¿Quién dijo que ha pasado de moda? Al contrario, el cuento vive su mejor momento en la literatura y para muestra, estos libros imperdibles de autores en español
Ciudad de México, 26 de marzo (SinEmbargo).- Desde el siglo pasado por lo menos se dice que el auge del cuento es efímero, pero lo cierto es que el género que desde Jorge Luis Borges, pasando por Juan José Arreola, Juan Carlos Onetti, Horacio Quiroga, hasta Julio Cortázar y Roberto Bolaño, goza de una salud esplendorosa.
Escribir un cuento es cosa seria y no lo puede hacer cualquiera, así que además de los 10 libros que han llegado a nuestra mesa de trabajo, recomendamos estos 12 consejos de Roberto Bolaño (1953-2003), para que si lo intentas, no te quedes a medio camino.
Nunca escribas los cuentos de uno en uno. Honestamente, uno puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.
Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres o de cinco en cinco. Si te ves con energía suficiente, escríbelos de nueve en nueve o de quince en quince.
Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en uno, pero lleva en su interior el mismo juego sucio y pegajoso de los espejos amantes.
Hay que leer a Horacio Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández y hay que leer a Jorge Luis Borges. Hay que leer a Juan Rulfo, a Augusto Monterroso, a Gabriel García Márquez. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Camilo José Cela ni a Francisco Umbral. Sí que leerá a Julio Cortázar y a Adolfo Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.
Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.
Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.
Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡Deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!
Bueno: lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.
La verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.
Piensen en el punto número nueve. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.
Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas.
Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo.
10 LIBROS DE CUENTOS QUE NOS GUSTARÍA QUE LEYERAS
En estos 15 textos, arduos y provocativos, el autor potosino ha usado la “forma literaria” como campo de batalla donde los signos de nuestra vida -nuestras búsquedas del amor, la verdad o la libertad- se enfrentan a la gramática del poder. Escritas con singular rigor desde su trinchera cotidiana, estas fábulas jamás desatienden la función más profunda de la literatura: la de narrar las experiencias esenciales de la calle o de la casa, del terruño o del exilio con la sabia precisión de un artista, capaz de revelar ante el lector algún secreto inexplorado de esa vida misma. Aunque aquello que el cuento revele -tras la máscara de lo real- sea trágica y políticamente incorrecto.
Uno de los deportes que más atrae a los escritores es el boxeo; dada su precisión y determinación puede ser contemplado como si se tratara de una obra de arte.En este libro, el deporte de las orejas de coliflor encuentra múltiples referencias, desde el cine en películas como On the waterfront hasta peleadores emblemáticos como Jake LaMotta, entremezclados con personajes que hablan de una realidad atravesada por la violencia, principalmente en el estado de Veracruz. Los cuentos de este volumen trastocan las convenciones del género y hacen evidente el fino trabajo de un autor en ciernes.
En estos cuentos la realidad y la ficción hacen un entrecruce de gramáticas que crean paradojas. El insomnio y la pesadilla, lo escrito y lo olvidado, son elementos que van atrapando a los personajes dentro de un circuito cerrado. En algunos casos, estos personajes tienen que desaparecer, aventarse por una ventana o simplemente solicitar al autor que les permita acceder a esa otra verdad: la realidad fuera del cuento.
Las cámaras de seguridad nos han dado la tranquilidad de tener a alguien velando por nosotros. Pero también la incertidumbre de que siempre habrá algún otro vigilándonos. La ciencia ha erradicado enfermedades, pero también ha creado monstruos e infecciones impensables. El correo electrónico, las redes sociales, un teléfono en el bosillo: consuelos para la soledad, mejoras en la comunicación, pero también el principio del fin. Acosadores, stalkers, suplantadores. Atacantes de nuestro confort.
“Detrás de la aparente cotidianidad de estos cuentos, de sus personajes familiares o absurdos, una fuerza extraña late oculta tras la trama y deja una vega sensación de fracaso. No es la muerte –presente en muchos de sus cuentos–, ni la pérdida, ni el dolor. Es una amenaza mucho más alarmante: la fuerza extraña late en los cuerpos”, del prólogo de Samanta Schweblin.
Estas Cavernas se conectan no por el hecho de compartir personajes o de suceder en la misma ciudad o en la misma época. Estos cuentos lo son cabalmente, sin excusa ni aspiración a la novela. Son cuentos, porque necesitan ser cuentos. Su ritmo, su precisión, su saber decir con urgencia exigen este género. Pero los une entre sí lo hondo de su oscuridad, que permite que se abra el pasaje al otro lado: aquí hay visiones inalcanzables para los no iniciados y, en sus simas, el tiempo vuelve con sus violencias cíclicas, trayendo también la belleza terrible que espera a los que se arriesgan.
En el universo literario de Alejandra Laurencich, las mujeres son las protagonistas centrales y las emociones y sentimientos inconfesables disparados por vivencias cotidianas, lo que se elige narrar. Desaforados, entrañables, compulsivos, vulnerables, bien o malintencionados, sus personajes se miran a sí mismos y a su entorno desde una interioridad lacerada por el mundo en el que les tocó nacer y crecer.
Ocultas de la vida pública y, si acaso, ligeramente turbadas por los murmullos de los enterados, algunas de las pasiones amorosas más emblemáticas del agitado siglo XX en México vivieron alejadas de las mirads inquisitorias. Ocho ficciones posibles de personajes que tejieron el tapiz cultural, artístico y político de México.
Muñecas, androides, quimeras. Mujeres vistas y amadas por un hombre. Muñecas destruidas por hombres. Hombres que jugaron a ser mujeres y pagaron el precio. Mujeres divinas construidas por mentes monstruosas. Muñecas de carne y hueso que roen los mecanismos de la fatalidad. Quimeras que devoran por igual a hombres y mujeres. Desde la obsesión de Edison por crear una muñeca parlante hasta la inquietante afición de Carroll por fotografiar adolescentes, entre la niña enamorada del fósil de un pterodáctilo y la envenenadora que fundó un paraíso adamita en las Galápagos, El androide y las quimeras es el catálogo de una siniestra fábrica de prodigios.
A partir de una minuciosa investigación etnográfica y lingüística de los relatos de tradición oral más representativos del país, Fabio Morábito reúne en esta antología 125 cuentos provenientes de regiones que van desde Sonora hasta Chiapas, desde los tarahumaras hasta los chontales y, más allá todavía, incursionar en California y Nuevo México, para reaparecer más adelante en Veracruz y Querétaro. Acompañados de ilustraciones elaboradas por ocho ilustradores mexicanos, los relatos seleccionados ofrecen una visión sobre los temas ancestrales que han perdurado en la tradición de los pueblos mexicanos: la creación del mundo, la aparición del Sol y de la Luna, la aparición del primer hombre, el surgimiento de las ciudades, así como historias donde el humor y la astucia son los temas centrales.