De acuerdo con el Episcopado de México, la mala condición en que se encuentra el Sistema Penitenciario del país es un “síntoma de cómo estamos en sociedad, de silencios y de omisiones que han provocado la cultura del descarte. El sufrimiento y la privación son reflejo del egoísmo social que provoca enfrentamientos y rivalidades, refrendando el imperio del crimen”.
Ciudad de México, 24 de abril (sin embargo).- La Iglesia Católica lamentó las serias carencias que el sistema penitenciario mexicano presenta, pues impiden que quienes están bajo proceso penal o purgan una condena, tengan las mínimas condiciones de dignidad e integración social.
El Episcopado mexicano, en su editorial “Desde la fe”, el día de hoy hace un recuento del Diagnóstico Nacional de la Situación Penitenciaria 2015 que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) difundió. El documento describe la situación de las cárceles en México; 130 centros estatales de readaptación social y 21 instalaciones federales del país fueron evaluados para su realización.
De acuerdo con esto, el análisis de la CNDH fue un intento por evaluar la situación de las instalaciones penitenciarias por medio de un sistema de semáforo, en el que dependiendo de la circunstancia, la institución evaluada recibe un indicador gráfico por color: verde (favorable), amarillo o rojo (urgente).
Según el editorial, en el informe de la CNDH, sólo un estado de la República tiene clasificación verde, mientras que las demás entidades presentan clasificación amarilla o roja.
Entre los problemas que asedian al Sistema Penitenciario nacional, se encuentra la sobrepoblación y el hacinamiento consecuente de presos, quienes duermen en un espacio con capacidad para cuatro ocupantes pero en el que habitan al menos 30 personas; precarios servicios sanitarios y de salud; falta de oportunidades laborales para los internos; áreas de privilegios para quienes mandan al interior; tráfico de drogas y arma; la precaria e insalubre confección y distribución de alimentos; la ausencia de cuidados médicos especiales para personas con enfermedades crónicas y graves; violencia, riñas y homicidios; la deficiente clasificación entre procesados y sentenciados o la convivencia entre reos de mínima y máxima peligrosidad; pago de cuotas; corrupción y prácticas de horror debido al tráfico humano; entre otros.
En el caso de la Ciudad de México, la Iglesia menciona que es “la síntesis de la pudrición del sistema carcelario, con calificaciones en amarillo, destacando en rojo las serias condiciones de gobernabilidad debido a personal insuficiente, la autoridad en manos de los internos, prácticas ilícitas como el tráfico de drogas, extorsiones y sobornos, además de la agobiante sobrepoblación”.
De acuerdo con el Episcopado, “el nuevo sistema de justicia penal apuesta por una reforma que impacte al andamiaje penitenciario del país; sin embargo, las condiciones actuales arrojan signos de alarma sobre el trato digno a los internos”, señala la editorial.
Detalla que las redes criminales que operan desde las cárceles y reclusorios han obtenido ganancias por más de mil 350 millones de pesos en un período comprendido entre el 2001 y 2015. Asimismo, de acuerdo con algunos organismos no gubernamentales de defensa de los derechos humanos, el 90 por ciento de las bandas de extorsionadores actúan desde los penales de la capital del país.
Como consecuencia del “sistema carcelario incapaz de lograr el goce pleno de derechos y garantías constitucionales de los internos”, el Episcopado concluye que “las cárceles son un síntoma de cómo estamos en sociedad, de silencios y de omisiones que han provocado la cultura del descarte. El sufrimiento y la privación son reflejo del egoísmo social que provoca enfrentamientos y rivalidades, refrendando el imperio del crimen”.
Lo anterior concuerda con lo dicho por el Papa Francisco I durante su visita al país, quien indicó que una verdadera reinserción social “comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos… Ahí empieza todo proceso de reinserción”. Pero en México, el sistema penitenciario usa, tira y aniquila a la gente.