Ciudad de México, 24 de marzo (TicBeat/SinEmbargo).- Un experimento científico llevado a cabo en la Universidad de Tel Aviv revela que determinadas plantas pueden sentir los sonidos en el aire de los insectos polinizadores y responder a ellos con una reacción mecánica.
¿Pueden las plantas oír? Una investigación científica realizada por Lilach Hadany y Yossi Yovel Sands, dos científicos de la Universidad de Tel Aviv, revela que las flores de Oenothera drummondii -prímula-, expuestas al sonido de reproducción de una abeja voladora o a señales de sonido sintéticas a frecuencias similares, produjeron un néctar más dulce en 3 minutos, lo que posiblemente incrementa las posibilidades de polinización cruzada.
“Encontramos que las flores vibraban mecánicamente en respuesta a estos sonidos, lo que sugiere un mecanismo plausible donde la flor sirve como órgano sensorial auditivo de la planta. Tanto la vibración como la respuesta del néctar fueron específicas de la frecuencia: las flores respondieron a los sonidos del polinizador, pero no al sonido de mayor frecuencia”, muestran los autores en el estudio.
Estos resultados documentan por primera vez que las plantas pueden responder rápidamente a los sonidos de los polinizadores de forma relevante. La sensibilidad del sonido de las plantas al polinizador puede afectar las interacciones planta-polinizador en una amplia gama de formas: las plantas podrían asignar sus recursos de manera más adecuada, centrándose en el momento de la actividad del polinizador mientras que estos serían mejor recompensados por unidad de tiempo.
La investigación realizó pruebas tanto en el laboratorio como al aire libre, tomando 650 flores de primula y analizando sus niveles de producción de néctar, comprobando si reaccionaban a frecuencias altas, medias y bajas, a la grabación del sonido de una abeja o al silencio. Ante la abeja estas plantas incrementaron la concentración de azúcar en el néctar, aproximadamente en un 20 por ciento.
Además, la investigación que algunas plantas podrían emitir ultrasonidos, tan agudos que escaparían al alcance del oído humano. Para comprobarlo se colocaron plantas de tabaco y tomate en el interior de cajas insonorizadas empleando micrófonos sensibles para captar ultrasonidos de esta índole. Se captaron ultrasonidos a un volumen de sesenta decibelios, perceptible para polillas y murciélagos pero no para los seres humanos. Son de carácter breve y se desvanecen en la distancia. Además, las plantas dañadas o secas producen estos sonidos co frecuencia, variando según el daño o la sequedad y que los animales podrían emplear para conocer el estado de estos vegetales.