Chuo-ku, el distrito ubicado en la desembocadura del río Sumida y epicentro de este «nuevo Tokio», ha registrado una explosión demográfica del 22 por ciento entre 2013 y 2018 hasta alcanzar los 156 mil 800 habitantes, el mayor crecimiento entre los 23 municipios de la capital, según los últimos datos oficiales.
Del total de 43 sedes de eventos deportivos para los JJOO, 17 se ubican en la bahía, a las que se suma la Villa Olímpica, una concentración que convertirá a esta zona en la más transitada por atletas y visitantes y en escaparate de la ciudad ante el mundo.
Por Antonio Hermosín Gandul
Tokio, Japón, 24 de febrero (EFE).- En las islas artificiales de la bahía de Tokio proliferan los rascacielos y se construye el grueso de las sedes para los Juegos Olímpicos de 2020, una ciudad flotante erigida como nuevo rostro de esta urbe en constante transformación.
El terreno ganado al mar es la zona donde más ha crecido la población de la megalópolis nipona durante el último lustro y donde se edifican más infraestructuras y viviendas desde que en 2013 el Comité Olímpico Internacional concedió a la candidatura tokiota la organización de los JJOO, que se inaugurarán el 24 de julio del año próximo, dentro de 17 meses exactos.
El Gobierno del Área Metropolitana de Tokio define esta expansión como «uno de los mayores proyectos de desarrollo urbano recientemente llevados a cabo en el mundo» con el objetivo de que la bahía se convierta en «un polo turístico y de negocios con atractivo global», según consta en un documento donde presenta su estrategia.
Chuo-ku, el distrito ubicado en la desembocadura del río Sumida y epicentro de este «nuevo Tokio», ha registrado una explosión demográfica del 22 por ciento entre 2013 y 2018 hasta alcanzar los 156 mil 800 habitantes, el mayor crecimiento entre los 23 municipios de la capital, según los últimos datos oficiales.
Esta zona es también la que acapara un número más elevado de nuevos rascacielos residenciales (bloques de al menos 50 plantas), con 14 mil 700 unidades de vivienda de este tipo en fase de construcción en 2017, según un informe de la consultora inmobiliaria Savills World Research.
El catalizador de tan frenética colonización de la bahía son los próximos Juegos, que abrieron la veda para que las autoridades locales exploraran nuevas vías de planificación urbanística para una ciudad superpoblada, y también para que las empresas inmobiliarias encontraran nuevas oportunidades en un mercado saturado.
La estrategia urbanística del Gobierno tokiota incluye destinar el 27 por ciento del terreno ganado al mar a zonas verdes, construir nuevos puertos de mercancías y de ferris de pasajeros, o la extensión de carreteras y de las líneas Rinkai de tren y la Yurikamome (un monorrail sin conductor).
El paisaje actual de la bahía está dominado por inmensas torres de viviendas de aspecto homogéneo y numerosas grúas empleadas para levantar nuevos rascacielos, entre las cuales también van tomando forma instalaciones deportivas diseñadas para convertirse en iconos de los Juegos de Tokio 2020.
Del total de 43 sedes de eventos deportivos para los JJOO, 17 se ubican en la bahía, a las que se suma la Villa Olímpica, una concentración que convertirá a esta zona en la más transitada por atletas y visitantes y en escaparate de la ciudad ante el mundo.
El Centro Acuático y el Ariake Arena, con sus amplias plantas, tejados curvos inspirados en la arquitectura tradicional nipona y rodeados de zonas verdes y canales, ejemplifican las posibilidades que ofrecen las islas artificiales frente al abigarrado Tokio de tierra firme.
Pese a su vocación futurista, esta parte flotante de la ciudad tiene sus raíces en el inicio del siglo XVII, cuando el shogunato Tokugawa decidió ampliar sus dominios en torno al castillo de Edo aprovechando el estuario y la desembocadura del río Sumida.
Los barrios de Hibiya y Nihonbashi fueron los primeros con los que la capital expandió su terreno en esa época, mientras que la primera isla artificial en la bahía, bautizada Tsukudajima, fue levantada sobre un banco de arena y colonizada por pescadores originarios de Osaka (oeste).
Como vestigios de esos tiempos apenas quedan en la isla -hoy llamada Tsukishima- un pequeño templo sintoísta, un puente inspirado en el primero construido en la zona, y los populares platos locales «monjayaki» (una especie de tortilla hecha con mariscos y masa líquida) y «tsukudani» (alimentos marinados con soja y sake).
«El barrio está cambiando muy rápido en estos años antes de los Juegos Olímpicos. Cada vez construyen más torres (de viviendas), y cada vez vienen más turistas», dice a Efe Mayumi Watanabe, una vecina de 67 años de Tsukishima.
En esta isla, gigantescos bloques de viviendas de lujo, franquicias y centros comerciales arrinconan a los ya escasos pequeños negocios y casas de madera tradicionales, un proceso habitual en la capital nipona aunque acelerado por la cercanía de los JJOO.
«En Tokio apenas quedan zonas como esta. Es una pena que eso no se tenga en cuenta a la hora de dar permisos para tantos edificios nuevos», lamenta Watanabe.
La expansión de Tokio mar adentro y su constante crecimiento demográfico contrasta además con el declive que afecta a la mayor parte del país. En 2018 todo el archipiélago nipón perdió habitantes con la excepción de la capital, regiones colindantes y otras tres grandes ciudades (Osaka, Nagoya y Fukuoka).
Antonio Hermosín Gandul