Hace poco más de un año, el Tigre Toño murió en Chile. Las nuevas generaciones chilenas ya no conocerán al personaje más popular de la comida chatarra entre los niños, que en varios países de la región es más reconocido que los propios héroes nacionales. El personaje, que con su publicidad vinculaba el consumo de las “Zucaritas” con las hazañas en el deporte, se ha esfumado del entorno de los niños: de la televisión, la radio, el internet, los espacios públicos e, incluso, de las cajas de cereal en Chile. Los niños chilenos se están viendo liberados de uno de los ganchos publicitarios más efectivos para traerlos a desayunar un producto que es 40 por ciento azúcar y el resto harina refinada, es decir, un producto similar a una galleta.
El senador y pediatra chileno Guido Girardi, fue el principal impulsor de la Ley de Alimentos cuando era presidente del Senado. Esta Ley ha establecido un etiquetado frontal de advertencia en los alimentos. que hasta los niños entienden, impide que los productos etiquetados con alto contenido de azúcar, sal y grasa entren en las escuelas o sean publicitados a niños a través de cualquier medio y herramienta. El senador Girardi, invitado a la Segunda Conferencia Internacional de Nutrición convocada por la OMS y FAO, señaló que estas empresas de alimentos y bebidas chatarra se han convertido en “los pedófilos del siglo XX”.
Caracterizar como pedófilos a estas corporaciones, en especial, a su publicidad, no es una ocurrencia del legislador chileno, fue la caracterización que realizó un experto. El primero en referirse de esta manera a la práctica publicitaria dirigida hacia los niños fue Michael Brody quien explicó: “Los publicistas se han vuelto expertos en niños, tanto como los pedófilos”. Michael Brody era Jefe del Comité de Televisión y Medios de la Academia de Siquiatría Infantil y Adolescente de los Estados Unidos
La penetración de la publicidad entre los niños es profunda en nuestro país. En 2007, en talleres con estudiantes de secundaria de una escuela oficial de Iztapalapa, encontramos que el Tigre Toño era más reconocido que Emiliano Zapata y Francisco I. Madero. El personaje más popular de la comida chatarra entre los niños, en ese momento, muy por encima de Ronald McDonald, ha muerto al sur del continente.
El deterioro global de la alimentación que es la causa central de la epidemia mundial de obesidad y diabetes se ha dado por la sustitución de las dietas tradicionales por alimentos ultraprocesados. Esta sustitución empieza desde el nacimiento e, incluso, se ha demostrado, desde el vientre al generarse en los gestantes la predisposición a productos con alto contenido de azúcares a través de los alimentos procesados que consumen sus madres.
Los niños antes de hablar ya reconocen marcas y a los primeros años ya vinculan los productos con aquello que en su publicidad se asocia: las bebidas azucaradas con la felicidad y la juventud, los cereales azucaradas con el deporte y la aventura, el yogurt endulzado con el crecimiento, etc. Miles de millones de dólares se han invertido en publicidad dirigida a la infancia alrededor del mundo, por parte de un puñado de grandes corporaciones que han introducido en su dieta productos con altas cantidades de azúcares, sodio y grasa.
El alto poder persuasivo de las multimillonarias campañas de publicidad dirigidas a la infancia se refuerza con el propio diseño de los productos con colores y sabores artificiales altamente atractivos, con altas cantidades de azúcar y sus combinaciones con sal y grasa que logran fuertes descargas de dopamina en el cerebro, la hormona de la recompensa que genera placer.
En la sociedad del hiperconsumo, la industria de bebidas y alimentos busca que se consuma más su producto, que quien lo consume lo consuma más y quien no lo consume aún, que lo consuma. El mecanismo para lograrlo es a través del poder persuasivo de la publicidad y del propio diseño del producto, buscando generar un placer que se convierta en hábito. Varios estudios indican que el azúcar tiene un alto poder adictivo. El tercer elemento, es la omnipresencia de los productos, es decir, su presencia inmediata, al alcance de la mano o de unos pasos. Existen alrededor de 1,400,000 puntos de venta de comida chatarra en el territorio mexicano.
La penetración de la publicidad de comida chatarra dirigida a los niños, se aprovecha de su vulnerabilidad, de su credulidad e inexperiencia, en una edad en la que los niños no distinguen el propósito de la propia publicidad. En junio de 2007, como una de las primeras actividades de El Poder del Consumidor, denunciamos un anuncio televisivo de Zucaritas, llamando la atención de los medios de comunicación al presentar nuestra denuncia como una acción legal contra el Tigre Toño. El argumento partía del análisis de la publicidad en la que un niño, después de comer Zucaritas, realizaba un acto físico extraordinario. Kellog´s retiró de inmediato la publicidad que ya había sido señalada internacionalmente como un acto extremo de manipulación y engaño de la condición vulnerable de los niños.
En Chile ya está prohibida la publicidad de este tipo de producto dirigida a los niños, en varias naciones europeas también. La iniciativa del senador Girardi pasó por un largo proceso y tras el apoyo decidido del Ministerio de Salud de Chile y de un proceso de regulación en el que participaron expertos e instituciones libres de conflicto de interés, se ha convertido en un ejemplo en la región de una política integral.
En México tenemos una regulación simulada de la publicidad de comida chatarra dirigida a la infancia, tenemos un etiquetado frontal que nadie entiende y lleva a un alto consumo de azúcar. Aquí el diseño de estas regulaciones se realizó son consulta, bajo la total influencia dela industria de alimentos y bebidas, con un profundo conflicto de interés.
Aquí, la Secretaría de Salud creo un órgano para evaluar la política contra la obesidad que está dominado por la industria de alimentos y bebidas. Sin políticas elaboradas en base a la evidencia científica y libres de conflicto de interés, el combate a la emergencia epidemiológica de obesidad y diabetes sólo queda en una declaración.
Con el etiquetado actual y la publicidad que se aprovecha de la credulidad e inexperiencia de los niños, en México se mantiene la violación a nuestro derecho a la información, al derecho a la salud y a los derechos de la infancia.