El chamán es el regente de las sombras; es quien es y no es porque su naturaleza así se lo ha asignado desde el momento en que dormía en el vientre de su madre; es creador de silencio, viento y humo; el chamán es todo y nadie.
Por Emanuel Bravo Gutiérrez
Ciudad de México, 26 de agosto (SinEmbargo).- El mundo del chamanismo está construido a partir de dualidades: ruido-silencio, luz-sombra, presencia-ausencia. Él es quien se encuentra en el punto intermedio de este binomio. No forma parte de ninguno, pero no me refiero al no-ser, porque ello implicaría la participación de esta mecánica elemental: es para no ser; de este modo trasciende sobre sí mismo y conoce los misterios de todos los mundos, porque en el pensamiento mágico, el mundo no es sólo aquello que vemos, sino también lo que es invisible: el mundo de los muertos, el de las deidades y el de los sueños.
El número dedicado al Chamanismo de la revista Artes de México gira sobre tres ejes: obscuridad, silencio, ausencia. Los ocho textos que integran la revista ilustran desde distintas posturas el papel que tiene esta enigmática figura dentro de sus comunidades y el discurso que se articula a partir de una rica tradición esotérica y religiosa.
Así, en el primer texto El mal del ruido. de Pedro Pitarch, se nos presenta un estudio sobre el uso de cantos rituales para la liberación de espíritus en la tradición tzeltzal. Ruido para silenciar voces malignas. Contradicción que puede resultar chocante para el pensamiento racional pero que tiene perfecta validez en el mundo mágico. Los parlamentos que usa el chamán para interpelar al malestar están llenos de imágenes fascinantes y que responden a un profundo sincretismo cultural:
¡Ya estoy aquí!
¿Quién me ha pronunciado?
¿Quién me ha proferido?
Un padre cura de hábito negro,
El conductor de un automóvil de Castilla,
El conductor de un tren de Castilla.
El mundo de los sueños es descrito en los estudios La oscuridad, el silencio y la ausencia en Tlacotepec, de Laura Romero y Los sueños y la mirada de los espíritus, de David Lorente Fernández. En el primero se nos dice que el chamán es: un ser esquivo que se transforma, que negocia la ausencia y que ejerce el poder que le confiere ese constante vivir en los límites del humano. Se nos explica que el chamán aprende cuando sueña o cuando no es. Sus viajes fuera de su cuerpo le permiten tener un mayor conocimiento acerca del complejo mundo que lo rodea, ver aquello que no se puede ver, lo oculto, lo que no se puede articular con palabras. Mientras tanto, David Lorente nos muestra que el sueño permite que el chamán se transforme y adopte las formas de la naturaleza, una comunión vital con el mundo de los espíritus, la cual no se restringe sólo al sueño nocturno, sino a la ensoñación en sí; de este modo, se concluye que soñar es aprender a ver con los ojos del espíritu.
Durante la lectura de la revista es inevitable trazar paralelismos entre las tradiciones tratadas, esto no encarece la calidad de los textos, sino que aporta una mirada poliédrica al fenómeno estudiado.
Por último, resalto el excelente trabajo realizado con las fotografías que acompañan la edición, principalmente las realizadas en blanco y negro, que más allá de ilustrar, logran adentrarnos en un mundo hermético y rico en simbolismos del que lamentablemente el mundo se ha alejado.
Artes de México: Chamanismo. Obscuridad, silencio, ausencia, núm. 118. Disponible en librerías y en esta página. Una sección curada por Artes de México para SinEmbargo