La primera canción es “Movimiento”, en donde hace un clamor por los inmigrantes. “Yo no soy de aquí, pero tú tampoco”, dice en un tema para cuyo video fue elegida la corredora tarahumara Lorena Ramírez, de 22 años, un aporte espléndido para dar a conocer los movimientos de personas que van de un lado a otro del mundo.
Ciudad de México, 26 de noviembre (SinEmbargo).- “Bendita servilleta de los bares”, canta en “Telefonía”, para decir que uno da el mensaje de amor en cualquier clave: “pasan milenios, cambian los nombres de los amantes, pero el mensaje sigue siendo te quiero, te querré, te quise siempre”, dice Jorgre Drexler en otra de sus canciones de Salvavidas de hielo, un disco muy diferente a Bailar en la cueva, donde hacía un elogio al cuerpo y al liberarse de la cotidianidad.
De ese trabajo queda un videoclip para “Universos paralelos”, dirigido y protagonizado por David Trueba, donde puede verse a hombres flacos de la mediana edad tratando un poco de romper el medio ambiente y bailando para sí mismos.
Pero este es otro disco, una actividad donde “Pongamos que hablo de Martínez”, donde el uruguayo explora la milonga de su tierra natal y donde Salvavidas de hielo incluye asimismo muchos elementos de la cultura mexicana, representados por el Son Jarocho de Veracruz en sus características guitarras tradicionales, jaranas y leonas, porque este es un trabajo ejecutado con guitarras especialmente.
“Las guitarras están usadas como instrumentos de percusión, como instrumento armónico, no hay otro sonido que no sea tocado por la guitarra”, dice Jorge Drexler, quien para su tema “Movimiento”, se puso en contacto con el director de fotografía Lorenzo Hagerman, quien después de haber grabado en la Sierra del Cobre las imágenes de Lorena corriendo con su vestido tradicional y las sandalias de plástico, mandó el trabajo a Madrid, donde se montó con imágenes del propio Drexler.
La canción es bellísima y el video también, muy metafórico al mismo tiempo para demostrar como seguimos “la manada de bisontes” para explicar dónde vivimos ahora, que en el caso de Jorge es Madrid, junto a su esposa, la actriz y cantante española Leonor Watling, desde hace 23 años, “donde vive a invitación de Joaquín Sabina”, contó en la televisión.
“La canción nos define como especie. Antes de ser homo sapiens ya había instrumentos musicales, un protolenguaje que se cantaba. La canción tiene millones de años. Incluso los libros sagrados de muchas religiosos fueron cantados antes de ser transcriptos a la palabra escrita”, dijo el autor de “El pianista del gueto de Varsovia”, “Sea” –tema que llegó a cantar con Mercedes Sosa- y “Todo se transforma”, entre muchas otras.
“La verdad es que sí, me gusta mucho explorar los nuevos sonidos, me gusta que el disco tenga un sentido, encontrar un camino nuevo, una vía de investigaciones cada disco”, dijo el cantante y compositor –“guitarrista más que nada”, expresa a la hora de definirse- que ha elegido a tres mujeres para que lo acompañen en Salvavidas de hielo.
Canta “Asilo”, con la chilena Mon Laferte, una melodía dulce y nostalgiosa, “cuando amanezca yo pondré una cafetera y habré llevado esta nube hacia otro cielo”, donde la voz de Mon aparece como quebrada y sugerente, en un tema sensual, fruto de un amor que busca “una noche de asilo”.
“Abracadabras”, con la experiencia y galanura de Julieta Venegas, es un tema candombero, que remite entre otras cosas a Eduardo Mateo (Montevideo, 1940-1990), creador del candombe beat (murga uruguaya con aromas de Ravi Shankar y Los Beatles).
“Mis discos primeros son más candomberos, muy cercanos a la música popular uruguaya, de Jaime Roos, de Fernando Cabrera, yo era más de banda antes y de hacer candombes en mis primeros trabajos y creo que este último disco está más centrado en la canción”, dice el autor de “Al otro lado de un río”, ganador de un Oscar, banda de sonido de la película Diarios de motocicleta.
Y la última canción, la que da nombre al disco es “Salvavidas de hielo”, que Drexler canta con la artista del momento, Natalia Lafourcade, con la que hace un dúo inolvidable. Es una canción cantada como un mantra y que tiene al mismo tiempo una raíz profundamente sudamericana, como si hubiera vuelto a nacer Atahualpa Yupanqui, muy de la tierra, muy del suelo latinoamericano, aunque la migración está a la orden del día.
“México me resulta inspirador y visitar este país es para mí como ir a otro planeta. Este lugar es fascinante para un uruguayo. No hay que olvidar que vengo del país más pequeño de Sudamérica, para nosotros México es sorprendente entre otras cosas por la dimensión magnífica de las cosas, un concepto prehispánico que hace que todo sea gigante”, dice Drexler.
“Era practicante de medicina y trabajaba en una guardia de hospital. Con mi propio dinero hice mi disco. Me costó exactamente mil dólares y se vendieron, también puedo decirlo con exactitud, 33 copias. A 31 de las personas que lo compraron, yo las conocía”, contó el hombre que vuelve a visitar la canción, “porque somos al final de esa especie”.