La población ocupada de México aumentó 1.7 por ciento real entre 2018 y 2019. Ello implicó la incorporación de casi 1.5 millones de trabajadores (formales e informales) al mercado laboral, sobre todo del sector terciario o de servicios. Sin embargo, las cifras oficiales indican que el aumento de empleados fue inferior a la demanda nacional de empleo, sobre todo en un contexto de precarización de los salarios más elevados.
Ciudad de México, 24 de febrero (SinEmbargo).- Seis de cada 10 mexicanos trabajan en el sector terciario o de servicios; tres están ocupados en el sector industrial o secundario, y sólo uno de cada 10 labora en el sector primario o de producción de materias primas, refieren datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).
Al cierre del año pasado, México tenía una fuerza laboral ocupada de 55 millones 683 mil 450 personas. La tercera parte de ella (33.3 por ciento) estaba ocupada en actividades de comercio al por menor (tiendas, almacenes, supermercados, entre otros) y manufacturas.
Entre las actividades económicas con más población ocupada también estuvieron las agrarias, “otros servicios” no gubernamentales, hospedaje y alimentos, además de la construcción. En conjunto, estos cuatro rubros productivos dieron empleo a 20 millones 812 mil 717 mexicanos, que equivalen al 37 por ciento de la población ocupada.
En contraste, las tres actividades con menor población ocupada al cuarto trimestre de 2019 fueron las corporativas, mineras y de servicios de generación y distribución de electricidad, suministro de agua y gas. En estas actividades hubo 449 mil 873 personas laborando, que representan al uno por ciento de la población mexicana con empleo.
Pese a que en el último año la población ocupada aumentó, hubo sectores que reflejaron pérdidas de mano de obra. Así fue en los casos de la minería (-11.9 por ciento); servicios de esparcimiento, culturales y deportivos (-5.1 por ciento); servicios de apoyo a los negocios y manejo de desechos (-3.6 por ciento); construcción (-3.4 por ciento); corporativos (-3.2 por ciento) y servicios profesionales, científicos y técnicos (-2 por ciento).
En conjunto, estas seis actividades económicas tuvieron una pérdida de 288 mil 595 plazas entre el cuarto trimestre de 2018 y el cuarto trimestre de 2019.
Las cifras del Inegi también indican que el aumento de la población ocupada del último año es inferior a la demanda de ocupación a nivel nacional.
Entre 2018 y 2019, 1 millón 66 mil 444 personas se incorporaron a la población ocupada formal. Este incremento (1.7 por ciento anual real) es insuficiente si consideramos el número de personas desocupadas (1 millón 942 mil 71) al cierre del año pasado, o el promedio de personas desocupadas por año (2 millones 76 mil 576) en los últimos 15 años.
De acuerdo con el Inegi, las personas desocupadas son aquellas que no trabajan ni tienen empleo, pero que buscan o están en proceso de incorporación (población desocupada activa), o no buscan empleo ni están en proceso de incorporación, aunque están dispuestas a laborar (población desocupada encubierta).
La incorporación general de personas al mercado laboral mexicano cobra especial relevancia si además consideramos que el grupo poblacional potencialmente activo o productivo –concebido como aquellos de entre 15 y 64 años de edad– aumentó en los últimos 30 años a un ritmo de 2.7 por ciento real anual, que equivale a la incorporación de 6 millones de personas por año, no obstante que la tasa de incremento tuvo una tendencia a la baja debido al envejecimiento poblacional, de acuerdo con cifras del Inegi y proyecciones demográficas del Consejo Nacional de Población (Conapo).
Lo anterior implica que en los próximos años y a mediano plazo, México requerirá insertar al mercado laboral a más del doble de gente de lo que incorpora en la actualidad, en un contexto en que además del envejecimiento de la población, la razón de dependencia adulta irá al alza en 124 por ciento durante los próximos 30 años.
La razón de dependencia “expresa la relación entre el grupo poblacional en edad económicamente dependiente o potencialmente inactiva, concebido como aquellos menores de 15 años de edad y de 65 años y más, y el grupo poblacional potencialmente activo o productivo, concebido como aquellos de entre 15 y 64 años de edad”, refiere el Gobierno Federal.
Este indicador “representa la carga que soporta la población activa, con relación a la población inactiva”, y “puede dar cuenta de características de los hogares, de la distribución del ingreso familiar y las posibilidades de acceder al consumo de bienes inmuebles como la vivienda”.
SALARIOS Y DESEMPLEO
En el marco del aumento de la población ocupada en el último año, la evolución del nivel salarial de los empleos registrados indica que, entre el cuarto trimestre de 2018 y el cuarto trimestre de 2019, los salarios de menor rango fueron al alza, mientras que los de mayor nivel decayeron.
Por un lado, la incorporación a empleos de hasta un salario mínimo y de más de uno hasta dos salarios mínimos aumentó en 27.7 y 16.9 por ciento, en cada caso. En cambio, los salarios medios o de más de dos y hasta tres salarios mínimos tuvieron un aumento de 0.5 por ciento en el último año. Y por otra parte, los salarios de más de tres y hasta cinco salarios mínimos, así como aquellos superiores a cinco salarios mínimos, fueron a la baja en 28.2 y 18.2 por ciento, respectivamente.
Lo anterior significa que las personas que se incorporaron al mercado laboral –formal e informal con ingresos– en el último año encontraron ocupación en trabajos con menor nivel de ingreso.
«La baja inflación y la gran desaceleración de la productividad contribuyeron al estancamiento de los salarios, así como al incremento de los empleos de bajos ingresos”, refirió recientemente (2018) la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) acerca de sus países miembro, entre ellos México.
Esta tendencia de “estancamiento» de los salarios ante un incremento del empleo es un riesgo, ya que «a menos que los países logren romper este ciclo, la confianza pública en recuperación se debilitará y la desigualdad en el mercado laboral se acrecentará”, concluye la OCDE.
La precarización de los salarios contrasta con el abandono y la pérdida de los empleos en el último año.
El 58.6 por ciento de las personas que perdieron su empleo fueron desempleadas porque su contrato laboral caducó. El resto perdió su ocupación por cuestiones de recorte de personal (28.2 por ciento) y por el cierre, quiebra o cambio de locación del lugar de trabajo (13.2 por ciento).
Asimismo, las cuatro causas más comunes de abandono del empleo fueron la decisión de retomar los estudios (18.1 por ciento de los casos), cuestiones familiares (16.8 por ciento), inconformidad con el salario (15.8 por ciento) y condiciones laborales de riesgo y/o inadecuadas (15.7 por ciento).
Acerca del abandono o pérdida del negocio propio o independiente, las cifras del Inegi refieren que las razones más comunes de desempleo fueron la caída de las ventas (35.4 por ciento de los casos), cuestiones de carácter personal (16.5 por ciento) y poca rentabilidad del negocio (11.2 por ciento).