre Trump, hasta que comenzó a reír y me aclaró que solo está bromeando, porque no puede votar. Se refiere a sí mismo como “El Trompa”, refiriéndose al hocico de cerdo con el que se preparan los tacos de trompa. No obstante, se puso serio y me comentó que esperaba que ganara Hillary porque según él, “Bill Clinton fue el mejor presidente de nuestra época”. Deducía que si Bill fue genial, Hillary podía serlo también.
Para el postre, visité a una vendedora que ha vendido churros en el mismo sitio de Boyle Heights desde 1990. Al principio fue amable y platicadora, mientras le extendía los $5 dólares por la bolsa de papel rebosante de churros frescos, pero cuando le pregunté su opinión sobre Donald Trump, su cara palideció y observaba mi cámara. Es indocumentada y temía que trabajara en cubierto para ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos), ya que no es extraño que los vendedores callejeros indocumentados sean deportados si los atrapan. Es comprensible, porque Trump se ha convertido en el símbolo de la deportación en las comunidades latinas e hispanas.
“Me niego a opinar sobre Trump”.
Sentí el temor en sus palabras, al igual que con el resto de los vendedores. Todos estaban legítimamente asustados con la posibilidad de que Trump fuera el próximo presidente y cómo podría afectar su capacidad de alimentar a sus familias y pagar la renta.
Afortunadamente para todos ellos, seguirá existiendo el martes de tacos; los tacos siempre ganan. Espero.