Iván Briscoe, director del Programa para América Latina de la organización Crisis Group, afirma que la alternancia política para México en el 2018 es inevitable ante el hartazgo por un sistema que sólo beneficia a unos cuantos. El nuevo presidente de Estados Unidos es otra amenaza a la que la impopularidad del gobierno de Peña Nieto lo hace aún más peligrosa. Vislumbra un reacomodo a nivel mundial ante la regreso de movimientos de derecha como el Brexit y la llegada del mismo Trump.
Ciudad de México, 26 de enero (SinEmbargo).– El modelo económico basado en el libre flujo de inversiones de un país a otro entró a juicio en los más altos niveles de la política del mundo industrializado. Una muestra es el nuevo Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos.
El motivo, explica Iván Briscoe, director del Programa para América Latina de la organización Crisis Group, es el “enojo” por el resultado de las medidas económicas de las últimas décadas, que han favorecido a las capas más privilegiadas de los países industrializados y excluido a las mayorías.
A esta exclusión, agrega el politólogo y economista, se suma también una crisis de legitimidad de las élites políticas que han motivado el ascenso de líderes populistas que, como en el caso de Trump en Estados Unidos, atribuyen en sus discursos la creciente pobreza también a la migración.
En México, la combinación de Gobierno impopular amenaza más al modelo económico del que depende un 80 por ciento del comercio exterior. La liberación del precio de los combustibles generó un aumento abrupto de precios y movilizaciones ciudadanas en casi todos los estados de la república.
El resultado de tal “coctel” es incierto, advierte Briscoe, pero se prevé también el ascenso de figuras populistas que podría derivar en una “gran alternancia de poder” en la elección presidencial de 2018 en México.
El reto entonces, advierte, será evitar que el discurso de combate a las élites que se han beneficiado con la liberación económica no se convierta en otra excusa para la corrupción.
“Tenemos en este momento el caso de Venezuela, donde hay un Gobierno que se ha jactado de combatir el liberalismo económico, cuidar a su gente, representar a los pobres, luchar contra los poderes de siempre, pero esta guerra económica que supuestamente lanza es básica y lamentablemente una excusa para la corrupción y ha llegado a niveles de pobreza altísimos en el país”, dice.
El liberalismo, agrega, creó cierto orden e instituciones que ahora peligran, como la Organización de las Naciones Unidas o la Unión Europea, pero no respondió al problema de la distribución de la riqueza.
“Lo que sí falta es una respuesta a los problemas en términos de distribución, en términos de oportunidad económica que el liberalismo económico y financiero no han logrado responder. Hay muchísimo enojo”, agrega.
LA MANIFESTACIÓN DE LA PRECARIEDAD
-¿Cuál es su análisis sobre las protestas en México contra el aumento en los combustibles?
-En sí una protesta contra un aumento muy fuerte, en este caso un producto básico, como la gasolina, no es extraño en el contexto de América Latina. Uno de los motines más conocidos de las últimas décadas fue el ‘Caracazo’, en 1989, cuando hubo en un aumento muy fuerte en el precio de la gasolina. Y vemos en otros contextos, de Argentina en 2001, por ejemplo, que fuertes problemas económicos, cambios, ajustes económicos abruptos pueden causar revueltas públicas que se convierten en problemas gravísimos de orden público y de estabilidad política. Todavía no ha llegado ese nivel en México; es más bien manifestación de un malestar público de un lado, malestar con el Gobierno, con el Estado, que se ha agravado en los últimos años; y, de otro lado, una manifestación de la precariedad en la que viven muchas clases sociales en México. Aunque ha crecido la economía gradualmente a lo largo de los últimos años, también mucha gente en México enfrenta una realidad donde hay un cambio abrupto, brutal en los precios que puede cambiar sus realidades económicas de un día a la noche.
-A esta combinación de malestar por la economía y de falta de legitimidad del Gobierno, en el caso de México, se suma este otro catalizador, que es Donald Trump. ¿Podría esto intensificar la protesta?
-De muchas diferentes maneras es evidentemente posible. Hemos hablado del ‘gasolinazo’, que es una reacción contra una decisión que afecta la realidad económica de la gente, que afecta sus posibilidades de cubrir sus necesidades básicas. Obviamente, la nueva política de Trump es otra amenaza, a los empleos que se pueden crear en México, una amenaza sobre la fuerza del peso, que hemos visto la devaluación provocada claramente por sus medidas proteccionistas. O sea, en el aspecto económico, vemos varias amenazas reales: contra la inversión en México, sobre las posibilidades de crecimiento continuo del país, y también una amenaza digamos un poco más general, más difícil de especificar y que es ¿cómo va a reaccionar el Estado mexicano si realmente Trump implementa una serie de medidas que parecen ofensivas contra la gran mayoría del pueblo mexicano? ¿Cuál es la reacción? Es decir, en México todavía da la impresión de que el Estado no sabe exactamente cómo reaccionar. Obviamente, tiene por un lado el guante de terciopelo, el intento de convencer o persuadir a la nueva administración de Estados Unidos de que México no es una amenaza y que puede cooperar, que es mejor tratar los problemas que tienen en común, y esto se ve en el papel de Luis Videgaray (nuevo Secretario de Relaciones Exteriores), pero también existe la posibilidad de que el rechazo público a las medidas de Trump se manifieste en protestas, marchas, en reacciones de rechazo público y que el Gobierno se vea obligado a repudiar el nacionalismo estadounidense con su propio nacionalismo mexicano. Y este contagio de medidas nacionalistas es algo muy difícil de prever o predecir, pero lo que se supone en los próximos meses es que la reacción mexicana de intentar controlar la nueva administración Trump tendrá que combinarse con la posibilidad de una reacción más intransigente.
-¿Intransigencia del Gobierno, de la comunidad o de la sociedad?
-México no querrá reaccionar solo a la situación que imaginamos –a las posibilidades que existen, medidas de protección, construcción del muro, las inversiones, todo eso. Obviamente, México va a intentar reaccionar con llamados a la comunidad internacional, con un grado más intenso hacia las posibilidades de comercio con Asia y China en particular, que ha sido parte de la política económica de México durante los últimos meses. Todas estas posibilidades de responder a Estados Unidos existen; no sabemos todavía si van a tener gran éxito. Si esa respuesta razonable, liberal, no tiene éxito y la economía empieza a sufrir, más la reacción del público, enojado, frustrado por la situación económica, existe la posibilidad latente de (aplicar) medidas más agresivas de México; sobre todo una en particular, que todos sabemos y es que México deje de deportar migrantes centroamericanos a sus países de origen. Sabemos muy bien que las deportaciones desde México de migrantes centroamericanos son del nivel de 150 mil o más por año, considerablemente más que las de Estados Unidos. Si realmente México quiere presionar fuerte contra Estados Unidos, tiene medidas como esa: decir que no va a hacer nada contra sus flujos de migrantes y los migrantes van a llegar a las ciudades fronterizas de México a poner presión. Sería una decisión arriesgada, realmente pondría a las dos partes en una situación de enfrentamiento en la frontera.
-De parte de la sociedad, ¿la movilización deberá exigir una posición menos entreguista de parte del Gobierno?
-El contagio del nacionalismo es algo que, una vez que un país empieza a tomar medidas nacionalistas, los otros países siguen bastante rápido. Ésta es un poco la dinámica en el periodo entre las dos Guerras Mundiales que vimos en Europa. El contagio del nacionalismo es un fenómeno conocido y es natural que, frente a un Estados Unidos proteccionista y nacionalista, vayan a surgir movimientos y voces públicas que exijan una respuesta del mismo tamaño, del mismo estilo de México, y líderes políticos que hacen lo mismo. Hay obviamente la posibilidad de que el 2018 favorezca en las elecciones a un líder populista en México, y de hecho un informe reciente del Servicio de Inteligencia de Estados Unidos plantea esta misma posibilidad…
-¿De que el triunfo de Trump robustece a las figuras populistas?
-Esa es la idea que manejan muchos, digamos, que la parte pesimista del liberalismo global es un auge. Los liberales tienen hoy en día, con lo de Brexit y Trump, ven que hay un auge de lideres nacionalistas que van a poner en peligro el orden internacionalista liberal del mundo, y esta es una opinión compartida por el Crisis Group… La base social que reclama un cambio fundamental en el mundo es muy fuerte, y se siente…Lo que sí falta es una respuesta a los problemas en términos de distribución, en términos de oportunidad económica que el liberalismo económico y financiero no han logrado responder. Hay muchísimo enojo. El crecimiento económico que han logrado por medio de reformas liberales que va dirigido a una capa alta de la población educada, privilegiada, con apoyo de una cierta cantidad de capital.
¿CÓMO SOLUCIONAR EL ENOJO?
-¿Habría un camino en México para este enojo se convirtiera en un movimiento de reacción a todo lo generado por el modelo económico, la desigualdad, como el de Los Indignados en España?
-Evidentemente existe esa posibilidad en México. Y es interesante que cuando ve los informes de Oxfam sobre desigualdad en el mundo, que México se destaca por sus altísimo niveles de desigualdad, con sus increíbles niveles de concentración de riqueza. México ha pasado por una transición a la democracia en algunos puntos exitosos, no en todos, pero ha sido sobre todo socavada por la concentración de riqueza y poder en manos de una élite bastante estrecha. Este es el lastre de la democracia y de la economía mexicana en este momento: que el poder económico y político se manejan desde unas élites bastante estrechas. ¿Como empezar a cambiar eso sin hacer un daño fundamental al bienestar y las oportunidades económicas de la gran mayoría? Esto es un tema muy difícil de responder.
-¿Qué es lo que habría que plantearnos?
-La pregunta es cómo hacer una reforma progresista que asegure una mejor distribución del ingreso con niveles de educación mucho más equitativos, sin poner en peligro la cuota general, nacional de prosperidad. Y, bueno, hay que mirar otros ejemplos políticos en ese punto, hay que hacer un Gobierno que adopte políticas proactivas en cuanto a actividad económica, educación, incentivos para las nuevas empresas, posibilidades de movilidad social. Hay muchas políticas y existen Gobiernos que han intentado hacer esto, y a México le falta, pero será una lucha a lo largo de una generación, no se puede resolver la distribución de México con un Gobierno de seis años y unas medidas drásticas, porque enseguida se pondría en peligro la llegada de nuevas inversiones y las garantías que necesitan las empresas para sus propias actividades. Obviamente hay que empezar un grupo hacia una política más equitativa. Ya hay medidas que sí se pueden tomar en este punto. Hay que cambiar la relación entre el dinero y los poderes estatales.
-Eso no parece que vaya a ocurrir pronto en México…
– En lo inmediato no, pero creo que los mexicanos se están dando cuenta de que hay problemas estructurales y que los problemas de sus gobiernos federales y estatales tienen que ver con una manera de hacer política y la concentración del poder. Por lo menos hay un entendimiento de la situación que está creciendo. Hay un entendimiento hoy en día de que los altos niveles de violencia no tienen respuestas fáciles, no existe una guerra militarizada que pueda resolver el problema de una vez. Estos problemas de la criminalidad son un reflejo de falta de oportunidades económicas. Y no tiene respuesta inmediata ni enseguida, pero por lo menos las preguntas públicas ya están yendo en la dirección correcta, para entender la totalidad del problema.
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-¿Ve usted algún movimiento que articule en un discurso estos problemas estructurales?
-El tema es que en México ha existido movimientos de esta índole y con el paso del tiempo no han logrado sobrevivir ni cambiar fundamentalmente la política, y pienso en el Movimiento de Víctimas de Javier Sicilia, en el YoSoy132 de hace unos años; estos son movimientos que articulan en un resentimiento, pero no logran resistir; lo que pasó después de Ayotzinapa es otro ejemplo. Creo que es más fácil sacar a los gobernantes que tienen, que cambiar un sistema fundamentalmente. Lo que sospecho que pasara con México primero, es una gran alternancia de poder, que será un gran rechazo a la clase gobernante. Pero no una propuesta pragmática, programática y sistemática para cambiar el poder. ¿Hay un movimiento ciudadano que pueda articular todos estos cambios? Con dificultad un movimiento lo puede hacer pero creo que lo que vimos, por ejemplo, en Guatemala en 2015, sí. No ha logrado cambiar todo, pero han hecho reformas bastante interesantes, han abierto el espectro político, han logrado reducir la criminalidad, y lo han hecho por llegar a los niveles más altos del poder, a exponer los niveles de abuso del poder en algunos de los puestos más importantes del país, incluyendo la Presidencia. Ha sido muy difícil llegar a eso, no creo que México necesariamente pueda llegar a este punto. Pero sí creo que un movimiento ciudadano puede exigir niveles muchos altos de transparencia y honestidad en sus gobernantes, como un primer paso hacia reformas estructurales, aunque obviamente no va ser fácil el proceso.
-¿Coincide con esta idea de que le puede beneficiar el escenario al candidato que se identifica con este perfil populista, como Andrés Manuel López Obrador?
-No quiero entrar en el juego actual político en México. Sé que hay candidatos, como López Obrador, que se posicionan en el populismo. Obviamente, él es candidato muy comentado, pero no excluyo otros factores que no tienen afiliación y que son apolíticos y pueden entrar en la escena. Sabemos que los independientes son un factor creciente no sólo en México. Es interesante ver la sorpresa que viene.