La noche del 23 de abril de 1989, Claudia Mijangos asesinó a puñaladas a sus tres hijos, Claudia María de 11 años, Ana Belén de 9 y Alfredo de 6 años. Por ello, el 10 de septiembre de 1991 fue sentenciada a 30 años de prisión.
Ciudad de México, 25 de abril (La Opinión/SinEmbargo).- Después de 28 años presa, este miércoles fue liberada en México Claudia Mijangos. La mujer fue sentenciada a 30 años de prisión por el asesinato el 23 de abril de 1989 de sus tres hijos: dos niñas de 11 y 9 años, y un niño de 6.
Cerca del medio día, las puertas del Penal de Tepepan, al sur de la Ciudad de México, se abrieron para que la ex reina de belleza saliera de nuevo a la calle.
El caso Mijangos impactó a la apacible ciudad de Querétaro en el Bajío mexicano. La localidad se caracteriza por su fervor católico y apego a las costumbres.
Mijangos, originaria de Sinaloa, donde en su juventud fue reina de belleza, era una madre de casa ejemplar en una colonia de clase media alta. Era una ferviente asistente a la iglesia y representaba el ideal de la mujer queretana de aquellos tiempos, incluso se desempeñó como empresaria con una boutique de ropa exclusiva.
Lo que la gente no sabía era que detrás de su imagen de familia perfecta, Claudia tenía serios problemas familiares con su esposo Castaños. Versiones posteriores al crimen, dieron cuenta de que la mujer se refugió en un sacerdote de una parroquia local, el padre Ramón.
Claudia pasó de la confidencia al enamoramiento, un romance no correspondido y prohibido por las costumbres.
La noche previa a que en un arranque de locura, Claudia asesinara a sus hijos, contó a una amiga que escuchaba voces. A la mañana siguiente, los amigos de la mujer encontraron un baño de sangre en la casa.
Claudia había asesinado a sus hijos a puñaladas, aunque decía no recordar nada.
Mijangos se volvió un mito en Querétaro. Trastornó el ritmo de la ciudad y su fantasma ocupaba los relatos de los habitantes.
Ahora ha recuperado su libertad, pero después de que se confirmó que era una paciente mental, necesitará un tutor de por vida, responsable de sus acciones.