Su novela de aventuras resultó ser la ganadora del Premio Lipp Brasserie 2016. Transcurre como en una historia negra en un contexto histórico típico y en ella habitan personajes con los nombres de Héctor Oesterheld y de Rodolfo Walsh.
Ciudad de México, 25 de febrero (SinEmbargo).- Roberto Bardini es argentino, pero como tal no se siente muy atado a su suelo de origen. Hace muchos años que vive en México y ha recorrido el mundo desde su lugar de reportero. En su juventud quiso ser geólogo y abogado, pero la vida lo fue llevando hacia el oficio del periodismo. Ha nacido en Buenos Aires en 1948 y como prueba de lo mucho que vale como “ficcionalizador”. Es periodista, escritor y docente. Tiene formación en Sociología, Filosofía y Letras e Historia, aunque no se graduó en estas especialidades. Estudió en la Escuela Superior de Periodismo (actual Facultad de Periodismo y Ciencias de la Comunicación) de la Universidad Nacional de La Plata, pero no se tituló. Ha trabajado en diarios, revistas, agencias de noticias y radio. Residió en México de 1976 a 2008, con estadías como corresponsal en San José de Costa Rica, Belice, Tegucigalpa, Managua, Río de Janeiro, Tijuana y San Diego (California). Ha escrito trece libros de historia y periodismo de investigación y esta, Un gato en el Caribe es su primera novela.
–¿Por qué una novela gráfica?
–En realidad no fue una idea mía sino de editorial. Resistencia tiene esa tendencia de lo gráfico. La decisión no fue mía, pero me encantó. Siempre he sido un fanático de la novela gráfica y la culpa de esta novela la tiene Billiken, de los 50. En cuarto o quinto grado leía mucho Billiken y ahí venía por entregas, por partes, El llamado de la selva, de Jack London. Y por paciencia le pedí a mi papá que me comprara el libro. La segunda novela que leí fue Colmillo Blanco, de Jack London Había una colección llamada Robin Hood…
–Sí y también venía Mujercitas y todo lo de las “damas”
–Claro. Ahí leí Salgari y leí toda la novela gráfica y comencé a leer la revista Misterix, donde aparecieron los primeros guiones de Héctor Oesterheld. Digamos que toda mi primera formación fue de novela gráfica. Me pasé a la novela de vaqueros, de viajes, de aventuras y terminé con todo Oesterheld. Tuve las dos colecciones de las revistas que editó, Hora Cero y Frontera, pero luego la tuve que vender, con gran dolor, para regresarme a México. Siempre tuve una predilección por la aventura, por los viajes, por el lejano Oriente, los desiertos, las montañas y eso no me iba a llevar a ningún lado. Quise ser marino, me metí en el Liceo Naval y a los cuatro meses me echaron. Voy a ser aviador, a mi padre le dio un ataque y entonces quise ser arqueólogo y me metí a estudiar periodismo. Las carreras convencionales no me dieron ninguna satisfacción.
–Una primera novela gana el premio Lipp Brasserie…
–Sí, no lo podía creer. Conocía a algunos escritores ya consagrados que se habían presentado. No conocía a nadie del jurado. Entonces fue una sorpresa mayúscula, agradable y son 100 mil pesos de premio.
–¿Quién fue Rodolfo Walsh, uno de los fantasmas que aparecen en tu libro?
–Mi padre tenía Operación Masacre y ¿Quién mató a Rosendo? Fue ahí cuando decidí hacerme periodista. Después pasé a los relatos de Walsh, tiene una serie de tres cuentos que se llama una Serie de tres cuentos irlandeses, muy autobiográficos, hubo un click con un personaje de él llamado El Gato y fue una especie de inspiración para Un gato en el Caribe. Y Oesteherld nos marcó a mí y a varias generaciones, no sólo con El eternauta. Con Walsh conocí a un amigo de él, Rogelio García Lupo, un hombre que me estimuló mucho. Son esos personajes reales que me marcaron y quise que integraran mi novela.
–¿Por qué te viniste de Argentina?
–Bueno, me vine un mes antes del Golpe Militar y ya estaba bastante perseguido. Algunos amigos míos habían muerto y las balas ya estaban picando muy cerca. Habían razzias en la época de Isabel Martínez de Perón, me dije me voy por un año a México y aquí me quedé. Conseguí trabajo en el periódico El Día, que ya no sale más. Tuve como ventaja que me enviaran como corresponsal a todo América Central. Y recorrí mucho mundo como periodista. Se me cumplió así el sueño.
–¿El exilio ha marcado tu literatura?
–No me pasa nada. Me pidieron que escribiera un artículo para la revista Haroldo, en la ESMA, dije que no llenaba el perfil, no extrañé el dulce de leche, el mate y conseguí laburo enseguida, poniéndome a hacer lo que quería. No tuve ese desgarramiento real de muchos amigos míos, la no inserción, mi exilio fue realmente un privilegio. Salvé la vida, en mayo me fue a buscar el Ejército a mi casa, pude trabajar, pude realizarme, viajé, soy atípico, pero sí conozco a amigos que a la primera de cambio pudieron volver a Argentina.
–¿Qué balance haces hoy de la realidad latinoamericana?
–Bueno, un balance desastroso. No me voy a meter en política interior, pero en términos generales, hubo una especie de retorno a la democracia, hubo un momento de esperanza con los Kirchner, con Evo Morales, con Mujica, con Rafael Correa, pero de golpe hubo como una especie de retroceso a partir de las elecciones. Es inexplicable que tengamos a Macri de presidente en la Argentina o a Peña Nieto en México.
–Los medios periodísticos trabajan para el poder
–No hay prensa alternativa, ocultan, deforman, mienten. Veía la televisión en Argentina y hay una gran distancia entre la verdad y la objetividad.
–Hay una realidad que es el de las redes sociales…
–Bueno, es un asunto de David y Goliath, es el último recurso que nos queda. Es un mundo desagradable, pensaba que en el 2000 iba a haber salud, educación y no, es un mundo caótico, de trata de personas, de narcotráfico, de tráfico de órganos, de pedofilia, de poder financiero, es un mundo inmundo.
–Un gato en el Caribe demuestra que eres un gran autor de ficción, ¿por qué relegarte tanto?
–Porque a mí siempre el periodismo me apasionó. La verdad, la investigación, la denuncia, el periodismo de investigación me interesaba mucho. Siempre escribí mucho, inventar historias, el periodismo me obligó a ceñirme más a la verdad. Acabo de sacar otra novela, de tinte policial, llamada El hombre de ley. El Gato aparece como personaje secundario y ahora estoy haciendo un libro de crónicas sobre la frontera.
–¿Y quién eres ahora, periodista, escritor?
–Soy periodista. También soy escritor aunque me cuesta verme como tal. Me gusta mucho México, a pesar de las profundas diferencias de idiosincrasia que hay entre mexicanos y argentinos. Acepto esa diversidad, porque es lo que me enriquece. Ahora se me dio por visitar todos los sitios arqueológicos que no conocía de México. Me acaban de invitar a un festival de literatura juvenil en Sonora, una geografía igual a la de Lejano Oeste. En Acapulco hay un festival de novela policial…qué te puedo decir, me encanta estar acá.
–¿Qué dirías de Un gato en el Caribe?
–Una novela de aventuras para tipos de mi edad, menores o mayores. ¿Qué pasó con esos chicos que leían las revista Billiken, las historietas de Oesterlhed, las novelas por partes de Jack London?