Los cierres de fronteras impidieron que miles de migrantes huidos de la debacle económica en Venezuela volvieran a casa por Navidad desde Colombia. El Gobierno colombiano cerró los cruces en un intento de frenar los contagios. Los que intentaban regresar a casa para las fiestas este año tuvieron que recurrir a contrabandistas.
Por Francés D’Emilio
ROMA (AP).— Toques de queda, cuarentenas e incluso cruces de frontera complicaban el viernes las celebraciones de Navidad para gente de todo el planeta, aunque el ingenio, la determinación y la imaginación ayudaron a hacer algo especial del día para muchos.
En Beijing, las iglesias oficiales cancelaron de forma repentina las misas del Día de Navidad en el último momento, después de que la capital china se pusiera en alerta tras la confirmación de dos casos de COVID-19 la semana pasada, y de que se identificaran dos casos asintomáticos el viernes. La iglesia de San José de Beijing, construida por misioneros jesuitas en el siglo XVII, era una de las que mostraban avisos de cancelación.
Los cierres de fronteras impidieron que miles de migrantes huidos de la debacle económica en Venezuela volvieran a casa por Navidad desde Colombia. El Gobierno colombiano cerró los cruces en un intento de frenar los contagios. Los que intentaban regresar a casa para las fiestas este año tuvieron que recurrir a contrabandistas.
Yakelin Tamaure, una enfermera que se fue de Venezuela hace dos años, no volvería a casa y dijo que no habría regalos ni ropa nueva para sus dos hijos, de 10 y 15 años. Tamaure explicó que no ha podido encontrar trabajo como enfermera porque aún no tiene permiso de residencia en Colombia. Sus padres siguen en Venezuela.
También estaba preocupada porque su madre se había roto un pie, y aunque intentaba enviarle dinero, no era lo mismo que estar con ella.
Otros lograron cruzar la frontera, pero quedaron en cuarentena. En su primera Navidad desde que se casaron en marzo, Nattasuda Anusonadisai y Patrick Kaplin estaban recluidos en una habitación de hotel de Bangkok. No era demasiado divertido, pero se habían asegurado de conseguir un árbol de Navidad.
Este mes regresaron antes de lo previsto de un viaje de cuatro meses y medio a Canadá y Estados Unidos, haciendo un viaje de 32 horas desde Montreal con escala en Doha. Una condición para entrar en Tailandia es hacer una cuarentena de 14 días a su llegada. Los ciudadanos tailandeses pueden alojarse gratis en centros estatales, pero extranjeros como Kaplin, que es canadiense deben pagar para quedarse en un hotel autorizado, la opción que escogió la pareja para poder quedarse juntos.
“El hotel se sorprendió de que encargásemos un árbol de Navidad grande, pero no nos dieron muchos problemas para traerlo”, dijo Anusonadisai. Pero no habían encargado suficientes adornos, de modo que pusieron objetos que habían traído de sus viajes, como una pluma de águila y, por supuesto, mascarillas.
“Ahora continuaremos esta tradición, es bonito ver tantos recuerdos personales en el árbol”, dijo Kaplan.
En la populosa Seúl, capital de Corea del Sur, se han registrado focos de infección en iglesias, hospitales, residencias, restaurantes y prisiones. La Agencia surcoreana de Control y Prevención de Enfermedades reportó el viernes mil 241 casos nuevos de coronavirus, un récord para el país.
Song Ju-Hyeon, que vive en Paju, cerca de Seúl, y espera un bebé para febrero, dijo que ahora sólo se siente segura en casa.
“De todos modos no se siente como Navidad, no se oyen villancicos en las calles”, dijo.
“Es Navimáscara”, declaró el diario Daily Nation en Kenia, donde la segunda oleada de casos ha remitido y la breve huelga de médicos terminó para Nochebuena. Las celebraciones eran discretas en el núcleo comercial del África oriental, ya que el toque de queda impidió las vigilias en las iglesias. Los medios dijeron que también había viajado menos gente para visitar a sus familias, lo que podría limitar la expansión del virus a poblaciones rurales aún peor equipadas que las ciudades para gestionar el brote.
En París, miembros del coro de la catedral de Notre Dame, con cascos y trajes de protección -no contra la COVID-19, sino por las obras en el monumento medieval devastado por el fuego en 2019- cantaron en la iglesia por primera vez desde el incendio.
En un concierto especial de Nochebuena, acompañados por un famoso chelista y un órgano arrendado, los cantantes mantuvieron el distanciamiento social para actuar bajo las vidrieras en la iglesia oscurecida, donde los trabajos de retirada de escombros peligrosos están dejando paso a las enormes tareas de reconstrucción. No se permitió la entrada de público, y no se esperan visitas al interior del edificio hasta al menos 2024.
En Roma, las medidas de confinamiento impidieron que los fieles se congregaran en la Plaza de San Pedro, donde otros años miles de personas recibieron una bendición del Papa y oyeron su tradicional mensaje navideño. Pero de todos modos, no habrían podido ver al Papa Francisco. En respuesta a un resurgir del virus en Italia, el pontífice había cancelado su aparición en el balcón central de la Basílica de San Pedro, y optó por ofrecer su mensaje anual sobre cuestiones globales desde dentro del Palacio Apostólico.
En otros lugares, la Navidad era un momento difícil. Miles de conductores se quedaron varados en sus camiones en el puerto inglés de Dover porque no se habían hecho las pruebas de coronavirus que había empezado a exigir Francia para cruzar el Canal de la Mancha. Muchos ancianos afrontaban restricciones a los viajes que les impedían recibir visitas de amigos o familiares por los feriados.
En España, Álvaro Puig, de 81 años, dijo sentirse solo y a menudo deprimido.
“La soledad me da tristeza y estas fiestas, en lugar de darme alegría, me dan tristeza, las odio”, dijo Puig, que pasó Nochebuena sólo con su conejo mascota.