La ONU cree que la guerra en Ucrania ha forzado ya el desplazamiento de unas 100 mil personas y en el futuro podrían correr la misma suerte entre uno y cuatro millones de ucranianos.
Por Miguel Ángel Gayo
Beregsurány/Przemysl, 26 feb (EFE).- Miles de ucranianos, en su mayoría mujeres, han llegado hoy a Hungría a pie, arrastrando maletas y empujando carritos infantiles; mientras que la estación de tren de Przemysl, en la frontera con Polonia, se ha convertido en uno de los principales puntos de entrada de refugiados que huyen de la guerra.
Mientras el Ejército ruso bombardea ciudades ucranianas, incluida la capital Kiev, miles de personas han decidido buscar un lugar seguro en los países vecinos.
La mayoría de los que llegan a Hungría por Beregsurány lo hace a pie, con escasas pertenencias, porque entrar en coche puede llevar horas o incluso días de espera. Algunos de los que huyen han dejado incluso sus vehículos abandonados al otro lado de la frontera.
Klimentin, un ucraniano de 25 años, acaba de llegar de la ciudad de Vinnytsia después de dos días de viaje. Hungría era para él la mejor forma de salir de Ucrania pero pretende llegar a Polonia, donde trabajan unos amigos.
El joven, que es de Jarkov, en el este de Ucrania, y tiene familia en Rusia, ha podido salir debido a una discapacidad que le impide ir al frente. Ucrania ha ordenado la movilización de todos los hombres adultos para luchar contra la invasión rusa.
«No entiendo qué está pasando. Es una locura y espero que pase pronto. Mi familia en Rusia tampoco lo entiende. Nadie puede creer que Ucrania es una amenaza para Rusia. Yo no soy una amenaza para mis tíos rusos», explica con tristeza.
Yulia, una chica de 20 años, cuenta que sus padres la enviaron a ella y a su hermana fuera del país para que estuviera a salvo de los bombardeos. Pese a que hay alojamientos gratuitos para los refugiados dice que se quedarán unos días en un hotel y espera volver a reunirse con sus padres en Ucrania en una semana.
Grupos de voluntarios húngaros ofrecen a los recién llegados bebidas calientes, comida, mantas y afecto. Muchos de los llegados son también parte de la minoría magiar que vive en Ucrania y tienen familia en Hungría.
MENORES VARADOS
«Al otro lado de la frontera hay muchos niños esperando poder cruzar a Hungría», explicó a Efe Szilvia Gál, notaria de la localidad de Beregsurány, que coordina allí la actividad humanitaria para los refugiados y calcula que solo este sábado han llegado miles de personas.
Según Gál, las autoridades aduaneras ucranianas no permiten salir del país a los menores si no tienen toda la documentación en regla y muchos de los padres no han podido solicitar los permisos por el abrupto inicio de la guerra.
Eso ha llevado a que al otro lado de la frontera haya muchos niños varados sin poder salir del país.
En otras ocasiones las familias son separadas en la frontera, ya que Ucrania no permite salir a los hombres de entre 18 y 60 años.
Viktoria, una chica de 19 años, acaba de separarse de su padre y, todavía angustiada, aguardaba a que su madre llegue desde Budapest para recogerla.
El portavoz de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) de Hungría, Ernö Simon, explicó a Efe que los ucranianos pueden permanecer sin visado en el país durante 90 días, por lo que «es imposible» determinar cuántas personas han llegado.
«NO» AL VODKA RUSO
Numerosos municipios, incluido el de Budapest, universidades y asociaciones ofrecen alojamiento gratuito a los refugiados ucranianos.
La agresión rusa a Ucrania ha despertado una ola de solidaridad en Hungría -que ya sufrió una invasión soviética en 1956 para aplastar un levantamiento popular- y algunos bares han dejado de servir vodka como señal de protesta.
A Beregsurány llegó este sábado el primer ministro húngaro, el ultranacionalista Viktor Orbán, que desmintió que su Gobierno -con buenas relaciones con Moscú- haya frenado la desconexión de Rusia del sistema de pagos transfronterizos Swift.
«Hungría ha dejado claro que apoya todas las sanciones, por lo que no bloquearemos nada, así que lo que los primeros ministros de la Unión Europea puedan acordar, lo aceptamos y lo apoyamos», aseguró.
«LO DIFÍCIL VIENE AHORA»
El jefe de Gobierno húngaro también indicó que con la prolongación del conflicto, la situación humanitaria puede empeorar al llegar refugiados de zonas de Ucrania donde todavía no hay combates.
«No debemos ser demasiado optimistas, lo difícil viene ahora. Al otro lado de la frontera hay una guerra y los frentes por el momento están lejos», indicó, al matizar que los combates todavía no habían llegado a Transcarpatia, una región ucraniana cercana a Hungría.
«Si la guerra se alarga, seguramente habrá actividades bélicas allí», dijo.
«La semana que viene necesitaremos más serenidad», enfatizó Orbán, y añadió que Hungría debe estar preparada para poder afrontar las consecuencias de una posible prolongación de la guerra.
ESTACIÓN POLACA ACOGE A REFUGIADOS
Desde los andenes y las calles adyacentes el flujo de personas es incesante durante las 24 horas, como pudo comprobar Efe en la madrugada de este sábado, y la mayoría de los refugiados procedentes de Ucrania son mujeres, niños y personas mayores.
Un dispositivo de unas cien personas, entre policías nacionales y municipales, bomberos, miembros de la milicia paramilitar y voluntarios ucranianos o polacos estudiantes de ese idioma, reciben a la riada de gente con termos de té y cestas de bocadillos.
Al llegar a la estación, un imponente edificio de grandes dimensiones que data de 1855, el personal de asistencia acompaña a la gente a una mesa de registro, en caso de que deseen partir cuanto antes a alguna ciudad polaca, y les agrupan según el destino que elijan.
Muchas personas ofrecen a los refugiados viajes gratis a las principales ciudades polacas en sus propios vehículos, como es el caso de dos amigos bielorrusos que sostienen un cartel en el que se puede leer en ucraniano: «A Cracovia, sitio para tres personas».
«Somos voluntarios, no queremos que nadie nos pague, estamos aquí para ayudar», explican a Efe.
Las luces de la estación permanecen encendidas toda la noche, incluso en la sala de espera habilitada como dormitorio para mujeres y niños donde se alinean unas 80 tumbonas plegables con mantas.
A medida que pasan las horas, el número de gente aumenta y se decide aprovechar la primera planta del edificio, que alberga las oficinas, para instalar más tumbonas para madres con bebés y mujeres embarazadas.
Durante toda la madrugada, los asistentes sociales llevan sin cesar mantas, termos, zumos y cuencos de gulash y panecillos a los recién llegados y a la multitud que llena hasta el último rincón de la estación y la pequeña cocina improvisada no da abasto.
A pesar del ambiente de emergencia y estrés, la organización es excelente, y cuando alguien usa un altavoz para anunciar la partida de algún coche o reclamar conductores, como los catorce inscritos para viajar a Cracovia, se hace un silencio momentáneo y todo el mundo presta atención.
Se establecen turnos para aprovechar los enchufes disponibles, ya que prácticamente todo el mundo utiliza su teléfono móvil para estar en contacto con sus seres queridos o para compartir noticias.
En los andenes se forman corrillos de hombres que fuman y comparten información sobre las ciudades de dónde vienen (Kiev, Leópolis, Járkov), a pesar de que a las 2.00 de la madrugada la temperatura es de varios grados bajo cero.
Tatiana, una madre ucraniana de tres niños, explica a Efe que viaja con sus dos hermanos y, cuando le ofrecen ir al dormitorio a descansar, prefiere quedarse con los suyos.
«Pase lo que pase, a partir de ahora vamos a estar siempre juntos», afirma.
Varsovia ha establecido ocho puntos de recepción a lo largo de su frontera con Ucrania y acepta a cualquier que llegue con un documento identificativo, pasaporte o permiso de trabajo expedido en Ucrania y para agilizar los trámites no exige certificados de vacunación contra el covid-19.
En Polonia viven más de un millón de nacionales de Ucrania, y estimaciones no oficiales sitúan ese número en unos dos millones.
La ONU cree que la guerra en Ucrania ha forzado ya el desplazamiento de unas 100 mil personas y en el futuro podrían correr la misma suerte entre uno y cuatro millones de ucranianos.