SEMBLANZA | En un país abrumado por la corrupción y las promesas incumplidas del Gobierno, López Obrador es considerado ampliamente como el candidato menos vulnerable y su compromiso de nunca cambiar fortalece su popularidad, según analistas. A esto se suma su carácter irascible, frases folclóricas de campaña, negativa tajante a negociar e insistencia en su propia honestidad personal, lo que ha resultado en que sus partidarios le profesen un apoyo casi sectario.
Sin embargo, López Obrador se enciende frente a quienes pretenden etiquetarlo como un Trump de izquierda. Por ejemplo, el escepticismo hacia el TLCAN es donde Trump y López Obrador coinciden principalmente.
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Por Christopher Serman y Mark Stevenson
Ciudad de México, 24 de diciembre (AP).- El aspirante presidencial izquierdista, Andrés Manuel López Obrador, es combativo e inflexible, y su campaña puntera en la que pregona su honestidad y vehemente nacionalismo podría crear una relación singular y volátil de México con el mandatario estadounidense si gana los comicios.
Desde hace tiempo López Obrador ha predicado una posición en la que México es prioridad, al tiempo que ha acusado al Gobierno federal de servilismo ante Washington y censurado el libre comercio, que dice ha devastado a los trabajadores y a la agricultura del país. Los pronunciamientos del Presidente Donald Trump de reducir los vínculos económicos de Estados Unidos con México coinciden con la postura de López Obrador de disminuir la dependencia del país latinoamericano frente a su vecino del norte.
Algunos sectores conjeturan que, ante las amenazas de Trump de cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, López Obrador como presidente simplemente sonreiría y diría: “adelante”. Aunque el aspirante presidencial ha moderado sus críticas hacia el acuerdo comercial con vistas a los comicios presidenciales del 1 de julio en México, e incluso ha expresado algo de apoyo al pacto, la forma en que manejaría la renegociación del TLCAN entre Estados Unidos, México y Canadá es una gran incógnita.
Un aspecto que se suma a la posible volatilidad de las relaciones entre Estados Unidos y México es que López Obrador, al igual que Trump, no se intimida frente a un insulto y es usuario activo de Twitter. Y ambos han hecho campaña como externos en política: Trump mencionaba “drenar el pantano” en Washington y López Obrador censura a “la mafia del poder” que gobierna México.
“Sería una relación extraña, nunca antes vista”, declaró José Fernández Santillán, profesor de ciencias políticas en el Instituto Tecnológico de Monterrey, una de las principales universidades de México. Serían dos nacionalismos totalmente distintos: el de derecha de Trump y el de izquierda de López Obrador, agregó.
López Obrador busca por tercera vez la presidencia en México y sus partidarios insisten en que la primera ocasión perdió mediante fraude electoral, lo que aviva el divisionismo en su actual campaña. Después de aquella derrota en 2006, sus simpatizantes cerraron la avenida Paseo de la Reforma en la Ciudad de México durante meses de protestas y López Obrador se describió como el “presidente legítimo” de la nación.
Ahora de 64 años, el aspirante presidencial del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha moderado sus propuestas políticas y afirma que quiere hacer amigos, no enemigos, pero insiste en que es el mismo de antes.
“No voy a cambiar nunca. Eso es lo que estimo más importante en mi vida, la honestidad y mi autenticidad”, afirmó.
En un país abrumado por la corrupción y las promesas incumplidas del Gobierno, López Obrador es considerado ampliamente como el candidato menos vulnerable y su compromiso de nunca cambiar fortalece su popularidad, según analistas. A esto se suma su carácter irascible, frases folclóricas de campaña, negativa tajante a negociar e insistencia en su propia honestidad personal, lo que ha resultado en que sus partidarios le profesen un apoyo casi sectario.
Cuando fue Alcalde de la Ciudad de México a principios de la década de 2000, López Obrador se fomentó la imagen de ser un hombre del pueblo, de hablar claro, que viajaba por aire en clase turista y manejaba un Nissan compacto.
“Es honesto y… sigue igual. Es una persona humilde y va a seguir igual si está en la Presidencia”, dijo Silvia Rodríguez, un ama de casa con tres hijos que vive en un sector pobre de la capital y asistió a un acto político de López Obrador. “Él es del pueblo y va a ser para el pueblo”.
Aunque heroica, esa postura es la que a menudo le da un aspecto vagamente solitario y obsesionado con él mismo, y algunos de sus detractores incluso lo han tachado de mesiánico.
Durante la presentación de un nuevo documental sobre su vida, López Obrador visita su ciudad natal acompañado de amigos y partidarios. Sin embargo, estos nunca hablan en el documental y a los que eran sus vecinos apenas se les permite decir una frase. Salen fotografías de los hermanos del aspirante presidencial, pero vive distanciado de la mayoría de ellos. El video tiene como título “Esto soy”.
Hasta ahora López Obrador lleva una fuerte ventaja en las encuestas, pero faltan todavía más de seis meses para la realización de los comicios y no están aún definidos todos los contrincantes de la contienda, que son al menos tres y podrían llegar a ser hasta cinco. Y él tiene cierta propensión a cometer errores de campaña. Recientemente generó una serie de duras críticas en la prensa al insinuar la posibilidad de darles una amnistía a los capos del narcotráfico.
A pesar de la propensión de López Obrador de atacar con severidad a sus oponentes, a la fecha ha sido notable su moderación hacia Trump, quien es blanco favorito en el país latinoamericano por haber dicho que los mexicanos son violadores y delincuentes. Después de que el magnate republicano ganara la Presidencia de Estados Unidos, López Obrador dijo que lamentaba el inicio de “esta incómoda realidad”, pero agregó: “no hay motivo de preocupación” y “tenemos que salir adelante”.
El aspirante presidencial también ha evitado en su campaña la confrontación con Trump. El dirigente de Morena dijo que quiere la amistad con Estados Unidos y que solicitará un nuevo diálogo basado en la cordialidad y el respeto mutuo, como buenos vecinos.
Sin embargo, López Obrador se enciende frente a quienes pretenden etiquetarlo como un Trump de izquierda. Perdió por escaso margen la elección presidencial de 2006 y 2012 después de que sus rivales lo compararan con el fallecido Presidente venezolano, Hugo Chávez, impopular en México.
“Andan asustando, diciendo que somos populistas, o nos comparan con (el Presidente venezolano actual, Nicolás) Maduro o con Trump”, afirmó López Obrador en un video difundido en junio. “Mándalos por un tubo (recházalos), no tengas miedo. El cambio va a ser ordenado y pacífico. Lo único que queremos es acabar con la corrupción, que haya trabajo, que haya seguridad y bienestar para todos”.
Aunque a menudo habla con cierta intransigencia, López Obrador gobernó como un político moderado cuando fue alcalde de la Ciudad de México, y mantuvo buenas relaciones con el sector privado y la Iglesia católica.
Como gobernante, López Obrador pareció más un político pragmático de centro-izquierda, a diferencia de Hugo Chávez, dijo Federico Estévez, profesor de ciencias políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). En la mayoría de sus políticas no resaltó una ideología particular. Se podía hacer negocios con él, apuntó.
El escepticismo hacia el TLCAN es donde Trump y López Obrador coinciden principalmente. Ambos se han pronunciado por renegociar el actual acuerdo, que según ellos ha perjudicado a las clases trabajadoras de sus respectivos países.
Trump pretende aumentar en los vehículos el contenido de elementos fabricados en Estados Unidos bajo las reglas del TLCAN y contener la migración de plantas automovilísticas hacia México. López Obrador prohibiría que el petróleo y los recursos energéticos pasen a propiedad privada e intentaría hacer a México más autosuficiente, en parte mediante mayores reinversiones en la empresa petrolera estatal a fin de reducir las importaciones de combustibles de Estados Unidos.
Sin embargo, aunque López Obrador acusa al tratado de perjudicar a los agricultores mexicanos, ahora afirma que con todos sus defectos –que los tiene–, el TLCAN ha mostrado ser un instrumento útil para el desarrollo de las relaciones comerciales y económicas.
El historiador Lorenzo Meyer destacó que López Obrador efectúa una campaña para solucionar precisamente los problemas que han hecho de México un blanco fácil de las críticas de Trump: “la corrupción e ineficiencia, por haber mandado a millones de mexicanos fuera”.
Como la élite política y empresarial de México no tiene nada que ofrecer sino más de lo mismo, lo que han hecho durante 25 años, López Obrador no tiene que hacer las grandes promesas, señaló Estévez. El precandidato solo tiene que sentarse y dejar que las cosas sigan su curso y afirmar que él es el único capaz de frenar el deterioro y poner las cosas en orden, apuntó.