En Milpa Alta, la Delegación más al sur de la Ciudad de México que colinda con Morelos, resaltan el campo y los cerros. No llega el Metro, Metrobús ni Tren Ligero, sólo camiones o taxis. No hay una sola universidad, cine, teatro ni centro comercial. En más de nueve mil hectáreas se cultiva el nopal y otros productos agrícolas. De sus 156 mil habitantes, el 20.3 por ciento es indígena náhuatl. Ahí, a más de dos horas del centro de la ciudad, se concentra el mayor índice de pobreza (49.2 por ciento) de la capital del país.
Ahí, donde no hay un hospital psiquiátrico público y sólo centros de salud con atención psicológica en lista de espera, también se concentra el mayor número de suicidios de jóvenes en proporción a la población: 46 milpaltenses de 2012 a 2016, según el Inegi. 43, según la Procuraduría local. Las autoridades de salud pública y el Delegado Jorge Alvarado Galicia lo saben, pero la demanda no es proporcional a la ayuda psicológica existente.
En las primarias públicas del turno matutino, de 8 mil 500 niños, 650 casos tenían riesgo de suicidio (150 eran de riesgo alto) en 2014, detectó la Fundación Kinestésica mediante un teatro de títeres. Una niña de siete años, triste porque sus padres se peleaban, se comió un jabón para intentar dejar de vivir. Marcela Barrera, de la organización, le pidió al DIF que los atendiera un psicólogo y les diera contención mientras lograban acceso a un médico psiquiatra, pero solo le aceptaron 20 infantes porque no tenían lugar. La Delegación, al inicio, ni siquiera creyó que los niños pudieran deprimirse. «Si ni siquiera podemos hablar del tema, ¿cómo se va a prevenir y haber estadísticas confiables?», cuestionó.
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Ciudad de México, 24 de febrero (SinEmbargo).– Milpa Alta, la delegación con el mayor índice de pobreza, la zona más rural y con el mayor porcentaje de población indígena en la Ciudad de México, es también la demarcación que concentra la mayor tasa de suicidios en jóvenes en proporción a su población debido a la falta de espacios recreativos y ausencia de infraestructura que aleja aun más los centros de estudio superior y trabajo, alertaron especialistas y funcionarios públicos.
Se ubica hasta el sur a más de dos horas del centro de la ciudad. La principal actividad económica es el cultivo del nopal y la producción del mole y amaranto. Habitan 156 mil 147 personas (Inegi) en 12 pueblos, de los cuales el 49.2 por ciento vive en pobreza (Coneval), el 52 por ciento es joven y el 20.3 por ciento de su población se considera indígena y hablante de la lengua náhuatl (Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas), el mayor porcentaje de la entidad.
En Milpa Alta, donde el Sistema del Transporte Colectivo Metro, Metrobús ni Tren Ligero llegan, no hay una sola universidad. Tampoco cine, teatro o algún centro comercial. Solo pequeñas plazas. Aunque es la delegación con mayor superficie, es principalmente terreno rodeado de cerros: más de 28 mil 800 hectáreas son de suelo de conservación, un pulmón para la metrópoli, de los cuales nueve mil 835 hectáreas se destinan a actividades agrícolas.
En cuestión de salud, el Delegado priista Jorge Alvarado Galicia dijo que hace algunos años «no se tenía ni rayos X». Ahora cuentan con un Hospital General (sin servicio psiquiátrico) en el pueblo San Francisco Tecoxpa, un Hospital de las Emociones en San Lorenzo Tlacoyucan y una docena de centros de salud públicos en los otros poblados que ofrecen consulta psicológica si se cuenta con seguro popular. Pero el 17.7 por ciento de los milpaltenses tiene carencia por acceso a salud y el 72.3 por ciento no tiene seguridad social (Coneval).
En el Barrio Tecaxtitla del pueblo San Antonio Tecómitl, se escucha un gallo al fondo. Aún cuelgan de los cables de las calles adornos coloridos por la fiesta navideña donde arrullaron al Niño Dios. Al cruzar una barranca a través de un puente se llega a la zona de escuelas primarias públicas. A las 12:30 de la tarde, la hora de salida, se escuchan risas y charlas. La tienda de juguetes y dulces de la esquina luce como un avispero.
En 2014, una niña de siete años de la escuela primaria pública «Rosa Villanueva» le dijo a un títere que sentía mucha tristeza porque sus papás siempre se gritaban, sentía que nadie la quería y le dolía el corazón. Como ya se quería morir, había comido jabón.
«Los niños están solos casi todo el día. Una de las principales actividades económicas en Milpa Alta es la siembra del nopal y la producción del mole. Pero solo en algunas zonas. El resto de la gente tiene que bajar hasta Taxqueña para trabajar y son grandes distancias. Llegan tarde y no ven a sus niños, muchos de ellos nos decían eso o que estaban con la abuelita y extrañaban a sus papás», dijo en entrevista Marcela Barrera Palafox, de la Fundación Kinestésica.
Dentro del pueblo Tecómitl, compuesto por cinco barrios donde viven 21 mil personas, hay rutas locales de camión, microbús y taxis. Del centro, donde está la iglesia, dos plazas pequeñas, una tienda comunitaria Diconsa y un par de farmacias sin consulta psicológica, salen micros para el Metro Taxqueña, en la Delegación Coyoacán, o a Metro Tláhuac. Hacen unas dos horas.
Marcela Barrera, junto con la suicidóloga Blanca Gil Corona, trabajó en la prevención del suicidio en escuelas primarias públicas de Milpa Alta, además de Xochimilco, Iztapalapa y Chimalhuacán, municipio del Estado de México, en coordinación con el Instituto Hispanoamericano de Suicidología, el Sistema de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y la UNAM.
A través de teatro de títeres, encontraron que en Milpa Alta, donde trabajaron desde 2014 en las primarias públicas del turno matutino, de 8 mil 500 niños, 650 casos tenían riesgo de suicidio (150 eran de riesgo alto), expuso Barrera.
«Los niños ven constantemente a sus papás deprimidos», afirmó. Aunque intentaron platicar con los padres de familia, muchas veces no asistían. Sin embargo, en una ocasión hubo epidemia de pediculosis [piojos] en la escuela primaria «Rosa Villanueva», por lo que fue el día en que más madres fueron. Así detectaron que el 90 por ciento de ellas había vivido abuso sexual en la infancia.
«En la sociedad en Milpa Alta hay una mente machista y mucha violencia intrafamiliar. Hay mucha pobreza», dijo Marcela Barrera.
Una mamá de esa misma primaria pública de entre 40 y 45 años intentó suicidarse por ahorcamiento dos veces antes de que acudieran a darle contención porque debía dos mil pesos y no los podía pagar.
Es ama de casa con dos hijos. Su esposo es herrero y se va a trabajar fuera de la delegación para la manutención de la familia. Regresa cada seis meses.
«Sentía mucha desesperación porque no lo podía pagar y pensaba que no había solución», contó Marcela Barrera, quien habló con ella. «Debido a la pobreza en la que viven en esa comunidad es muy complicado pagarlos».
El 55.5 por ciento de los milpaltenses tiene un ingreso inferior a la línea de bienestar (canasta alimentaria y servicios básicos), según el Coneval.
«La situación económica lleva a situaciones de estrés y depresión», aseguró Alejandro Águila, psicoanalista del Instituto Hispanoamericano de Suicidología.
LA DEMANDA SOBREPASA A AUTORIDADES
Los suicidólogos Blanca Gil y Alejandro Águila coincidieron junto con la titular del Instituto de la Juventud local, María Fernanda Olvera, que no hay una sola cifra que revele el número de suicidios en el país. En algunos casos, puede ser imposible determinar si algunas muertes causadas por accidentes de automóvil, ahogados, caídas y sobredosis de drogas fueron intencionales o no.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) muestran que 2 mil 31 mexicanos decidieron quitarse la vida de 2012 a 2016, de los cuales 46 se registraron en Milpa Alta. Las cifras de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) local exponen que fueron mil 454 en el mismo periodo, de los cuales 43 ocurrieron en esa delegación sureña.
Pero el consenso es que los suicidios se cometen más entre los 15 y 24 años a nivel nacional, justo al inicio de la vida.
En su último año de preparatoria, una joven decidió ir a una fiesta navideña de la escuela en una casa del pueblo San Luis Tlaxialtemalco en Xochimilco, la otra delegación rural cercana a Milpa Alta.
«Era muy dedicada a lo que hacía. No sé distraía, sacaba notas regulares, no se iba a fiestas. Su nivel de responsabilidad era como el que nunca había visto en aquel entonces», recordó uno de sus compañeros de clase de química. Se emborracharon. Eran las once de la noche y nadie tenía problema en quedarse a dormir ahí, pero ella sí. Compañeros que también vivían en esa demarcación decidieron acompañarla en taxi, pero se cayó bajando en una terracería.
«Ella entre gritos, sangre y lágrimas decía que teníamos que ir a Milpa Alta a dejarla hasta su casa, pues sus papás se enojarían con ella», contó su compañero. «En el camino [a su casa] se metía el dedo en la boca para provocarse el vomito», agregó. Cuando arribaron, llamaron a sus padres, quienes fueron por ella. «Lo tomaron muy tranquilo», percibió.
Eso fue en diciembre. Llegó enero, regresaron a clases y no se presentó su compañera. Pasó una semana y la psicóloga de la preparatoria habló con ellos para decirles que se había suicidado los primeros días de enero. «Supe por parte de otra compañera que esta chica era muy retraída porque sus papás eran en extremo exigentes con ella. Luego la psicóloga nos lo confirmó», dijo el joven.
En la juventud, explicó Marcela Barrera de la Fundación Kinestésica, el área de reflexión del cerebro no ha terminado de desarrollarse, pero sí el del impulso. Frente al bullying, desamor, problemas familiares, pobreza, inseguridad y un futuro desalentador para encontrar un empleo bien remunerado, dijo, «no hay forma de que la reflexión sea confiable porque el cerebro no está totalmente desarrollado».
La suicidóloga Blanca Gil Corona agregó en entrevista que «el adolescente está viviendo la etapa de transición de la infancia y sus emociones están exacerbadas, se le complica resolver los problemas familiares o escolares y es poco tolerante a la frustración». Sin embargo, «el joven lo que quiere terminar es con la tristeza y el dolor, no con su vida».
«En esta generación en particular sucede que hay mucha situación de violencia y pobreza», expuso Gil.
En San Antonio Tecómitl, a diez minutos de su centro, hay secundarias públicas y está una vocacional del Instituto Politécnico Nacional (IPN). En esta zona de jóvenes se ubica el centro cultural, un parque donde juegan niños y los estudiantes se reúnen después de clases, y el centro de salud público «Dr. Gastón Melo». Ahí dos psicólogas ofrecen consulta gratuita. Una de ellas explicó a este medio que los interesados en obtener apoyo psicológico deben tener seguro popular y agendar una cita.
Sin embargo, reconoció, si llegan con ideas suicidas se atienden de inmediato y, de ser necesario, se canalizan al hospital psiquiátrico público «Fray Bernardino» en la Delegación Tlalpan, a tres horas de ahí en transporte público. También hay un par de consultorios psicológicos privados. En uno de ellos se cobra 150 pesos la sesión.
El Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) emitió en junio del año pasado el programa «Like a la vida» para prevenir suicidios mediante información. Durante 2016 atendió 28 intentos de suicidio en esa delegación, donde solo tiene un centro a diferencia de en otras demarcaciones.
Marcela Barrera Palafox, de la Fundación Kinestésica, enfrentó la insuficiencia de infraestructura. Cuando en el programa de teatro de títeres en escuelas primarias de Milpa Alta detectó que había 150 niños en riesgo alto de suicidio, le pidió al DIF que los atendiera un psicólogo y les diera contención mientras lograban acceso a un médico psiquiatra, «pero solo me aceptaron 20 porque no tenían lugar. ¿Qué hago con los demás?».
«ESE MISMO DÍA PIENSAN MORIRSE»
El Instituto para la Juventud de la CDMX implementó el Hospital para las Emociones, que atiende gratuitamente a jóvenes de 12 a 19 años con ideas suicidas y otros problemas anímicos, pero la demanda los ha sobrepasado.
María Fernanda Olvera Cabrera, directora general de Injuve CDMX, dijo en entrevista que a nivel municipal, Cancún y Milpa Alta son los que registran una mayor tasa de suicidios en jóvenes. Por eso se acaba de abrir un piso en una clínica de la Secretaría de Salud ubicada en el pueblo milpaltense San Lorenzo Tlacoyucan para un Hospital de las Emociones, además de los otros cuatro que hay en Venustiano Carranza, Cuauhtémoc, Tlalpan y Miguel Hidalgo.
«Muchos de los jóvenes que atendía la Venustiano Carranza venían del sur, y nos decían que el traslado era un impedimento muy grande», aseguró. Es una hora y media entre delegaciones.
Desde que inició el proyecto del Hospital de las Emociones hace dos años, han atendido a 32 mil 124 pacientes de la Ciudad de México, de los cuales mil 529 jóvenes han sido por ideas suicidas.
«Muchos pacientes han acudido a nosotros diciendo que ese mismo día piensan morirse», afirmó Olvera. A diferencia de casos de ansiedad o adicción, en estos son psicólogos especializados quienes los atienden de manera inmediata para contenerlos.
Sin embargo, «si tuviéramos los recursos ya habría un Hospital de las Emociones en las 16 delegaciones (…). A muchas personas no se les da la atención inmediata porque hemos tenido lista de espera de más de 300 jóvenes».
Blanca Gil Corona, suicidóloga, afirmó que se necesita que haya coordinación entre organizaciones civiles, empresas e instancias gubernamentales para que se difundan los programas de prevención de suicidio y el joven sepa que puede acudir por ayuda. Pero a nivel escolar, los profesores no están capacitados ni especializados: la materia de orientación psicológica en las secundarias de la SEP la dan maestros de matemáticas o geografía, dijo.
EL TABÚ
El Delegado de Milpa Alta, Jorge Alvarado Galicia, reconoce la situación y ha trabajado en la recuperación de espacios públicos y deportivos, así como en talleres contra la drogadicción y alcoholismo, ha emitido en sus comparecencias ante la Asamblea Legislativa.
No obstante, durante la ronda de comentarios en su informe de 2016, la Diputada Flor Ivone Morales Miranda manifestó su preocupación de que el Jefe delegacional se limite a «medidas de mitigación» en vez de abordarlo como un problema de salud pública y destine recursos para servicios médicos especializados y atención psiquiátrica o psicológica en los 12 poblados.
SinEmbargo le solicitó durante dos semanas por distintas vías una entrevista telefónica sobre los avances en la atención psicológica de sus habitantes, pero el Delegado nunca respondió.
En 2014, cuando el programa de prevención de suicidios de niños y jóvenes del teatro de títeres requirió ayuda a la Delegación Milpa Alta, se la negaron en un inicio. No creían que los niños se suicidaran porque, contestaban, son felices, recordó Marcela Barrera de la Fundación Kinestésica.
Pero en la primera etapa del teatro descubrieron que casi el 10 por ciento de la población infantil de las escuelas primarias pública de Milpa Alta estaba en riesgo latente. Hasta arrojarles ese dato, las autoridades de la demarcación les hicieron caso.
«En México el suicidio es un tabú. No se habla de ello porque es de malgusto, [se dice que] ‘era un valiente’, ‘era un cobarde y se salió por la puerta falsa’, la familia no lo habla; la gente lo oculta», lamentó Barrera. «Si ni siquiera podemos hablar del tema cómo se va a prevenir y haber estadísticas confiables», cuestionó.
La suicidóloga Blanca Gil coincidió. “Que no se hable del tema genera dificultades. En comunidades rurales se complica aún más la comunicación de estos temas”, dijo.
–Este reportaje fue elaborado con el apoyo de la organización Under the Volcano. La responsabilidad del contenido es de SinEmbargo.