Los editores europeos compiten con las pantallas; «la lucha está perdida», consideran algunos

24/09/2019 - 12:00 am

Antoine Gallimard, director de la editorial francesa Gallimard no quiere ser pesimista, pero considera perdida la lucha del libro contra la pantalla aunque confía en que sea solo una batalla y no toda la guerra. «Lo seguimos intentando», aseguró.

Por Carmen Naranjo

Pollença, Mallorca, 24 de septiembre (EFE).- Los editores europeos afrontan preocupados la competencia que suponen las pantallas frente a los libros, y algunos, como el francés Antoine Gallimard, consideran que la lucha está perdida, mientras que otros, como el español Jorge Herralde, no ven tanta catástrofe pero sí perspectivas alarmantes.

Antoine Gallimard, director de la editorial francesa Gallimard; Ernesto Franco, responsable de la editorial italiana Einaudi, y Jorge Herralde, fundador y editor de Anagrama, asisten en Pollença (Mallorca) a las Conversaciones Literarias de Formentor.

Un lugar, el hotel Formentor, en el que sus antecesores en el mundo de la edición europea (Carlos Barrall, Galimard, Einaudi, Rowolt…) impulsaron en 1961 el Premio Formentor y un foro literario que fue referencia para la vanguardia de la edición de esa época y que durante varios años reunió a los máximos exponentes de la literatura de entonces.

Hijo de uno de estos editores fundadores de este foro, Antoine Gallimard (París, 1947) dirige la editorial gala que fundó su abuelo en 1911 y que lleva su nombre, el tercer grupo editorial de Francia, compuesto por diferentes editoriales, distribuidoras y librerías.

No quiere ser pesimista, dice, pero Gallimard considera perdida la lucha del libro contra la pantalla aunque confía en que sea solo una batalla y no toda la guerra. «Lo seguimos intentando», ha explicado a un grupo de periodistas.

«Hay muchas corrientes desfavorables» al sector del libro; el mercado de la lectura está en crisis porque se necesita tiempo para leer y no hay, sostiene el editor francés.

Francia ha sido «el país del libro» y ahora la presencia de la literatura en los medios de comunicación ha caído entre un 30 y un 40 por ciento. «Y Macron dice que es muy amigo de los libros pero no toma ni una sola medida», critica.

Aunque reconoce que su grupo está bien situado dentro del mercado editorial por la buena marcha del libro juvenil y el cómic -vendió 30 mfllones de ejemplares de la saga de Harry Potter-, sostiene que la literatura vive una crisis respecto de la ficción porque ésta se ha desviado hacia la televisión.

Y cree Gallimard que la moda de la «autoficción» en la novela es solo «un pequeños momento», que pasará.

Para Gallimard, un editor debe estar cerca del aspecto comercial pero debe ser también capaz de publicar un libro en el que cree sabiendo que no va a tener éxito. Y tener en cuenta que un libro que se vende bien no tiene porqué ser bueno.

Jorge Herralde (Barcelona, 1935) fundó Anagrama hace 50 años y desde entonces esta editorial ha publicado más de 4 mil títulos.

Herralde no considera el panorama de una forma tan «catastrofista» como Gallimard pero cree que a medio y largo plazo hay perspectivas «alarmantes».

Herralde dice que, además, el libro está mucho más protegido en Francia que en España, donde las administraciones tienen una posición de «alejamiento endémico» respecto de la industria del libro.

El fundador de Anagrama, cuyo «primer amor» fue la literatura, considera que hay que seguir publicando «lo mejor posible para un público no absorbido por las pantallas».

«Hay que apostar siempre por la excelencia, por los mejores autores, no publicar posibles ‘best sellers’ por el hecho de publicar» sostiene Herralde, quien se vanagloria de que Anagrama «jamás» haya publicado un libro por motivos comerciales.

El italiano Ernesto Franco, director de la editorial Einaudi, apunta otra batalla para la profesión en la era digital, la de los derechos de autor.

Franco reconoce que en Italia se lee poco, aunque espera que no sea menos, pero cree que no depende de la publicación sino de la falta de inversión en la educación y de pocas políticas de fomento de la lectura.

Dice que si hubo una batalla entre el libro digital y el de papel, la ganó este último y considera que internet puede verse como una «prótesis del cerebro humano» para facilitar el acceso democrático de la sociedad a la educación y la cultura.

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