Ante la crisis alimentaria evidenciada por la COVID-19, la producción agroindustrial debe transitar desde los monocultivos con alto consumo de agroquímicos a sistemas alimentarios locales que fomenten la soberanía alimentaria y la dieta sana en contraste con la epidemia de obesidad, diabetes e hipertensión, acordaron académicos.
Ciudad de México, 26 de mayo (SinEmbargo).– Entre edificios, tráfico, supermercados y espectaculares anunciando comida procesada, al sur de la Ciudad de México se ubican desde hace una década mercados con un sistema agroalimentario local como el alternativo de Tlalpan, el tianguis orgánico Bosque de Agua, el tianguis del trueque o rutas temáticas que ofrecen comida agroecológica, orgánica o con certificación participativa que fomenta la identidad, soberanía alimentaria y dieta sana contra la epidemia de la obesidad, diabetes e hipertensión que tiene en jaque al país ante la COVID-19.
A través del Seminario Universitario de Sociedad, Medio Ambiente e Instituciones (SUSMAI), especialistas expusieron que ante la crisis alimentaria, derivada del poder de la agroindustria sobre el Estado y evidenciada con la pandemia reciente, la producción agrícola debe transitar del peso de los monocultivos con alto consumo de agroquímicos y combustibles fósiles a priorizar sistemas biodiversos y locales que fomenten la relación directa entre productores y consumidores.
En la Ciudad de México el 59 por ciento es suelo de conservación, del cual 21 por ciento podría tener potencial agrícola, pero solo se usa el 10 por ciento. En este escenario, la capital del país importa el 80 por ciento de los alimentos, documentaron, por lo que la cooperación entre productores se debe ampliar a nivel nacional.
«Esta crisis alimentaria se ha extendido porque los alimentos ya no solo son vistos como una mercancía, sino también como una acción en el mercado de valores con el cual se puede especular», dijo Gerardo Torres Salcido, investigador del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM.
Jesús Guzmán Flores, del Colectivo Zacahuitzo y productor asociado como chanampero en Xochimilco, compartió que en comparación con los obstáculos de abastecimiento, focos de infección en la Central de Abastos u otros mercados públicos, y la especulación de precios como el huevo, la tortilla y el frijol durante esta crisis sanitaria, en su esquema de producción local mantienen la producción de calidad y precios estables.
«La crisis nos puso de manifiesto que el sistema de salud no estaba listo, y también puso en manifiesto que el sistema alimentario no tenía todo para enfrentarla. Hay sectores que tienen problemas para alimentarse y no siempre hay disposición de productos», dijo.
Expuso que después de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (hoy T-MEC) el Estado cedió su participación en la producción, distribución y regulación alimentaria a las grandes compañías agroalimentarias que «deciden qué comemos», a pesar de nuestro derecho a la alimentación adecuada.
«El futuro para nosotros está en mantener estos sistemas de abasto y consumo local para producir alimentos sanos sin agroquímicos, porque el origen de esta crisis son los animales. Los problemas de salud del futuro están relacionados con los sistemas de producción industrial que además de afectar los ecosistemas crean riesgos sanitarios. Hay que escalar en la vía de producción local y organización social», llamó desde el Valle de México, foco de contagio de coronavirus donde hay chinampas en la zonas lacustres y milpas en el corredor Ajusco.
Luis Bracamontes, de la Cooperativa de consumo La Imposible fundada en 2015 en la Ciudad de México, coincidió en que necesitamos aprovechar esta crisis (COVID-19, recesión y cambio climático) y transformarla en una oportunidad más allá de solo lavarnos las manos.
Planteó la necesidad de construir acciones colectivas para impulsar la alimentación como un derecho y la soberanía alimentaria como una necesidad; dietas sustentables y saludables; educación para una buena alimentación; y redes solidarias.
«Tenemos que sacar a la Coca y Sabritas de nuestros cuerpos», afirmó. «Lo que está pasando ahorita lo pudimos prever por el tipo de sistema alimentario y de comunicación en el que vivimos. Existía un riesgo muy claro del surgimiento de una pandemia».
Pero aunque la alimentación es un derecho que no tendría que subordinarse a ganancias, planteó, a nivel internacional no ha existido una voluntad política para transformar los sistemas agroalimentarios porque «hay un esquema de dependencia» al modelo de producción de alimentos agroindustrial en términos económicos y de desarrollo.
«Esta dependencia dificulta la transición hacia otro tipo de sistemas como el local», expresó Bracamontes.
¿CÓMO APOYA LA SEDEMA?
Gerardo Torres Salcido, investigador del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM, advirtió en el Seminario que además de la adaptación al cambio climático, los sistemas alimentarios locales «han sido históricamente amenazados y cercados por intereses inmobiliarios y de la gran industria alimentaria».
Esta opción también afronta dificultades para escalar a una alternativa real para los consumidores y evitar que ciertos estratos de la población por ingresos tenga acceso a alimentos nutritivos, pero los deciles más bajos de ingreso sigan comprando en supermercados o tiendas y por tanto sigan expuestos a productos procesados y de baja calidad.
«Las políticas públicas deben enderezar este rumbo como dejar de priorizar el alimento como una mercancía y objeto de ganancia para relacionarlo con un derecho al que todos podamos acceder», requirió. «Es un camino muy largo con un reordenamiento».
Ante ello, Mauro Antonio Martínez, Subdirector de Innovación y Producción en la Comisión de los Recursos Naturales y Desarrollo Rural de Secretaría de Medio Ambiente de la CDMX, expuso que una de las principales iniciativas del Gobierno capitalino es impulsar la recuperación de la agroecología, atendiendo necesidades productivas.
Se han destinado mil millones de pesos para la atención del suelo de conservación y se diseñó el programa social llamado Atepetl, que atiende sistemas productivos mediante la atención a conservación, preservación y desarrollo rural en suelo de conservación; bienestar para el bosque; Sembrando Vida y Bienestar para el Campo.
También, dijo, se están atendiendo los sistemas agroforestales y el fortalecimiento de saberes tradicionales de campesino a campesino con redes de comunicación, el impulso de policultivos, así como el manejo de plagas y enfermedades.