Las tres torres de Emiliano Zapata 252, que albergaban a 113 familias, hoy están en riesgo debido al sismo de hace una semana. Esos edificios, que resistieron el sismo de 1985 cuando tenían dos años de construidos, no pasaron la prueba ante la sacudida de 7.1 grados del 19 de septiembre pasado.
Más de un centenar de familias que los habitaban hoy vive en albergues o casas de familiares y amigos, conformaron brigadas de seguridad para evitar que sus pertenencias sean robadas.
A una semana del temblor, llaman a las autoridades a no olvidarse de los damnificados. «No nos dejen de ver. No hagan como que no pasa nada… pasó y mucho. Es una catástrofe de alto impacto en el aspecto emocional y en la vida cotidiana. No se olviden de nosotros. Que el apoyo se extienda», dice Mónica Taffoya García, quien desde hace nueve años paga el departamento que hoy podría perder.
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Ciudad de México, 26 de septiembre (SinEmbargo).– Resistió el temblor de hace 32 años, pero ya no pudo más. Hoy, una cinta amarilla advierte el peligro que significa dar un paso a su interior. Las 113 familias que habitaron por décadas el condominio ubicado en avenida Emiliano Zapata, número 252, colonia Santa Cruz Atoyac, delegación Benito Juárez, hoy viven en albergues o casas de familiares y amigos.
Mónica Taffoya García nunca imaginó que al llegar encontraría acordonada la casa donde habitaba desde hace más de una década, el lugar en el que vio nacer y crecer a su hijo. A pesar de recordar el sismo del año 1985, pensó que al sur de la capital mexicana nada pasaría.
«Siempre esperas que todo esté bien, que no pase nada […]. De un momento a otro nos quedamos sin casa, nos quedamos sin nada», dice en entrevista para SinEmbargo, sentada en una pequeña área verde del condominio donde radica su hermana y en el que actualmente se refugian ella y Andreas, su hijo de 8 años.
La psicóloga de profesión recuerda que después del temblor salió apresuradamente a buscar a su hijo y mientras avanzaba, la preocupación crecía, pues el camino de vidrios rotos y edificios dañados le advertían que la situación era más grave de lo quiso pensar.
«Por él fui corriendo y al avanzar veía edificios colapsados, vidrios por todos lados», comenta.
El departamento fue construido en 1983, dos años antes del terremoto que sacudió a la Ciudad de México y arrasó con la vida de más de 10 mil personas. Mónica comenzó a habitarlo en 2006, lo adquirió mediante un crédito de Bancomer que a la fecha todavía paga, por lo que en los próximos días se reunirá con ejecutivos de la institución bancaria para saber qué gastos cubre.
La unidad cuenta con 3 torres (A, B y C) de 6 pisos, cada uno de ellos con 8 departamentos. De los 144, 113 se encontraban habitados. Es decir, 113 familias están desamparadas, el terremoto les dejó incertidumbre y desamparo.
En la Torre B, de acuerdo con Mónica, Protección Civil detectó que un par de las 12 columnas que sostienen, se encuentran fracturadas y fue por ello que determinó restringir el paso a los condóminos.
Además, la también maestra consultó “Salva tu casa”, una plataforma colaborativa que pone en contacto a arquitectos e ingenieros estructuristas con ciudadanos que se han visto afectados por el sismo de hace una semana, y coincidieron con Protección civil. «Ellos lo ven totalmente inhabitable. Es riesgoso habitar allí», sostiene.
«En nuestro departamento todo está volteado, todo se cayó, pero en fin, somos afortunados de estar aquí, de estar vivos», comenta.
Sin embargo, los habitantes están a la espera del dictamen por escrito para saber cuál será el futuro de los edificios.
Mientras tanto, los vecinos ya realizan trámites para dar de baja servicios como internet, televisión por cable y teléfono, pues seguros están de que no podrán retomar su vida allí muy pronto.
Mónica incluso solicitó el apoyo que ofrece el Gobierno de la Ciudad de México: 3 mil pesos mensuales durante 3 meses para la renta de algún inmueble. El mismo día que realizó el trámite, para el que presentó su identificación oficial y comprobante de domicilio, recibió el primer cheque.
Las 113 familias que hoy por hoy se encuentran desamparadas se coordinan para realizar guardias a las afueras del inmueble, a fin de evitar el robo de sus pertenencias.
«Se acordonó y comenzamos a hacer las guardias. Estamos en espera del dictamen», indica.
Hace un par de días, con el fin de recuperar documentos y objetos necesarios, las familias se organizaron para ingresar a sus hogares y en cada piso un coordinador enviado por Protección Civil apoyaba. Mónica, tomó lo indispensable: actas de nacimiento, papeles del departamento, comprobantes de domicilio, ropa, una computadora y un álbum fotográfico, este último, dice, «para no olvidar, porque mi hijo y yo tenemos una historia».
«Cada vez que alguien salía, todos aplaudíamos», recuerda. Los vecinos tenían la instrucción de que al escuchar cualquier sonido extraño debían desalojar inmediatamente con precaución.
PIDE AL GOBIERNO NO OLVIDARLOS
Mónica exige que las autoridades no apuesten al olvido de los damnificados y que atiendan la crisis de salud emocional que pudiera desatarse tras el sismo. «¿Cómo vamos a volver a las escuelas, al trabajo, cómo vamos a regresar a la normalidad? Estamos aterrorizados», sostiene.
«No nos dejen de ver. No hagan como que no pasa nada… pasó y mucho. Es una catástrofe de alto impacto en el aspecto emocional y en la vida cotidiana. No se olviden de nosotros. Que el apoyo se extienda», pide a las autoridades la psicóloga, quien da clases en una universidad privada.
Y agrega: «esto va para largo, que se desplieguen todos los recursos necesarios porque es muy gacho ya no tener en dónde estar, que tu casa se haya perdido. Es una pérdida muy fuerte. Hay incertidumbre, ¿ahora qué voy a hacer?»
Aunque agradece contar con el apoyo y refugio de su hermana, lamenta que muchos de sus vecinos no cuenten con la misma suerte.
«Estoy afectada, estoy tocada. Toda la ciudad. Muchos perdimos nuestra casa, perdimos nuestras cosas. Fue muy impactante entrar a ver toda la casa volteada al revés. Es difícil no poder sacar cosas, claro que primero está la vida, pero esto es un fuerte impacto», expresa consternada.
Frente a su casa, los restos de un edificio derrumbado le recuerdan la fragilidad del ser humano. Varias personas murieron allí. «Pude haber sido yo. Todo el tiempo es reflejarte en el otro. Es un hueco en la calle, pero es más un hueco en la vida, en el alma», asegura.
Mónica cita una frase que vio en redes sociales y la hace suya: «los jóvenes han tomado la ciudad, ojalá no la suelten», dice esperanzada.
La madre subraya que a los mexicanos que la catástrofe fue un recordatorio, pues «se nos estaba olvidando cómo unirnos», «hacía falta, no el desastre, sino que nos miráramos y nos apoyáramos, que nos uniéramos. Toda la ciudad está tocada. El terremoto ya nos invitó a un cambio, ojalá continúe esta organización».
«Los mexicanos somos fuertes y nos vamos a levantar. Estamos más fuertes que nunca».