«En agosto falleció mi hija. Se llamaba Olalla y estaba a punto de cumplir veinte años. La policía dijo que fue un accidente de tráfico…» Jesús Ferrero (Zamora, 1952) ha publicado, entre otras, las siguientes novelas: Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona 1982), Lady Pepa, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela 1990), Alis el Salvaje, El último banquete (Premio Azorín 1997), Ulaluna (elegida por la Unesco como la novela juvenil en español de más calidad literaria de 1998), Amador o la narración de un hombre afortunado, El diablo en los ojos, Juanelo o el hombre nuevo, Opium, El secreto de los dioses o Las trece rosas. Es también autor de dos poemarios y dos obras de teatro. Con El beso de la sirena negra, el autor dio vida a la investigadora Ágata Blanc, que también es la protagonista de esta novela.
Ciudad de México, 26 de diciembre (SinEmbargo/Culturamas).– El diario de la joven Olalla parece indicar que fue drogada y violada… Ese año 2012 fue el año del Costa Concordia, de los terroristas solitarios, de los asesinos compulsivos y, además, el año más maldito de Olalla, el personaje que flota como un destino y una atmósfera a lo largo de esta novela. La detective Ágata Blanc lleva a cabo su investigación en un Madrid decadente que la conducirá a límites que no imaginaba y que la enfrentará a extrañas dimensiones de la vida y de la muerte. Esta ciudad, que años atrás fue símbolo de la prosperidad y la abundancia, parece ahora sumida en una depresión propia de la posguerra. Elementos de nuestra época se entrelazan en esta novela: la búsqueda incesante del placer sexual, las drogas, las pérdidas de conciencia, la corrupción, los desahucios y el espíritu de la venganza… pero no es posible respetar a los verdugos.
–Aprovechas el ritmo de la novela negra para hacer una reflexión sobre la actual situación tanto social como económica y moral. ¿Es lo que el género impone al autor cuando se embarca en una novela así? ¿Qué surgió primero la intención de crítica o la de una trama policial?
–El género no impone demasiadas cosas, y hay muchas formas de abordar la novela negra. En mi caso surgió primero el argumento fundamental, el que atañe a lo ocurrido con Olalla y la venganza de su novio. En otoño del 2012, tras llevar todo el año observando el efecto repetición de los asesinos en serie que yo prefiero llamar terroristas solitarios, tuve la impresión de que el mundo se había vuelto bastante sangriento y decidí ubicar la historia de Olalla en el año 2012.
–¿La locura y la obsesión son algo difícil de evitar en situaciones límite como la que planteas en tu libro?
–Si colocas a los personajes en la situación adecuada, sí que puedes comprender, y en cierto modo aceptar, que hay laberintos que pueden tener varias salidas, cierto, pero todas vinculadas a la muerte.
–Recuperas el temple investigador de Ágata Blanc para este nuevo caso, pero ¿qué rasgos destacarías de esta detective a la hora de presentarla a un nuevo lector?
–Lo más destacado, aparte de su presencia y su carácter, es su estrategia: deja que las cosas sucias las hagan los otros, de forma que ella rara vez se mancha de verdad, y siempre intenta ganar la guerra sin entablar batallas. La guerra que se plantea en la novela la gana de algún modo Ágata participando solo en una batalla: la final.
–El escenario y los porqué son elementos claves de tu novela, ¿más incluso que el descubrimiento del asesino?
–El escenario cumple la misma función que en todas mis novelas: debe arropar en todo momento la acción, y potenciarla si cabe. Respecto a la intriga en sí, creo que lo más importante reside en el cómo y el qué: cómo son los culpables, qué hicieron exactamente y qué va a ser de ellos.
–¿La venganza es un plato que se degusta frío o el resultado de ofuscaciones mal llevadas? En ambos casos y ante un daño, ¿todo hombre es capaz de vengarse?
–Naturalmente: a los largo de la vida juraría que llevamos a cabo muchas pequeñas venganzas, y a veces también alguna grande.
–Aunque la novela es muy actual, da la impresión que la mitología clásica sigue siendo una fuerte referencia en tu escritura.
–Referencia sí, pero siempre que no resulte inútil y esté bien integrada en la acción.
–El diario de la víctima continua siendo la voz silenciosa de la misma, la influencia sobre los vivos… Tremendo. ¿Lo planeaste así?
–Me lo planteé así cuando estaba creando el personaje de Lucila y me colocaba en su punto de vista. Para ella Olalla es un espíritu que flota en el aire de la noche. Ágata sin embargo es agnóstica, y más que sentirse abducida por un espíritu, se siente abducida por el diario de Olalla. Digamos que Olalla puede poseerte a través de su escritura: es lo que le ocurre a Ágata con ella.
–Todos los personajes tienen un lado oscuro, incluso la detective Blanc. ¿Inevitable? ¿Algo que todo el mundo tiene y oculta?
–Más que tener lado oscuro, tienen deseos, que quizá viene a ser lo mismo. Deseos de todas las características.
–Sexo, drogas, placer… ¿perder la conciencia permite vivir al margen de problemas?
–No lo creo. Y en lo que respecta a las drogas, a lo sumo te pueden sacar unas cuantas horas de la realidad.–En una situación de crisis patente como la que presentas, entiendo que la educación y la cultura son imprescindibles. ¿Qué piensas de lo que está ocurriendo en nuestro días en relación al tema?
Todas las conquistas sociales se han de preservar. Eliminarlas es retroceder en el tiempo. El problema reside en que los retrocesos históricos no están permitidos por el mismo devenir de la historia y crean situaciones abismales. La sociedad se parte y empieza a generar movimientos contradictorios: por un lado se paraliza, y por otro se radicaliza al acentuarse las diferencias económicas y sociales.