Economía

La invasión rusa a Ucrania le pega a la distribución de alimentos en África

26/03/2022 - 6:30 pm

África es particularmente vulnerable a los impactos de la guerra de Ucrania a través de cuatro puntos principales: el aumento de los precios de los alimentos, el aumento de los precios del combustible, la disminución de los ingresos por turismo y un acceso potencialmente más difícil a los mercados internacionales de capital.

Ciudad de México, 26 de marzo (SinEmbargo).- La invasión de Ucrania por parte de Rusia, que está a días de cumplir un mes, amenaza ahora con llevar hambre a la población africana, debido a que los dos países involucrados en la guerra son de los mayores exportadores de trigo y de fertilizantes a nivel mundial.

De acuerdo con un análisis del Fondo Monetario Internacional (FMI), si bien Oriente Medio y África se beneficiarán de los precios más altos de las exportaciones de petróleo de Rusia, las subidas más drásticas de los precios de los alimentos y los combustibles pueden incrementar el riesgo de malestar en regiones como África subsahariana y América Latina hasta el Cáucaso y Asia Central, «y es probable que la inseguridad alimentaria se agudice más en partes de África y Oriente Medio».

En el caso del norte de África y Oriente Medio el organismo consideró como «muy probable» que los precios más altos de los alimentos y la energía y las condiciones financieras mundiales más restrictivas tengan fuertes repercusiones. Egipto, por ejemplo, importa alrededor del 80 por ciento de su trigo de Rusia y Ucrania. Y, al ser un popular destino turístico de ambos países, sufrirá una contracción del gasto de visitantes.

Por su parte, en África Subsahariana la guerra contra Ucrania arriesga el progreso que se estaba logrando en el continente en medio de la lenta recuperación por el primer año de pandemia. Muchos países de la región son especialmente vulnerables a los efectos de la guerra, precisamente por el encarecimiento de la energía y los alimentos, la disminución del turismo y las posibles dificultades para acceder a los mercados internacionales de capital, señala el análisis del FMI.

«El conflicto ha estallado en un momento en que la mayoría de los países disponen de un margen mínimo para aplicar políticas para contrarrestar los efectos del shock. Esto tenderá a intensificar las presiones socioeconómicas, la vulnerabilidad de la deuda pública y las secuelas duraderas de la pandemia a las que ya se enfrentaban millones de hogares y empresas», reportó la directora general del Fondo, Kristalina Georgieva.

Los precios del trigo son especialmente preocupantes para una región que importa alrededor de un 85 por ciento del suministro, del cual un tercio proviene de Rusia o Ucrania.

El pasado 9 de marzo, el FMI se reunió con ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales africanos, así como con representantes de la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas (UNECA) para hablar sobre el impacto de la invasión ucraniana en la economía de África, y ahí el organismo internacional se comprometió a apoyar a los países del continente para enfrentar las repercusiones de la guerra y diseñar e implementar reformas sobre políticas, desarrollo de capacidades y préstamos.

«Llegan en un momento delicado para África. Precisamente cuando la economía mundial y el continente comienzan a recuperarse de los estragos de la pandemia de COVID-19, esta nueva crisis amenaza con desbaratar algunos de esos avances. Debatimos cómo sostener la recuperación de África, que ya está rezagada con respecto a otras regiones, a pesar de los importantes obstáculos nuevos», agregó Georgieva.

Y es que la inseguridad alimentaria nuevamente pone en riesgo al continente africano debido a que ese mismo 9 de marzo, el Gobierno de Ucrania prohibió las exportaciones de trigo, avena y otros alimentos básicos que son cruciales para los suministros globales, como parte de las gestiones de las autoridades para garantizar que puedan alimentar a su pueblo durante la invasión rusa.

Las nuevas reglas para las exportaciones agrícolas prohíben además la exportación de mijo, alforfón, azúcar, ganado vivo, carne y otros “subproductos” del ganado. El Gobierno ucraniano señaló que la prohibición es necesaria “para prevenir una crisis humanitaria en Ucrania”, estabilizar el mercado y “satisfacer las necesidades de la población en productos alimentarios críticos”.

Los productos exportados son usados en la producción de pan, pasta y alimento para animales, por lo que cualquier escasez pudiera crear inseguridad alimentaria drástica en lugares como Egipto y Líbano.

Hasta 2019 había unas 135 millones de personas que padecieron hambre aguda debido a conflictos, shocks climáticos y desaceleraciones económicas, y de esta cifra más de la mitad de los afectados por una inseguridad alimentaria aguda están en África, continente que ya ha sufrido el azote de fenómenos meteorológicos y plagas.

En Sudán del Sur y Yemen, más de la mitad de la población estaba como mínimo en una crisis alimentaria.

Un reporte más actual, de 2021, mostró que en África hay casi 98 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria –unos dos tercios del total–. Entre las 10 peores crisis figuran también Yemen, Afganistán, Siria y Haití.

En el primer año de la crisis sanitaria de coronavirus el Programa Mundial de Alimentos proyectó que habría 270 millones de personas hambrientas para fin de año, es decir, 82 por ciento más que antes de la pandemia. En aquel momento señaló que las reservas mundiales de la mayoría de los cereales básicos aún eran suficientes, pero aún estaba a la expectativa de los nuevos estragos que la pandemia provocara en los sistemas alimentarios que ya estaban bajo presión. En esa línea, la guerra rusa-ucraniana desestabiliza aún más el sector alimentario, especialmente para regiones que son mayormente importadoras de granos básicos.

Hasta 2020, más de la mitad de las personas afectadas estaban en África. Foto: FMI.

Desde aquel momento, el Informe Mundial Sobre la Crisis Alimentaria reveló que en el año previo a la COVID, los conflictos y la inseguridad siguieron siendo las causas principales de las crisis alimentarias (con 77 millones en 22 países), pero los fenómenos meteorológicos extremos (34 millones en 25 países) y los shocks económicos (24 millones en ocho países) estaban cobrando cada vez más importancia.

Ahora, la orden de suspensión de exportaciones desde Ucrania tiene una probabilidad muy alta seguramente reducirá los suministros globales en momentos en que los precios están a sus niveles más altos desde 2011. Según un mapa del Observatorio de Complejidad Económica (OEC, por sus siglas en inglés), el volumen de exportaciones de Rusia y Ucrania es de 8 mil 140 millones de dólares y de 3 mil 110 millones de dólares, respectivamente.

Turquía, Bangladesh, Yemen, Egipto, Túnez, Indonesia, serán de los principales afectados por las disrupciones en cadenas de suministro tanto desde Rusia como desde Ucrania, ya que significan el 40 por ciento del trigo y el maíz de Ucrania para África y Oriente Medio. Por su parte, los países africanos importaron unos 4 mil millones de dólares en productos agrícolas de Rusia en 2020. Aproximadamente el 90 por ciento de esas importaciones eran trigo y un 6 por ciento aceite de girasol. Los principales países importadores fueron Egipto, con casi la mitad del total de importaciones, seguido de Sudán, Nigeria, Tanzania, Argelia, Kenia y Sudáfrica.

La interrupción del comercio, a causa de la invasión, en la importante región productora del mar Negro se sumaría a los elevados precios mundiales de los productos básicos agrícolas, con posibles efectos en cadena para los precios mundiales de los alimentos. Esto alerta al continente africano junto con una latente preocupación por la sequía en algunas regiones del continente. La interrupción de los envíos de productos básicos se sumaría a la preocupación general por la inflación de los precios de los alimentos en una región que es importadora de trigo.

The Conversation resaltó que aunque algunos países del continente, como Sudáfrica, se benefician de la exportación de fruta a Rusia –ya que en 2020, Rusia representó el 7 por ciento de las exportaciones de cítricos de Sudáfrica y el 12 por ciento de las exportaciones sudafricanas de manzanas y peras en el mismo año, siendo el segundo mayor mercado del país–, desde la perspectiva de África, las importaciones agrícolas de Rusia y Ucrania desde el continente son marginales, con una media de sólo mil 600 millones de dólares en los últimos tres años. Los productos dominantes son las frutas, el tabaco, el café y las bebidas para ambos países.

Por otro lado, según el diario español El País, el especialista Joseph Siegle, investigador del Centro Africano de Estudios Estratégicos (ACSS), con sede en Washington DC, considera que no habrá grandes hambrunas, pues la necesidad de África será cubierta por otros países, pero admitió que esto sí pone en un nuevo lugar de fragilidad la economía de los países de dicho continente.

En el caso del sector energético, los especialistas prevén que sea incluso el que tenga mayor impacto desestabilizador en la zona pues África combina «el temor con la esperanza de una gran oportunidad»: por un lado, en los países importadores se esperan altos costes de transporte y consecuente aumento de la inflación; mientras, los grandes países exportadores –de gas, como Argelia o Nigeria, pero también de petróleo, como la misma Nigeria, Libia o Angola– esperan bonanza con los precios en récords históricos, en especial la esperanza apunta alto si es que el gas ruso deja de fluir hacia la Unión Europea. Aún con la idea de mejores ingresos en dichos países, no se tienen grandes previsiones de una mejora en la calidad de vida.

“Como de costumbre, son las élites las que van a salir beneficiadas; la gran mayoría de la población se limitará a sufrir las consecuencias del aumento de precios”, dijo Theodor Neethling, profesor de Ciencias Políticas en la University of the Free State (Sudáfrica) a El País.

Aunque algunos países africanos pueden tener un auge económico por los yacimientos de petróleo y gas, que podrían sustituir el abastecimiento que da Rusia a la Unión Europea, se prevé que la riqueza que se genere si eso sucede sólo se concentrará en la población más rica, por lo que no habrá una mejora en la vida general.  Foto: EFE.

También el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha resaltado en varia ocasiones desde el inicio de la invasión de Rusia a Ucrania que este suceso provoca y provocará devastación y sufrimiento no sólo en la población ucraniana sino que también tendrá «un trágico alcance mundial».

“Esta guerra va mucho más allá de Ucrania. También es un ataque a las personas y los países más vulnerables del mundo. Mientras la guerra llueve sobre Ucrania, una espada de Damocles se cierne sobre la economía global, especialmente en el mundo en desarrollo”, advirtió, aludiendo a la situación en que se encontraban ya antes del conflicto los países en desarrollo debido a la pandemia de COVID-19, la inflación récord, las tasas de interés al alza y el endeudamiento.

“Todo esto está afectando más a los más pobres y está plantando las semillas de la inestabilidad política en todo el mundo. Debemos hacer todo lo posible para evitar un huracán de hambre y el colapso del sistema alimentario mundial”, resaltó el responsable mundial de la ONU, quien ejemplificó como los países que pueden verse más afectados a Burkina Faso, Egipto, República Democrática del Congo, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y Yemen.

El FMI advirtió que este no sólo es un problema para los países cercanos, o los más dependientes –como lo son los africanos–, ya que las consecuencias de la guerra de Rusia en Ucrania ya ha dejado señales evidentes de que la consiguiente escalada de los costos de materias primas esenciales complicará la tarea de las autoridades en algunos países de encontrar el difícil equilibrio entre contener la inflación y apoyar la recuperación económica tras la pandemia, aún cuando algunos efectos quizá no se materialicen en su totalidad por muchos años.

-Con información de EFE y The Conversation

Valeria González Cervantes
Es feminista y Comunicóloga por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene una gran afición por la lectura de ficción. Comenzó su carrera en La Hora Nacional.
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