Por Nacho Temiño
Varsovia, 25 feb (EFE).- Colectivos gitanos recuerdan el aniversario mañana de la llegada hace 70 años al campo de exterminio alemán de Auschwitz-Birkenau, en el sur de Polonia, de los primeros deportados de esa etnia, de las que la mayoría de las cerca 23.000 personas murieron o fueron asesinadas.
En diciembre de 1942 las autoridades nazis decidían la detención de todos los gitanos del Reich y de los territorios ocupados, y días después ordenaba su confinamiento en campos de concentración con lo que oficialmente había comenzado el exterminio de los gitanos europeos.
Algunas semanas más tarde el primer «cargamento» de sinti y roma, las dos grandes familias gitanas centroeuropeas, llegaba hasta Auschwitz-Birkenau, localizado en el pueblo polaco de Oswiecim, donde gitanos de 14 naciones diferentes sufrieron la barbarie nazi hasta la liberación del campo.
Se estima que en Auschwitz más de un millón de personas perdieron la vida, en su mayoría judíos pero también eslavos, partisanos polacos, sacerdotes católicos y homosexuales, así como gitanos, de los que se calcula que 21.000 fallecieron.
Lo cierto es que el pueblo gitano estuvo en el centro de mira del Tercer Reich desde que los nazis llegaron al poder, con multitud de normas que inicialmente les obligaron a registrarse o limitaban los movimientos de una minoría tradicionalmente nómada, y que desembocarían en confinamientos, asesinatos masivos y deportaciones.
En Polonia miles de gitanos fueron enviados a campos de concentración aunque otros acabarían sus días entre los muros de guetos como el de la ciudad polaca de Lódz (centro del país), donde llegaron a ubicarse hasta 5.000 roma.
Desde el 26 de febrero de 1943 hasta el 21 de julio 1944 llegaron a Auschwitz-Birkenau cerca de 21.000 gitanos, entre ellos muchas mujeres y niños, aunque esta cifra no incluye a los más de 1.700 provenientes de Bialystok (este de Polonia), que no quedaron inscritos en el campo ya que fueron inmediatamente trasladados a las cámaras de gas ante la sospecha de un brote de tifus.
La mayoría de presos de esta etnia murió a consecuencia de enfermedades, como el propio tifus y otras provocadas por el hambre extrema o la ausencia de higiene, especialmente los niños deportados y los nacidos en el campamento. Otros sufrieron los experimentos médicos nazis, como comprobar los efectos en organismos debilitados de beber regularmente agua de mar.
El exterminio final de la población gitana estaba previsto para mediados de mayo de 1944, aunque una rebelión de prisioneros en la noche del 16 de mayo retrasó la «solución final» hasta la madrugada del 2 al 3 de agosto de ese año.
Por orden de Heinrich Himmler, el jefe de las temidas SS nazis, el campamento gitano fue liquidado, y decenas de camiones cargados con presos realizaron el trayecto mortal hacia las cámaras de gas. Miles de cuerpos serían quemados y enterrados en fosas comunes durante esa oscura jornada.
Se cree que unos 21.000 gitanos perecieron entre las alambradas de Auschwitz-Birkenau, miles de nombres olvidados que se suman al más del millón de víctimas del que fue el campo de concentración nazi más mortífero.
El 27 enero de 1945 el Ejército soviético llegó al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde la huida nazi había dejado a algo más de 7.000 prisioneros en un estado casi cadavérico, ateridos por el frío, que veían así como los soldados de Stalin traían paradójicamente la libertad.
Aunque comúnmente sólo se habla del Holocausto en referencia a las víctimas judías en Europa, lo cierto es que cerca de la mitad de la población gitana de Alemania y del resto de zonas ocupadas murió como consecuencia de la II Guerra Mundial y de la persecución del Tercer Reich. EFE