En Argentina ha salido el libro Arrogante Rock, conversaciones con los Babasónicos (Planeta), de Roque Casciero. Se trata de un material en el que uno conoce muy bien a la banda, que ha sabido reconstituirse luego de la muerte de Gabo Mannelli y que ha sabido perpetuarse en un mundo de rock muy competido, casi salvaje. El prólogo, conociendo muy bien las aficiones literarias de Adrián Dargelos, el cantante, es escrito por Fabián Casas. Un testimonio increíble sobre cómo nos gusta la música.
Ciudad de México, 25 de agosto (SinEmbargo).- El escritor Pierre Rey escribió un libro muy hermoso sobre las peripecias de su tratamiento con Jacques Lacan. En uno de los capítulos finales, relata cómo el famoso psicoanalista francés le recomienda que lea un libro de Lytton Strachey llamado Queen Victoria. Rey salió del consultorio y empezó a buscarlo, pero el libro estaba agotado, inhallable. Se volvió una obsesión hasta que, mucho tiempo después, en la casa de una novia, lo encontró en la biblioteca y se lo llevó. Tal vez las muchas expectativas puestas en él –se lo había recomendado su psicoanalista- fueron lo que hizo que la lectura fuera un anticlimax. “Nunca entendí el entusiasmo de Lacan por ese libro. Y si él deseaba que viera en ese libro una respuesta indirecta, por analogía, a un problema planteado en ese momento por el trabajo que yo realizaba en su estudio, ignoro cuál pueda ser”. Pero Rey no se amilana, escribe una conclusión muy productiva: “De eso sólo conservaba una certeza: aunque desemboquen en metas cuyo objeto de momento permanece hermético para nosotros, las cosas –siquiera en las circunstancias más extrañas- sólo llegan cuando ellas merecen suceder”.
Estoy escribiendo un prólogo a la reedición de este libro de Roque Casciero sobre conversaciones que él mantuvo con Babasónicos y tres años atrás apenas conocía pocas cosas de la banda. Tenía dos discos, Vedette y Jessico. Ambos me gustaban pero, como soy una persona prejuiciosa, desconfiaba de una banda a la que había sólo visto por el rabillo del ojo alguna vez. Me acuerdo de la primera vez que vi a Sumo en Cemento: me dieron asco y miedo, un pelado cantando en inglés con un mameluco, una mina desquiciada en la batería, un barbudo excéntrico tocando el saxo. Sin embargo, con el pasar de los días la banda se me volvió genial.
Es muy fácil enamorarse de Brad Pitt. Tengo para mí que los amores más intensos, en principio, son los que nacen de un rechazo. Como sugiere Pierre Rey, el momento de descubrir a Babasónicos fue, en mi vida, cuando los músicos ya tenían un largo rodaje en escena. Y no fue la música sino lo que leí en un reportaje que Pablo Perantuono le hizo a Adrián Dargelos lo que me hizo ir a escucharlos de nuevo. Dargelos decía ahí -más o menos, estoy citando de memoria- que tenía que ponerse a componer de nuevo, para “derrotar al gran monstruo del silencio”. Eso me encantó.
Escuché los dos discos que tenía, compré otros. Descubrir una gran banda es como descubrir un nuevo planeta. Hay que explorarlo con cuidado y pasión. En karate hay una técnica en la que te hacen caminar y correr de espaldas, sin mirar atrás. Algo de eso hice con la discografía de Babasónicos. Después de escuchar los discos más recientes, fui hacia atrás: Pasto, Trance zomba, Dopádromo, Babasónica. Era increible la cantidad de registros musicales que dominaban: hardcore, heavy metal, música de películas, Sandro, boleros, retro rock: cualquier cosa. Una paleta de colores inmensa. También me impactó la historia de la banda, que está documentada de manera notable en este libro. Como Josep Jacotot, un pedagogo francés sobre el que escribió mucho Jacques Ranciere, los Babasónicos supieron desde el comienzo que tenían que sacar de adentro al maestro ignorante. Si el lenguaje, algo que nos diferencia en el mundo, lo aprendemos sin que nadie nos lo enseñe, por qué no podemos aprender todo de la misma manera. No es necesaria la formación musical para ser músico, solo hay que querer ser músico. Acá me resuena la frase de Heidegger cuando dice que “Querer es ser original”. Mientras en la Argentina muchos cantantes quieren parecerse a Mick Jagger o a Bob Dylan rozando casi la banda tributo, Adrián Dargelos parece querer parecerse a sí mismo y en esa ética encarna él la ética grupal de la banda. Babasónicos es un colectivo artístico donde cada singularidad arma el gran plan.
Hace poco hubo un mini escándalo porque Babasónicos tocó en el Colón, un teatro al que no le dieron mucha importancia. Tocar en el Colón es un error estético. Eso, creo, entendieron los Babasónicos, y por eso le restaron importancia a la fecha. El Colón es el confort y el confort te debilita. Los soldados que fueron a la guerra después de que se inventara el hielo estaban desesperados por tener que tomar las cervezas calientes. Los que los precedieron ni pensaban en eso, era lo que había. En cierta parte memorable de este libro, los músicos cuentan su vida errática, en sótanos, quintas, durmiendo en lugares imposibles sin baño y sin cocina. Sostenidos sólo por el deseo de vivir haciendo lo que te gusta. No es casual que la respuesta de Babasónicos a la polémica del Colón surja del período primero de su producción, de Trance zomba, donde hablan de los “salvajes de traje” que te quieren domesticar. “Posesión del tercer tipo” es el tema con el que decidieron abrir el show del teatro acústico de la oligarquía.
A mí, como fan tardío, me gustaría escuchar shows completos con sólo los temas de sus discos B: Groncho, Vórtice marxista, Vedette, Carolo, y él último y genial Inflame. Y que sea en lugares chicos, en terrazas, en garages, en cortadas de calles transversales. Me acuerdo ahora de una noche en una terraza en la que se hacía una fiesta de cumpleaños. Yo había tomado un ácido y estaba muy emotivo. Y me puse a hablar con un chico flaco, espigado, un rato largo. Cuando le pregunté qué hacía, me dijo: “toco en una banda de rock”. “Qué bueno”, le dije. Un amigo en común me dijo que ese chico era Gabo Mannelli, el bajista de Babasónicos. Y una de las virtudes de este libro es poder escucharlo hablar, conocer más de ese amigo ocasional del trip. “Me gustaban las casas, quizá porque la mía era fea y quería cambiarla todo el tiempo”, dice Gabo en este libro. ¿No hay algo de la potencia creadora de Babasónicos en esta afirmación? Cambiar la vida, modificar el arte, salir de los lugares comunes, vivir en estado de pregunta, de peligro: convertir el dolor en aventura.
Una cosa más: la tapa de Pasto me encanta. Es un amigo de la banda, uno de esos amigos difíciles a los que nuestros padres combaten pero que son absolutamente necesarios para nuestro crecimiento. Uno ve la cara de Facil-K y se da cuenta de que esa persona no va a habitar el futuro. Johny Rotten gritaba “No hay futuro”. Margaret Thatcher dijo algo más contundente: “No hay alternativa”. Pero si no hay alternativa, ¿que? Una respuesta: a la vida no se viene a ser feliz o infeliz, se viene a aprender. Los que te enseñan son los amigos. Babasónicos hace un culto de la amistad. Están los amigos de siempre a pesar de los años y los vaivenes del éxito. Este libro da cuenta de esa larga y hermosa ordalía.
Fabián Casas nació en el barrio de Boedo en 1965. Publicó Horla City y otros. Toda la poesía,1990-2010 (Emecé, 2010), La supremacía Tolstoi (ensayos, Emecé, 2013), Ensayos bonsai (Emecé, 2007), y los libros de ficción Ocio (2006) Los Lemmings y otros (2005) y Titanes del coco (2015). Fue guionista del film Jauja (2014), dirigido por Lisandro Alonso y protagonizado por Viggo Mortensen, que se presentó con gran éxito de crítica y público en el Festival de Cannes. En 2007 obtuvo en Alemania el prestigioso premio Anna Seghers y en 2011 fue elegido por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de los autores que garantizan el relevo de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX.