El informe no se centra en el impacto de esos desplazamientos, pero sus autores avanzan que pueden ser sanitarios y económicos, porque algunas especies son vectores de enfermedades o porque su cambio de hábitat puede afectar por ejemplo a las reservas de pesca en una zona, lo que a su vez podría originar conflictos entre países.
París, 25 de mayo (EFE).- Las especies marinas huyen hasta seis veces más rápido que las terrestres de la crisis climática y son más sensibles a las fluctuaciones de temperatura, indica un estudio franco-estadounidense que subraya que la redistribución de la biodiversidad tendrá mayor impacto en los océanos que en la tierra.
Su análisis, publicado este lunes en la revista Nature Ecology & Evolution, se basó en 258 informes ya disponibles, la mayoría realizados en las dos o tres últimas décadas, para cuestionar la capacidad de adaptación de los organismos frente al calentamiento climático esperado este siglo.
Las más de 12 mil 400 especies animales y vegetales cubiertas apenas representan un 0.6 por ciento de la biodiversidad mundial, según explicó a EFE uno de sus autores, el experto del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) Romain Bertrand, pero permiten aportar ya conclusiones claras sobre el impacto del alza de las temperaturas.
Para compensar ese aumento, las especies marinas se desplazan hacia los polos a un ritmo medio de 5.92 kilómetros al año, hasta seis veces más rápido que las terrestres, que suelen dirigirse a las cumbres de las montañas, más que a latitudes más altas.
En estos cambios tiene una influencia determinante la actividad humana: en los océanos, la pesca intensiva o la acidificación de las aguas acelera esos desplazamientos, mientras que en la tierra el urbanismo o la agricultura, entre otras, los frena.
Los cambios en el uso de la tierra o la fragmentación de los hábitats naturales de los animales son otros factores que obstaculizan la capacidad de las especies terrestres para detectar los cambios isotérmicos y escapar de estos hacia entornos más clementes.
Aunque el estudio hace una lectura global de este fenómeno, sí señala que los animales de sangre fría, como los insectos, los peces o anfibios, son más sensibles a los cambios de temperatura que los de sangre caliente, como los mamíferos, lo que hace que estos sean menos propensos a desplazarse como respuesta directa al calentamiento.
El informe no se centra en el impacto de esos desplazamientos, pero sus autores avanzan que pueden ser sanitarios y económicos, porque algunas especies son vectores de enfermedades o porque su cambio de hábitat puede afectar por ejemplo a las reservas de pesca en una zona, lo que a su vez podría originar conflictos entre países.
Sus autores advierten de que las conclusiones son parciales, porque la mayoría de estudios disponibles estaban enfocados en Europa y Estados Unidos y apenas hay información de zonas como la Amazonia, que abarca gran parte de la biodiversidad mundial.
No obstante, alertan de que pueden interpretarse como una advertencia de cara al futuro, como la punta del iceberg de los cambios que se están experimentando.
«Hemos observado modificaciones importantes, pero nuestro estudio es un grito de alarma para decir que todavía no conocemos mucho», recalca otro de sus autores, el investigador del CNRS Jonathan Lenoir, sobre ese análisis en el que también han participado, entre otras, la Universidad de Toulouse.