Ciudad de México, 26 de junio (SinEmbargo).- Uno de los juegos favoritos en las reuniones de jóvenes a lo largo del siglo XX, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, consistía en adivinar el fin del capitalismo.
Al menos el fin como mirada única para la organizar una sociedad, creando paradigmas absolutos e indiscutibles.
En el siglo XXI, ese fin parece haber llegado. Lo que no tomamos en cuenta es la infelicidad que la crisis del sistema causaría.
Los estertores del capitalismo hacen todavía a los ricos más ricos y avizoran un mundo donde la violencia ejercida por los millones de desplazados promete engrosar el caos y destruir la solidaridad entre los miembros de la especie humana.
El agotamiento de los recursos en un planeta caracterizado por el materialismo y la banalidad es otro de los factores que amenaza con convertir la vida en un verdadero infierno sin solución ni pausa.
Desde lo económico, el francés Thomas Piketty parece haberlo dejado muy claro en su aclamado libro El capital del siglo XXI y en la víspera ha levantado la voz pidiendo una gran conferencia para debatir sobre la deuda en toda Europa.
En una entrevista publicada en el semanario alemán Die Zeit, el renombrado economista galo afirmó entre otras cosas que “es inevitable una reestructuración de la deuda, no sólo en Grecia sino en muchos países europeos”.
«Necesitamos una conferencia sobre el conjunto de las deudas de Europa como tras la Segunda Guerra Mundial», agregó.
«Socavar la democracia en Europa, como hace actualmente Alemania, mientras se establece un automatismo regulado en el endeudamiento de los Estados apoyado, sobre todo, por Berlín, es un grave error», reflexionó Piketty, siguiendo sin querer la línea que, desde la ficción, establece también el joven escritor israelí Nir Baram en su reciente novela La sombra del mundo (Alfaguara).
Concede el escritor, en entrevista exclusiva con SinEmbargo, que algunos periodistas ya han hecho en Europa la comparación entre su libro y el de Thomas Piketty. Como sea, ya son muchos los textos que como el suyo están motivados por la necesidad de narrar la crisis del capitalismo a las nuevas generaciones.
Nir Baram, tras el éxito de Las buenas personas, regresa con lo que su casa editora ha denominado “el manual oficial sobre la protesta global”, elegido libro del año por Time Out.
Gabriel Mantsur, joven hombre de negocios con un futuro prometedor, aprovecha las suculentas oportunidades que la globalización ofrece en la década de los noventa. Gracias a ellas, se convierte en un prominente miembro de la sociedad israelí, pero a medida que prospera las dudas sobre la honestidad de sus poderosos padrinos aumentan.
Mientras, en Londres, un grupo de jóvenes, desempleados, sin hogar, críticos con el mundo en el que viven, decide organizar una huelga planetaria.
Nir Baram nació en Jerusalén en 1976. Publicó su primera novela, Purple Love Story, cuando tenía 22 años. Tras The Mask-Ball Children (2000), su segundo libro, dio a conocer The Remaker of Dreams (2006), que tuvo gran éxito y fue finalista del prestigioso Premio Sapir.
En 2010, ganó el Prime Minister Award de literatura hebrea gracias a Las buenas personas, la primera novela israelí sobre la Segunda Guerra Mundial, cuyos derechos fueron vendidos a 14 idiomas y cuya publicación supuso un acontecimiento literario en todo Europa.
–Leyendo tu libro pensaba que el desastre financiero del mundo no ha sido visto ni aceptado por quienes lo generaron
–Lo que pasa es que el capitalismo es una ideología que pretende presentarse como una realidad. Nos hacen pensar que el capitalismo es tan natural como la salida del sol. La gente que se beneficia del capitalismo, que están en lo más alto del sistema, lo consideran la única manera de organizar las sociedades contemporáneas. En ese sentido, el papel de los escritores es quitarle el disfraz a esa ideología y revelarla como lo que es: una ideología. Los capitalistas no ven la destrucción que causan en el mundo, pues para ellos constituye el único orden posible. Cuando publiqué La sombra del mundo recibí más de 2 mil cartas de jóvenes lectores mucho de los cuales me decían que al fin podían entender el capitalismo desde dentro.
–Esta novela es la historia ficcionada de lo que contó Thomas Piketty en El capital del siglo XXI…
–El periódico ABC opinó igual que tú, pero la verdad es que lo leí después de escribir la novela y no antes. Lo que tengo que decir al respecto es que Piketty describe el fracaso del capitalismo con los ojos del capitalismo y no con los del comunismo, por ejemplo. El capitalismo tiene metas, ideas claras, que se transmiten en los libros de economía que nos dicen que en este sistema todos tienen una oportunidad. Piketty demostró que eso no es cierto y que el dinero se concentra en pocas familias. Que la movilidad social en el capitalismo va en caída. Por eso es tan interesante su obra. Porque demuestra que el capitalismo fracasó en todas las metas que se propuso, al igual que el comunismo lo hizo en la Unión Soviética. De alguna manera, La sombra del mundo, efectivamente, es un libro acerca de esto también.
–Están narradas las protestas globales…
–Sí, desde el grupo de Londres, por ejemplo, que plantea una protesta global, se desafía la idea capitalista de que para protestar no vale usar la violencia. Ellos son jóvenes de la periferia londinense que tienen poco que perder y que consideran que a la violencia del sistema hay que combatirla con el mismo nivel de violencia.
–Sobrevuela sobre las historias de la novela un punto de vista similar que cuestiona la uniformidad del mundo, apostando siempre por la posibilidad de que éste sea diferente…
–Es una novela que confunde un poco, porque por un lado revela el mundo tal cual lo vemos hoy, pero por otro plantea una distopia en el sentido de que crea un escenario futuro. Uno no sabe exactamente qué debe creer en la novela, porque puedes tener argumentos contra el escenario futuro, pero se ve al mismo tiempo real. Hay un espíritu anarquista en la novela, es verdad. No puedes confiar en nadie.
–Los anarquistas del principio del siglo XX, además, no temían tampoco a la violencia…
–Es verdad, pero algo ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial y esta novela transcurre durante los últimos 40 años. Desde entonces, la protesta es vista como parte del proceso político, incluido por ejemplo el movimiento Podemos en España. Si eres buen ciudadano, participas en las manifestaciones, votas, etcétera. Pero los jóvenes de Londres no votan, no participan en las marchas y creen que cualquiera que lo haga es idiota. Y si uno observa lo que ha ocurrido en Occidente durante los últimos 50 años, en cierta medida tienen razón. Tanto en los Estados Unidos como en Israel, Alemania o Francia, todos los datos económicos se mantienen idénticos, sea del signo que sea el Partido político que asuma el gobierno. Laboristas y conservadores son lo mismo, demócratas y republicanos también. La brecha entre los ricos y pobres se mantiene inmóvil e igual.
–A pesar de que dices que los procesos electorales no transforman nuestra realidad, ¿lloraste con los resultados de las últimas elecciones en Israel?
–No. Y si tú lo hiciste es porque no entiendes. Si hubiera sido diferente, si el resultado hubiera sido favorable a una organización de centroizquierda, nada hubiera cambiado para Israel. La ocupación en Palestina se mantendría exacta y por eso la novela plantea, en torno a Israel, una transformación desde abajo. La izquierda tiene mejor imagen, es cierto, pero es sólo una imagen.
–El problema es que Benjamín Netanyahu es considerado un asesino, no sólo un Presidente de derecha
–Lo que puedo decir a favor de Benjamín Netanyahu es que él es un creyente nato. Tiene una ideología clara y lucha por esa ideología. La izquierda vacila mucho y él no, supongo que por eso tiene tanto éxito.
–¿Somos presa de una idea de Israel que se construye desde los Estados Unidos? ¿Cómo es el pueblo judío realmente, qué piensa, qué siente?
–Mmm…no lo sé. Hay una gran diferencia entre ser un judío de Israel y un judío de los Estados Unidos. Mi percepción es que la comunidad judía estadounidense tiene más influencia en las comunidades judías de todo el mundo, menos en Israel. Creo que ellos niega lo que en realidad es Israel, niegan al Israel real, porque tienen una construcción idealizada de mi país. En general todos los estadounidenses, sean o no judíos, tienen una idea bastante superficial de la política. Para ellos es algo muy distinto un demócrata que un republicano, para los demás, es casi lo mismo. Si dices en los Estados Unidos que eres socialdemócrata acabas con tu carrera política. No digas ya si afirmas ser comunista. Por otro lado, la visión que allá tienen de Israel, se quedó congelada en los ‘60. Mucha gente fuera de mi país ve a Israel como a un Estado pequeño, sin poder…y la verdad no sé de qué hablan.
–¿Qué visión tienes tú de Israel?
–Es una sociedad muy joven y muy politizada. La discusión política es muy abierta, pero es al mismo tiempo es una sociedad que tiene el miedo encima siempre. La sombra del Holocausto es algo que ha matado las posibilidades de desarrollo de mi país. A los judíos se les enseña desde pequeños que cualquier persona que no sea judía constituye una amenaza para él. Me pone triste darme cuenta de que es un pueblo atrapado en sus propios muros, preso de esta idea del miedo que lo nutre. Es, además, una sociedad muy racista.
–¿Crees entonces que la política exterior de Israel es fruto de ese miedo ancestral?
–Totalmente, porque persiste la idea de que no puedes tomar grandes riesgos para proponerte algo verdaderamente grande como nación, sino que tienes que dedicar todos tus esfuerzos a proteger a tu sociedad.