Antonio Salgado Borge
25/09/2015 - 12:01 am
La iglesia de los ateos
Sunday Assembly es una iglesia alternativa dirigida, operada y concurrida por ateos. Fundada en Inglaterra 2013, esta organización se extiende desde entonces velozmente por el mundo. Quienes asisten a sus servicios pueden encontrar muchas de las formas que suelen caracterizar a los ritos eclesiásticos de diversas religiones: cantos, sermones y bailes son actividades regulares que […]
Sunday Assembly es una iglesia alternativa dirigida, operada y concurrida por ateos. Fundada en Inglaterra 2013, esta organización se extiende desde entonces velozmente por el mundo. Quienes asisten a sus servicios pueden encontrar muchas de las formas que suelen caracterizar a los ritos eclesiásticos de diversas religiones: cantos, sermones y bailes son actividades regulares que amenizan las reuniones de sus miembros.
Su discurso de fondo es, como es de esperarse, distinto al de cualquiera de las iglesias tradicionales. Temas como los resultados de investigaciones antropológicas en bonobos, descubrimientos astronómicos o descripciones biológicas de procesos evolutivos son discutidos y celebrados en sus ceremonias. Lo que esta organización pretende es proporcionar a los ateos una alternativa secular a la religión para mantener su sentido de comunidad y pertenencia.
En México vivimos un creciente escepticismo dirigido a todo lo que huela a política. Los gobernantes mexicanos y sus aliados han logrado convertir a buena parte de la población en auténticos ateos de las instituciones. Cada nueva encuesta sobre confianza en las instituciones que se aplica en nuestro país revela que los mexicanos creemos cada día menos en los organismos que deberían ser los pilares de nuestra democracia.
Particularmente desprestigiados se encuentran los partidos políticos, que deberían ser un canal institucional para la solución del conflicto social, la participación activa de los ciudadanos en asuntos públicos y la deliberación ideológica. En lugar de hacer las veces de parroquias de la democracia, los partidos políticos mexicanos son hoy cascarones que operan exclusivamente en beneficio de sus verdaderos propietarios.
Si bien la extinción de la fe en las instituciones nacionales no inició durante en 2012, durante el sexenio Enrique Peña Nieto, por razones de sobra conocidas, el nivel de desconfianza en éstas ha acentuado su declive y su depreciación ha alcanzado nuevos récords. No es ninguna sorpresa que en este contexto destaque el triste negativo histórico de la institución que hoy encabeza el hoy presidente de la república. La desolación es casi total y el riesgo inminente: para muchos mexicanos la democracia está perdiendo sentido.
El sistema de partidos, un componente indispensable en las democracias occidentales, opera en nuestro país contra la concepción más amplia de democracia. Lo notamos en el desempeño de nuestros representantes, en sus prioridades legislativas –como los continuos intentos de favorecer a las televisoras-, en las trabas a leyes secundarias –como las leyes anticorrupción- o en el generalizado e impune uso corrupto de recursos públicos.
Ante semejante escenario, la pérdida de fe en nuestra clase política es en principio una buena noticia. Sería insensato seguir creyendo en nuestros representantes y ahora es más claro que nunca que no tiene ningún sentido encomendarnos a ellos como si fueran los gestores de algún tipo de providencia. La construcción de una cultura democrática “secular” en la que los ciudadanos informados y organizados tomen las funciones de los partidos mediante vías alternativas de participación política se ha vuelto indispensable, pero las evidencias nos demuestran que los actuales esfuerzos en este sentido son insuficientes.
A la par del declive de la fe institucional estamos siendo testigos del fortalecimiento de muchas organizaciones de la sociedad civil que han aumentado su participación y su colaboración en proyectos conjuntos. Estas agrupaciones han sido fundamentales para presionar al gobierno federal y constituyen hoy, junto con los medios de comunicación, académicos y periodistas independientes, la última línea de resistencia a la restauración priista –de la que forman parte políticos de todos los partidos-; sin embargo, su fuerza es limitada y, por tanto su esfuerzo suele ser insuficiente.
Agrupar a quienes justificadamente se han declarado escépticos de las instituciones y darle sentido a su malestar es un reto mayúsculo. Me parece que en este esfuerzo mucho se puede aprender de Sunday Assembly, cuyo éxito se debe en gran medida al empleo de herramientas de convivencia comunitaria y a su capacidad de dar sentido de pertenencia a sus miembros. En sus ceremonias, cada ciudadano puede pedir el micrófono y defender públicamente sus puntos de vista. También destaca su carácter inclusivo: no pretende reemplazar a otras iglesias sino que funciona en paralelo a éstas.
Ninguna de estas cualidades es irrelevante para una democracia. Desde hace prácticamente dos siglos, en las sociedades occidentales más prósperas diversos académicos han identificado que el proceso de secularización desde entonces en curso ha propiciado que la participación de muchos individuos en prácticas religiosas se vea disminuida. El problema es que estos tradicionales espacios de convivencia no han sido reemplazados exitosamente por nuevas oportunidades para fortalecer los lazos de identidad y de comunidad necesarios para la vida democrática.
Y precisamente por la creación y fortalecimiento de vínculos entre los escépticos de la instituciones mexicanas, más allá de los canales partidistas o de las formas de participación política tradicionales, pasa en buena medida nuestra capacidad de cambiar el desastroso estado actual de cosas que tiene a cada vez más individuos a punto de volverse ateos de las elementales formas democráticas.
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá