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Adela Navarro Bello

26/11/2014 - 12:00 am

La mala reputación de Peña (O la realidad evidenciada)

Antes que José Mujica, el Presidente del Uruguay, fueron entidades como la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, Humans Rigths Watch, la Unión Europea, e impresos como The New York Times, The Washington Post y The Economist, por mencionar algunos o como dicen, los de mayor penetración en el ámbito internacional. El común denominador de […]

Antes que José Mujica, el Presidente del Uruguay, fueron entidades como la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, Humans Rigths Watch, la Unión Europea, e impresos como The New York Times, The Washington Post y The Economist, por mencionar algunos o como dicen, los de mayor penetración en el ámbito internacional.

El común denominador de todos ellos fue hablar, opinar, expresar un juicio y una posición respecto lo que sucede en México en el tenor de lo que todos los mexicanos sabemos de cierto: el fatal binomio de crimen organizado y corrupción.

Los mexicanos realmente no necesitamos que desde el extranjero nos digan que las cosas andan muy mal en nuestro país. Que todos los días hay ejecutados en cuanto municipio existe, que las corporaciones policíacas están corrompidas algunas hasta la médula, y que hay una terrible incapacidad investigativa en el Ministerio Público, el único con la facultad de ejercer la acción penal en este país.

Lo de los muertos lo vemos a diario. El horror de los desollados en Guerrero, en Nayarit, en Sinaloa, los brutalmente asesinados en Baja California y los ejecutados a cualquier hora en Baja California Sur. Con todo y el maquillaje oficial las listas de los muertos producto de las vendettas del narcotráfico y el crimen organizado en México, van en aumento. Más de 36 mil oficialmente enlistados.

De los desaparecidos los vivimos también, los recordamos en voz y manifestación de sus padres, no sólo los de Iguala que se han convertido los 43 en el emblema del hartazgo social por muchas razones pero por una en especial: eran estudiantes de una normal rural, por lo tanto mexicanos desfavorecidos en busca de una oportunidad. A lo largo y ancho de México se han creado organizaciones ciudadanas para dar apoyo, sustento e investigación a los familiares de los desaparecidos que, como los ejecutados, la cifra asciende más allá de los 22 mil de acuerdo al propio Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas.

Sobre la corrupción en las corporaciones policíacas baste decir que desde hace por lo menos 15 años (cuando el Presidente Ernesto Zedillo creó la Policía Federal Preventiva) no ha habido una real limpia en las instituciones de seguridad. La táctica ha sido cambiarle el nombre a las corporaciones policíacas que carecen de credibilidad, un día es Federal Preventiva, otro Federal de Investigación, luego Federal Ministerial o solo Federal, lo mismo ocurre en muchos estados. Otra estrategia es crear nuevas organizaciones como la Gendarmería Nacional o la Comisión Nacional de Seguridad ahora tan de moda y tan insuficientes. O pasar la responsabilidad que las policías corruptas no cumplen por obvias razones a otras instituciones como la Armada o el Ejército Mexicano.

No hemos visto pues, una limpia de agentes corruptos y deshonestos como México lo amerita al ser este uno de los principales problemas que nos lleva a vivir en un clima de horror y terror; no podemos olvidar ni dejar pasar que en la mayoría de los secuestros los criminales organizados son auxiliados por Policías de indistintas corporaciones, lo mismo apoyan a sicarios del narcotráfico y alcaldes de mala voluntad como fue el caso de Iguala.

El Presidente Enrique Peña Nieto dejó el tema de la inseguridad de lado para concentrarse en cambiar leyes para “asegurar” la bonanza económica de México, sin considerar que los altos índices de criminalidad inhiben la economía y opacan cualquier acción reformista por más bondadosa que sea o se quiera vender.

Enrique Peña Nieto pasó así en el extranjero –dado que los mexicanos siempre hemos estado consientes de la corrupción, la inseguridad y la violencia en el país- de representar la salvación a cargar con la mala fama. Al Presidente ya no se le respeta tampoco en el extranjero. No fue gratis, de hecho podría decirse que se lo ha ganado. No supo cómo dar certera investigación y posición al caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, lo minimizó hasta que el tema le alcanzó diez días después de aquel fatídico 26 de septiembre de 2014.

Peña no actuó como el líder que en el extranjero creían que era. Primero intentó deslindarse de la responsabilidad, luego politizarla y finalmente tomarla sin esclarecerla. En medio de la violencia se fue de viaje y reporteros de investigación de Aristegui Noticias le develaron la transa de la Casa Blanca, un hecho que parece tráfico de influencias entre una constructora y la familia del Presidente, y que tanto en México como en el exterior, se pide sea debidamente investigado –el PAN (quizá en un intento por recuperar algo de dignidad) ha solicitado la creación de una comisión legislativa especial para investigar el tráfico de influencias, y que el de la “Casa Blanca” sea la primera encomienda de la algún día vigente Fiscalía Anticorrupción.

A Peña el sueño de la presidencia perfecta no le duró ni dos años. La manipulación de los acontecimientos no le ha sido suficiente. Finalmente se develó su realidad y se intensificó la de la violencia en el País. Su mala fama está fundamentada. De manera notoria en las últimas semanas al ir de un evento desafortunado hacia otro, detonados –o colmados- a partir de la desaparición de los 43 normalistas, ha sido sistemática la forma en que la comunidad internacional y mediática ha fustigado la actitud de Peña que pasa de la evasión al enojo con la sociedad que se organiza para hacerle frente.

Tanto los medios internacionales como los activistas del mismo rango, han coincidido en cómo México va de mal en peor, con una oleada de muertos y una increíble cohesión social para manifestarse ante lo que se ve como una incapacidad del Estado Mexicano para dar seguridad, certeza jurídica y paz a los mexicanos en cualquier municipio. La barbarie del crimen organizado, la arremetida contra los seis estudiantes asesinados y los 43 desaparecidos, y los cientos de miles de ejecutados –más de 36 mil en los primeros 19 meses de gobierno de Peña- la ubican como el resultado de la corrupción en México que resulta en impunidad para quienes cometen delitos.

México es un país de esos en los que un asesino o muchos, pueden salir airosos de sus crímenes, no recibir castigo y de hecho ser protegidos en su identidad por la propia autoridad.

Las últimas declaraciones en ese sentido, las del presidente José Mujica del Uruguay, y hechas como respuesta a preguntas exprofeso en una entrevista de Foreing Affairs, parecieron molestar al presidente mexicano que hasta al Embajador de México en aquellas tierras llamó para hacer cuentas.

La realidad es que Mujica no mintió, no exageró y no difamó a quien encabeza el Poder Ejecutivo Mexicano. Es la opinión de un mandatario latinoamericano –y como él lo asevera, “lo que se ve a la distancia”-, son expresiones que en el México independiente, crítico, analítico y contestatario, se dan todos los días. Valga la pena leerlas una vez más:

“Es terrible que se caiga en ese tipo de cosas. A uno le da una sensación, visto a la distancia, que se trata de una especie de Estado fallido, que los poderes públicos están perdidos totalmente de control, están carcomidos. Es muy doloroso lo de México. Yo apelo a que México reaccione en su ética y en su moral.

“Esto es posible por una gigantesca corrupción. La corrupción se ha establecido, me da la impresión, visto a la distancia, como una tácita costumbre social. Seguramente, el corrupto no está mal visto, es un triunfador, es un señor espléndido. Por ese lado, estamos fritos

Yo creo que este episodio de los estudiantes y cosas por el estilo, no tiene otro camino que la investigación y que los responsables paguen. No es negociable. No se puede colocar esto en el largo capítulo de las consecuencias de la dictadura, etcétera. Esto es un fenómeno de una calidad en sí mismo, que dejarlo pasar es casi una atrocidad

“Lo mejor de México está obligado —caiga quien caiga, le duela a quien le duela y tenga la consecuencia que tenga— a aclarar este asunto, porque a raíz de este episodio surgieron cosas laterales, como la aparición de tumbas que no estaban. Quiere decir que hay más muertos que no están ni siquiera reclamados. Entonces la vida humana es menos que la de un perro.

“Es muy difícil que esto suceda en una sociedad moderna, porque además no es ninguna lucha política, es corrupción de cabo a rabo. Es todavía peor que la dictadura, porque las dictaduras, siendo feroces, por lo menos tienen un enfoque que pretende ser político. Esto es corrupción, esto es un negocio, es plata”. Hasta ahí la cita textual tomada del portal www.revistafal.com de la entrevista realizada por Elías Camhaji.

¿Qué de lo que opinó Mujica es falso? ¿Quién se puede atrever a decir que en México no hay corrupción? ¿Qué no ha habido terror en los últimos meses? ¿Qué la impunidad no es una realidad? El de Peña es un caso indefendible ante la falta de acciones concretas de su parte para castigar a los culpables y dar justicia a las víctimas.

La mala reputación del presidente ya trasciende las fronteras de México, ya los mexicanos no están tan solos en su pensar.

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