Alejandro Toledo, escritor y académico, dedicado intensamente al estudio y rescate del material de Francisco Tario, autor entre otras cosas del texto biográfico Universo Francisco Tario, concluye con esta Antología (con prólogo de Esther Seligson) –publicada por Cal y Arena- una mirada obligada al gran escritor mexicano. “Es un fantasma que me persigue y del que no me he podido desprender”, dice Alejandro.
Ciudad de México, 25 de marzo (SinEmbargo).- “En la escritura de Francisco Tario hay una fluida y ágil capacidad de descripción, un exquisito dejo poético casi irónico en sus imágenes, un gusto acucioso por los detalles”, dice Esther Seligson en el prólogo de Francisco Tario: Antología (Cal y Arena).
Esta mirada, distinta por su amplitud a la de 1988 (y diferente, por lo mismo, a la española de 2012, selección de sus mejores cuentos), es armada prácticamente al final del camino, cuando la perspectiva de lo que escribió Francisco Tario parece completa (porque se agotó la revisión de sus papeles personales) y se podrá navegar en ella como por un mar no apacible pero del que se saben ya, con cierta precisión, sus contornos, sus orillas.
-¿Qué autor descubriremos con esta lectura?
-Para mí, es una antología realizada al final del camino, de mi camino con Francisco Tario. Lo conocí en los años ochenta, a mis veinte años, y preparé entonces, en 1988, una selección de su obra que se llamó Entre tus dedos helados y otros cuentos, con prólogo de Esther Seligson y el apoyo del INBA y la UAM, en donde se confundían las varias corrientes que forman la obra de Tario. Recuerdo que un crítico discutió entonces la efectividad como cuentos de “La puerta en el muro” o “Breve diario de un amor perdido”, pues no lo son. En ellos Tario busca otros registros: un relato de tono existencialista, en un caso; o la prosa poética, o el poema en prosa, en el otro. Ahora, después de haberme hecho cargo de las obras completas, y luego de muchísimas lecturas y la revisión incluso de sus papeles, tres décadas más tarde algo aprendí. Y creo que ese algo lo muestra esta nueva antología: tener claro que el cuento fue la columna vertebral de la escritura de Tario, pero darse cuenta además que intentó también esas otras variaciones. En la sección de “Escritura fragmentaria” se incluye, completo, Equinoccio, publicado en 1946, emparentado con el Breviario de la podredumbre de Cioran, libro que no tiene igual en la literatura mexicana. Están los textos para los hijos, una obra de teatro completa y fragmentos de sus dos novelas.
-Toda tu vida la has dedicado a mantener la memoria de Francisco Tario, ¿todavía quedan deudas por pagar respecto a su reconocimiento?
-No es que me haya dedicado a mantener su memoria, es un fantasma que me persigue y del que no me he podido desprender. Me pasó con Efrén Hernández, de cuya obra me hice un poco responsable por la amistad con Marco Antonio Millán, que fue director de la revista América y un gran amigo de Hernández. Recibí esa herencia y la llevé a sus últimas consecuencias en la preparación de sus obras completas. Con Tario he vivido algo similar. La revisión de sus papeles creó ciertas responsabilidades, de las que no me puedo desentender. Tenemos pendiente, por ejemplo, editar sus dibujos eróticos. Encontré hace poco las cartas que le escribió, durante el noviazgo, Carmen Farell, y que son complementarias de las que él escribió en el mismo periodo, y que yo había transcrito en Universo Francisco Tario… Hay que unirlas. Es una gran historia de amor que se afantasma en el periodo final, cuando muere Carmen, a quien Tario llama, precisamente, su “mágico fantasma”.
-¿Fue un autor no reconocido en su momento?
-Es algo extraño ese asunto del reconocimiento de Tario. Por un lado, lo ve uno a comienzos de los años cuarenta acompañado por Octavio Paz y Elena Garro, que eran sus vecinos; o por José Luis Martínez, el gran crítico, que fue su amigo de toda la vida… pero el mismo Martínez, al morir Tario, en una nota necrológica aparecida en la revista Vuelta, lo llama escritor amateur. Siempre fue puesto al margen de la historia literaria. Luego se va de México, en eso que Esther Seligson considera como un “suicidio literario”, y deja de publicar. Esto contribuye a que se tuviera por muchos años una imagen algo difusa de su obra. Ahora, según Christopher Domínguez, el autor raro se ha vuelto clásico, presencia constante en librerías, y es común encontrar entre los jóvenes a lectores entusiastas de Tario.
-¿Qué lugar ocupa hoy la literatura de Francisco Tario?
-Yo he rearmado así la llegada de lo fantástico a México. Encontré en la biblioteca de Tario la primera edición, de 1940, de la Antología de la literatura fantástica de Borges, Bioy y Silvina Ocampo. Pienso que esta lectura empuja a Tario hacia ese género; él publica La noche en 1943. En esa década, Paz, el vecino de Tario, escribirá cuentos como “El ramo azul” o “Mi vida con la ola”; y Elena Garro, también vecina, incursionará en esa corriente en La semana de colores, de 1964… Según Julio Farell, hijo de Tario, el joven Carlos Fuentes llevó a Tario sus primeros cuentos para que se los revisara, que serían los de Los días enmascarados, aparecidos en 1954… En fin, creo las historias literarias deben considerar ese camino cuando se estudie el desarrollo de lo fantástico en nuestro país y en ellas Francisco Tario tendría que ser una pieza central.
¿Quién es Alejandro Toledo? Nació en la ciudad de México en 1963. Es autor de los volúmenes de cuentos Atardecer con lluvia y Corpus: ficciones sobre ficciones ; la novela corta Mejor matar al caballo ; los libros de prosa ensayística Cuaderno de viaje, Lectario de narrativa mexicana , El fantasma en el espejo, James Joyce y sus alrededores, El hombre que no lee libros y Universo Francisco Tario; los títulos periodísticos De puño y letra: historias de boxeadores, La batalla de Gutiérrez Vivó , Todo es posible en la paz: de la noche de Tlatelolco a la fiesta olímpica, A sol y asombro y La gloria también golpea: De la Hoya-Chávez . Editó para el Fondo de Cultura Económica las Obras completas de Efrén Hernández y Francisco Tario.