Aunque buena parte de su vida era un misterio, el científico británico James Smithson pudo llevar sus conocimientos y filantropía a los Estados Unidos y fundar uno de los principales institutos de conocimiento en el mundo.
Por Beatriz Juez
Washington, 26 oct (dpa) – El complejo museístico Smithsonian de Washington celebra estos días el 250 aniversario del nacimiento de su fundador, James Smithson (1765-1829), un que dejó su legado a Estados Unidos en su testamento y cuyo dinero se utilizó inicialmente para financiar esta institución.
James Smithson nació en Francia en 1765 y se llamó al nacer James Lewis Macie. Su fecha de nacimiento exacta es un misterio. Su madre viajó a París para dar a luz en secreto. Era hijo ilegítimo del terrateniente inglés Hugh Smithson, duque de Northumberland, y de Elizabeth Keate Hungerford Macie, una viuda de estirpe real.
Tras la muerte de su madre, él y su hermanastro heredaron una considerable fortuna de la familia de ella. Y en 1802, Macie cambió legalmente su apellido por el de su padre.
Smithson, que estudió en Oxford, fue a los 22 años el miembro más joven de la Royal Society de Londres, una de las sociedades científicas más antiguas de Europa.
Descubrió el mineral de esmithsonita, que lleva su nombre. Y entre los estudios que publicó en revistas científicas destaca la composición química de la lágrima de una dama. «Esa era su respuesta al ver una mujer llorar, analizar la lágrima químicamente», bromea Pamela Henson, historiadora del Smithsonian.
Smithson murió en 1829 en Génova (Italia) y su cuerpo fue enterrado en el cementerio protestante inglés. No se saben las causas de su fallecimiento.
A su muerte, Smithson le dejó su dinero a su sobrino, Henry James Dickinson. Pero en su testamento dejó dicho que si su sobrino moría sin hijos legítimos o ilegítimos, como así fue, su fortuna debía ir «a los Estados Unidos de América, para fundar en Washington un establecimiento de aumento y la difusión del conocimiento entre los hombres».
Se desconocen las causas por las que ni Smithson ni Dickinson tuvieron herederos. «Era hijo ilegítimo y ninguna dama de la alta sociedad británica iba a aceptar casarse con él. O quizá era homosexual. No lo sabemos», explica la historiadora.
En aquella época, se montó un apasionado debate en Washington sobre si había o no que aceptar la herencia de Smithson. «Hubo un debate sobre si aceptar el dinero de un extranjero, especialmente un británico», cuenta Rick Stamm, comisario principal del Castillo de la Institución Smithsonian, situado en el National Mall, la explanada de los museos y edificios de Washington.
El presidente Andrew Jackson era partidario de aceptar el legado. Finalmente, en julio de 1836 el Congreso lo autorizó.
«¿Por qué dejó su fortuna a Estados Unidos? Todavía sigue siendo un misterio», explica Stamm. Smithson dejó su fortuna a un país que nunca visitó.
Pero los 508.318 dólares que le dejó al pueblo estadounidense fueron el germen del actual complejo museístico Smithsonian. El dinero llegó a Estados Undios en forma de monedas de oro dentro de once cajas.
«Le gustaba la química y el juego. Afortunadamente para nosotros no dilapidó su fortuna en el juego», señala la historiadora del Smithsonian.
A principios del siglo XX, les informaron que los restos de Smithson iban a ser exhumados en Génova y trasladados a otro cementerio. Y en 1904 decidieron llevarlos a Estados Unidos. El encargado de la misión fue Alexander Graham Bell, el inventor que patentó el teléfono y que por aquel entonces era regente de la Institución Smithsonian.
Sus restos se encuentran ahora enterrados en una cripta en El Castillo del Smithsonian. Su sarcófago erróneamente dice que Smithson falleció a los 75 años, aunque en realidad tenía 64 años cuando murió. «No crean todo lo que lean, aunque esté escrito en piedra», aconseja Stamm.
Si bien existe la leyenda de que el fantasma de Smithson recorre los pasillos del Castillo, ni el comisario ni la historiadora lo han visto pese a llevar años trabajando en la institución.
Sus papeles y su amplia colección de minerales fueron destruidos en 1865 en un incendio, que dañó parte del Castillo del Smithsonian.
Así es como después de «muchas vueltas y rodeos y contra todo pronóstico» nació esta institución en 1846. «Una serie de circunstancias extraordinarias rodearon la creación del Smithsonian. Si el desenlace de una de ellas hubiera sido diferente, probablemente la institución nunca habría existido», según se explica en el centro de visitantes del Castillo.
El Smithsonian cuenta ahora con 19 museos y galerías de arte, 9 centros de investigación y un zoológico; y tiene 26.7 millones de visitantes al año.