Entre los fallecidos, siete son militares, cuatro civiles y uno es presuntamente una atacante suicida que hizo detonar la segunda bomba, según el informe preliminar del grupo de trabajo conjunto de la Policía y el ejército en Sulu, que desde el principio barajó la tesis del atentado terrorista y sospechó de Abu Sayyaf, que en 2014 juró lealtad al Estado Islámico (EI).
Por Sara Gómez Armas
Manila, 24 ago (EFE).- Dos explosiones en Jolo, capital de Sulu -remota provincia del sur de Filipinas-, dejaron este lunes al menos doce muertos y unos cuarenta heridos en lo que parece un doble atentado de los yihadistas de Abu Sayyaf, que ya perpetraron un letal ataque similar en la catedral de esa ciudad en enero de 2019.
Entre los fallecidos, siete son militares, cuatro civiles y uno es presuntamente una atacante suicida que hizo detonar la segunda bomba, según el informe preliminar del grupo de trabajo conjunto de la Policía y el ejército en Sulu, que desde el principio barajó la tesis del atentado terrorista y sospechó de Abu Sayyaf, que en 2014 juró lealtad al Estado Islámico (EI).
El jefe del 11º Batallón de Infantería que opera en Sulu, el teniente coronel Ronaldo Mateo, confirmó a los medios locales que hay siete soldados entre las víctimas mortales del atentado, que dejó además 19 heridos entre sus tropas y 22 entre la población civil.
La primera explosión tuvo lugar alrededor del mediodía en una céntrica plaza de Jolo, al estallar una motocicleta situada cerca de donde un camión del ejército repartía alimentos, y la segunda se produjo una hora después en una calle a unos 70 metros cuando la policía acordonaba la zona del siniestro.
«De momento, el número definitivo de víctimas está por determinar mientras la investigación trata de identificar a los posibles sospechosos», señaló en un comunicado el jefe de la Policía Nacional, Archie Gamboa.
SE SOSPECHA DE ABU SAYYAF
Aunque su presencia en el resto del Mindanao Musulmán es cada vez más reducida, se estima que hay unos 300 efectivos de Abu Sayyaf en el aislado archipiélago de Sulu -la provincia más pobre de Filipinas- donde se cree que también se esconden yihadistas huidos del extinto califato del EI.
En enero de 2019, yihadistas extranjeros apoyados por Abu Sayyaf hicieron estallar dos bombas en la catedral de Jolo durante la misa dominical, atentado en el que murieron 23 personas -incluidos los dos terroristas suicidas- y un centenar resultaron heridas, el ataque más mortífero en el sur de Filipinas en años.
Abu Sayyaf fue fundado en los años noventa en la vecina isla de Basilan por muyahidines que lucharon en Afganistán y enseguida ganaron notoriedad internacional por sus atentados y por los secuestros a ciudadanos extranjeros.
«Estamos tratando de determinar los detalles de las explosiones con una investigación exhaustiva posterior al ataque», señaló en un comunicado el portavoz de las Fuerzas Armadas de Filipinas, el mayor general Edgard Arevalo, quien instó a la población civil de Sulu a «mantener la calma, estar vigilantes e informar sobre cualquier persona sospechosa o actividades inusuales en la zona».
El pasado julio, el ejército reveló que tenía informes de la inteligencia militar en Sulu que corroboraban que Abu Sayyaf planeaba perpetrar nuevos atentados en la zona colocando una bomba en una motocicleta.
La investigación también trata de determinar si el ataque guarda relación con la detención el pasado 14 de agosto de Anduljihad «Idang» Susukan, uno de los cabecillas más buscados de Abu Sayyaf sobre el que pesaban 34 órdenes de arresto por asesinato y secuestro.
«Condenamos enérgicamente los incidentes hoy en Sulu, que dejaron decenas de muertos y heridos, incluido soldados. Asimismo, expresamos nuestro pésame a las familias y seres queridos de quienes murieron en estos trágicos incidentes», señaló Harry Roque, portavoz del presidente Rodrigo Duterte.
YIHADISTAS MÁS RADICALIZADOS
A pesar de que la amenaza terrorista se ha debilitado en el Mindanao Musulmán, también se ha radicalizado, ya que Abu Sayyaf y otras formaciones afines al EI que operan en la zona -como Luchadores Islámicos para la Liberación del Bangsamoro, Ansar Khalifa o Maute- han abrazado en los dos últimos años nuevas formas de violencia como los ataques suicidas.
Aunque el terrorismo islamista no es nuevo en Filipinas, los ataques suicidas no corresponden al «modus operandi» clásico de los grupos locales, una nueva amenaza en el país que en el último año ha registrado cuatro atentados de este tipo, los primeros de su historia y todos reivindicados por el EI, llevados a cabo con el apoyo logístico de Abu Sayyaf.
El primero tuvo lugar el 31 de julio de 2018 en la isla de Basilan -tradicional feudo de Abu Sayyaf-, donde murió una decena de personas; seguido del atentado con dos bombas gemelas en enero en la catedral de Jolo, capital de Sulu, el más mortífero de los últimos años al ocasionar una veintena de muertos y un centenar de heridos.
Los otros dos atentados, en junio y septiembre de 2019, atacaron campamentos militares en Sulu, un archipiélago de difícil acceso convertido en el nuevo bastión de Abu Sayyaf, el grupo yihadista más fuerte en estos momentos en Filipinas.
Allí se esconde Hatib Hajan Sawadjaan, líder de Abu Sayyaf y nuevo emir del EI en el Sudeste Asiático, tras la muerte de Isnilon Hapilon en octubre de 2017, durante la batalla de Marawi, que se saldó con la derrota yihadista y dejó muy debilitado el movimiento por la muerte de sus principales cabecillas.
El ataque de junio fue perpetrado por Norman Lasuca, de 20 años, militante de Abu Sayyaf y el primer filipino responsable de un atentado suicida, un síntoma más de la radicalización del yihadismo de factura local en Filipinas.