En San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, se producen alimentos frescos y nutritivos en chinampas –en su mayoría– al cuidado de adultos mayores. Sin embargo, la falta de apoyos económicos por parte del Gobierno y la extensión de la mancha urbana son problemáticas que en los últimos años han puesto en jaque este tipo de producción.
En un par de terrenos cuya extensión llega a los 2 mil 500 metros cuadrados, la mujer de 66 años de edad siembra lechuga, cebollín, calabaza, jitomate, tomate, brócoli, acelgas, maíz, frijol, perejil, chilacayote, limón, naranja, higo, granada, amaranto y mucho más, sin uso de agrotóxicos y pesticidas. Los saberes que Flora heredó alimentan a su familia, su natal pueblo, comunidades vecinas, a su ciudad y otros rincones del país.
Ciudad de México, 26 de agosto (SinEmbargo).- Su nombre es Flora, como el de la diosa de los jardines, las flores y la primavera, en la mitología romana. Cada día, antes de que el sol se asome, llega a cuidar su tesoro verde: una chinampa situada en el paraje de Ostotzinco, en el pueblo de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco. Toda su vida, incluso durante las tres décadas que fue maestra de primaria, se ha dedicado al cultivo de un vasto abanico de alimentos frescos y saludables.
La palabra chinampa se deriva del náhuatl chinampan, que significa «en la cerca de cañas». Se trata de un sistema artificial de cultivo de plantas y hortalizas, construido en zonas donde el agua abunda. Por allá de 1519, la forma de cultivar se volvió popular y abarcó casi todo el lago Xochimilco y en el lago de Texcoco.
Hoy por hoy, las pocas chinampas que sobreviven en el mundo se ubican en la Ciudad de México: Xochimilco y Tláhuac las albergan, de acuerdo con datos oficiales.
En un par de terrenos que en total miden 2 mil 500 metros cuadrados, la mujer de 66 años de edad siembra lechuga, cebollín, calabaza, jitomate, tomate, brócoli, acelgas, maíz, frijol, perejil, chilacayote, limón, naranja, higo, granada, amaranto y mucho más. Tiene también un espacio al que llama «farmacia viviente», allí hay manzanilla, ruda, romero, menta y un largo etcétera de hierbas con diversas propiedades, que, además, cuenta, repelen de forma natural algunas plagas.
Su madre la enseñó a trabajar la producción chinampera desde que era una niña de 10 años, cuando su padre murió. Los saberes que Flora García heredó alimentan a su familia, a su natal pueblo, comunidades vecinas, a su ciudad y otros rincones de su país: Las hortalizas que cada día nacen de sus tierras se comercializan en San Gregorio Atlapulco, en el mercado de Milpa Alta y en la Central de Abasto –esta última se fundó en 1982 y de allí entran y salen productos hacia cualquier parte de la capital y de los estados que la rodean–.
Eros, su nieto de 5 años, la acompaña de vez en cuando. El pequeño, cuyo nombre hace referencia al dios de la fertilidad en la mitología griega, recorre los verdes campos y se maravilla con las abejas, las catarinas, los caracoles y las arañas de largas patas. Se detiene a oler las flores, continúa su camino y mira a su abuela con atención mientras ella explica que los coloridos insectos pasan por sus tierras porque no hay venenos.
Las prácticas en aquellos campos trabajados con pasión por Flora y una persona más, evitan por completo los agrotóxicos y pesticidas. Se valen de todo lo que la naturaleza pone a su alcance para producir frutas y verduras orgánicas que no sólo llenan platos y cuerpos, sino también corazones.
«Tenemos buenas prácticas, trabajamos la lombricomposta, utilizamos abonos orgánicos y composteamos la maleza para reintegrarla a los suelos a los dos meses. Son productos orgánicos», narra.
Y agrega orgullosa: «Me encanta venir a trabajar en las mañanas antes de que salga el sol porque el rocío está en su máximo punto y eso es a las 6:30 de la mañana. Es fabuloso recolectar las cosechas y decir ‘este producto es orgánico o está libre de pesticidas’; que llegue a la mesa y decir ‘me lo voy a comer con todo el gusto del alma porque yo lo cultivé'».
Mario Páez, también tiene 66 años de edad y produce hortalizas que él mismo vende en una carretilla ubicada en la explanada de la Iglesia del pueblo de San Gregorio Atlapulco, donde otras personas –la mayoría de la tercera edad– realizan las mismas actividades.
En el pueblo viven muchas personas mayores que trabajan por preservar la tradición de alimentar saludablemente a toda una nación. Flora y Mario son una muestra de ello.
«Son frescas», dice mientras mira su pequeño vehículo lleno de hortalizas. «Regularmente la cosecha la vamos haciendo diario y ofrecemos precios razonables», añade.
Mario trabajó en el Gobierno federal hace hace varios años y al jubilarse decidió dedicarse de lleno a la producción chinampera que sus ancestros le inculcaron, la lleva a cabo en un campo de 3 mil metros cuadrados que comparte con sus hermanos.
Recuerda que hace muchos años, los pueblos de Xochimilco eran de los «productores más fuertes» de la Ciudad de México, que contaban con la capacidad de proveer aún más alimentos saludables, sin embargo, a consecuencia de la urbanización, «muchas de las chinampas se extinguieron».
Tanto Flora como Mario señalan la importancia que los campesinos tienen en una sociedad: asegurar la alimentación de millones de personas. Pero, lamentan que en ningún momento han recibido apoyos por parte del Gobierno para detonar o hacer crecer aún más su producción y denuncian que la corrupción ha sido causa de ello.
Hace algunas semanas, Flora se acercó a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) a fin de solicitar un apoyo de 80 mil pesos que destinaría a la compra de plantas y tierra de hoja para así aumentar la obtención de limón persa, pero le fue negado: la persona que le atendió, aseguró que la dependencia federal –aún a cargo del licenciado Baltazar Hinojosa Ochoa– ya no cuenta con recursos económicos y le sugirió regresar después del próximo 1 de diciembre, una vez que el Presidente electo Andrés Manuel López Obrador entre en funciones.
«Es la corrupción», afirma Flora. «Venga de aquí a un año porque nosotros ya no tenemos recursos», rememora la señora.
Los veteranos productores coinciden además en que la siguiente administración debe poner mayor atención en el campo, por ello, le solicitan investigar si las personas que solicitan los apoyos, realmente son campesinos, pues en muchas ocasiones los recursos son utilizados para otros fines.
«[A AMLO le pediría] que nos apoyara porque tarde que temprano, el hombre tiene que regresar a la tierra, si no, ¿de dónde [se obtienen] los productos? Así tenga millones de pesos, no se puede comer los millones, tenemos que producir para que nuestro país salga adelante: producir lo que queramos, pero producir», enuncia Flora.
«Uno de los factores importantes, sobre todo para la alimentación de nuestra ciudad, de nuestra población, son los campesinos, los productores y sí necesitamos mucho apoyo porque ha sido muy descuidado ese terreno», concluye Mario en su oportunidad.