En el Mediterráneo romano se ubica la «playa del Papa», espacio destinado para que las personas con capacidades diferentes puedan disfrutar del mar. Este sitio abrió en 2012 y es gestionado por voluntarios de la asociación «Opera San Luigi Gonzaga».
Por Jaime Castro García
Roma, 24 de julio (EFE).- Como cada fin de semana, decenas de personas con discapacidad se bañan en la conocida como «playa del Papa», financiada por Francisco para permitir el disfrute de unas instalaciones especiales a orillas del Mediterráneo romano.
Sabrina es una señora que se mueve en silla de ruedas y que llega desde Roma a la «playa del Papa» para, como muchas otras personas a la semana, gozar de unas horas de sol y baño y soportar así las altas temperaturas de julio en la capital italiana.
Explica a Efe que en la playa, oficialmente llamada «La Madonnina», hay «mucha cordialidad y mucho equipamiento para los discapacitados» por lo que consigue llegar «fácilmente» al agua.
Es una playa gratuita, algo poco común en el litoral italiano, donde generalmente se accede previo pago, pero la del Papa va más allá y además cuenta con rampas y plataformas por las que las personas con discapacidad pueden alcanzar la orilla del Tirreno.
También cuenta con tumbonas y sombrillas que conceden un poco de tregua ante el abrasador sol de julio, ocupadas también por familias o grupos de jóvenes, hasta unas 600 entre sábados y domingos, que llenan los 80 metros de orilla libre de barreras y prejuicios.
El ingreso al establecimiento está franqueado por la figura de una pequeña Virgen que da nombre a la playa y cuyo altar decora al mediodía con flores uno de los voluntarios del establecimiento.
«Este es el único proyecto del litoral romano que, con plena autonomía, facilita instalaciones a personas con algún tipo de discapacidad», señala a Efe el párroco Massimo Consolaro, que apunta además que está abierto «a todas las culturas y religiones».
El proyecto gustó tanto al pontífice argentino que en abril de este año el limosnero pontificio, Konrad Krajewski, les hizo una donación con la que pudieron pagar el alquiler anual que cuesta la playa.
La playa está gestionada por voluntarios de la asociación «Opera San Luigi Gonzaga», que en 2012 abrieron esta playa que llevaba más de treinta años cerrada y que, según Consolaro, aparte de la aportación económica del Vaticano, «no recibe muchas donaciones pero sí una contribución de personas muy sencillas».
Personal médico y socorristas de la Federación Italiana de Natación Paraolímpica ayudan a las personas que lo necesitan, entre ellos Stefano, un joven de 28 años que en 2010 sufrió un accidente que le acarreó consecuencias cerebrales y la paralización del lado derecho del cuerpo.
Gracias a la ayuda de un voluntario, de su padre Mario y de un remolque que le lleva desde su tumbona hasta el mar, puede disfrutar de las aguas del Mediterráneo que, en su opinión y tras chapotear en ellas, no son ni frías ni calientes sino «mitad y mitad».
Su madre, Lucia, dice a Efe que quisieron complacer el deseo de Stefano de ir a la playa dos años después del accidente y se atrevieron a visitar la playa del Papa, aunque la primera vez encontraron «muy complicado» aventurarse en una empresa así con una silla de ruedas.
Desde entonces, el joven ha hecho muchos avances y además de entrar en el agua sujeto a un flotador de corcho, de vuelta a la tumbona se mantiene en pie y camina con la ayuda de un andador, algo que le convierte en una persona «más independiente», según su madre, que «con fuerza de voluntad (…) puede seguir adelante».
Los voluntarios juegan asimismo un papel crucial en el funcionamiento del establecimiento construyendo con sus propias manos, incluso en las horas de más calor, pabellones de madera que dan sombra y echando una mano en el bar.
«Todos nosotros somos parte de esto», subraya Lucia, que señala el mar y califica la playa como «un proyecto de amor» para personas que superan momentos duros «no solo con la playa, sino con esperanza y un ambiente de personas cercanas» que encuentran en la playa del Papa.