El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado al modelo neoliberal como un «fracaso» al ser, dice, el origen de los niveles de pobreza, un crecimiento económico estancado y corrupción. Ha ofrecido un cambio de política económica que, hasta el momento, se ha reflejado en su interés de invertir en asociación público-privada en el «abandonado» sur y rescatar a Pemex y a la CFE, Empresas Productivas del Estado. ¿Qué hay que aprenderle a China de su experimento económico?
Ciudad de México, 24 de enero (SinEmbargo).– China, el segundo socio comercial de México, ha sido criticado por ser un país sumamente controlado con instituciones autoritarias. Sin embargo, desde la aplicación de «la reforma» a finales de los 70 ha sabido implementar el libre mercado a su favor y reorientarse al consumo hasta constituirse en una potencia emergente. En ese aspecto de política industrial, México puede tomarlo como guía abordándola por segmentos de cada cadena de valor, exponen especialistas en el estudio «Hacia una agenda estratégica entre México y China».
En entrevista, Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios China-México (CECHIMEX) y uno de los autores, aseguró que aunque se puede aprender del país asiático, no es posible «copiar-pegar» dadas las condiciones sociales, políticas, históricas y culturales diferentes entre ambas naciones.
La política industrial demanda que, dentro de la cadena global de valor de cada sector, se seleccionen los segmentos que se requieren según el objetivo y localidad.
«Cada segmento puede tener cientos de productos y procesos. Una política industrial debiera enfocarse en procesos y productos de segmentos de cadenas de valor específicas, bajo criterios de prioridades: ¿el gobierno busca generar empleo de calidad?, ¿innovación?, ¿exportación? Si busca generar exportaciones, la cadena de autopartes automotriz tiene sentido; si busca empleo, el calzado es más inteligente. La inversión para cada empleo en el sector automotriz es muy caro. Si busca innovación, está el sector de telecomunicaciones», planteó.
«No se trata de regresar al pasado y hacer lo que México hizo hace 50 años, sino que hoy en día es desde una perspectiva de cadenas globales de valor, altamente complejos, donde no es suficiente apoyar un sector en general, sino por segmentos. Son empresas, maquinarias, financiamiento y orientaciones al mercado muy diferentes».
Por ello, recomendó, la política industrial debe estar coordinada entre la Secretaría de Hacienda, del Trabajo, de Economía y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Y, como ve que la prioridad parece ser la generación de empleo, el enfoque no debe ser a las autopartes ni a la aeronática, sino a segmentos de la industria del calzado, textil o muebles.
La manufactura en particular es una suma de miles de procesos y productos específicos.»Se trata de fomentar, por ejemplo, la fabricación de calzado de cuero en Guanajuato; porque cada empleo cuesta tanta inversión y se pueden generar tantos empleos. Con un empleo generado en aeronáutica, en términos de inversión, generas 44 en el calzado», dijo Dussel Peters.
EL SECTOR PÚBLICO Y EL MERCADO INTERNO
El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha señalado al modelo neoliberal como un «fracaso» al ser, dice, el origen de los niveles de pobreza, la pérdida del poder adquisitivo de un 70 por ciento, un crecimiento económico estancado en 2 por ciento, violencia y corrupción durante los últimos treinta años.
Ha ofrecido un cambio de política económica que, hasta el momento, se ha reflejado en su interés de invertir en asociación público-privada en el «abandonado» sur y rescatar a las Empresas Productivas del Estado, Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
«Los temas que pudieran ser relevantes para el nuevo Gobierno es la importancia del sector público, como lo es en China, para la creación de infraestructura, de una política industrial y comercial», expuso Dussel. «No se trata de que el sector público solo haga cosas, sino que conjuntamente con la iniciativa privada».
En su texto del estudio «Hacia una agenda estratégica entre México y China», Dussel determinó que «en este ámbito general de una agenda económica es indispensable que México considere la ‘nueva normalidad’ de las políticas chinas, la creciente importancia de su mercado doméstico».
«Las propuestas chinas ofrecen cooperación en aspectos como financiamiento, turismo, pymes, tecnología, parques tecnológicos y zonas económicas especiales, además de capacitación y escalamiento tecnológico de las exportaciones latinoamericanas (y mexicanas), entre muchas otras».
La transición de China fue del modelo de acumulación a las reformas domésticas. Desde hace más de un lustro, planteó Dussel, su gobierno ha enfatizado el incremento del nivel de vida de la población y del consumo, y en paralelo ha incrementado la eficiencia económica, social y ambiental de las inversiones.
La creciente importancia del mercado doméstico, el sector servicios, un generalizado proceso de escalamiento industrial para integrarse a segmentos de cadenas globales de valor de mayor sofisticación tecnológica y de innovación son algunos de sus objetivos del cambio.
LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA
China, que ha sorprendido al mundo con sus tasas de crecimiento de 6 por ciento del PIB, se ha propuesto convertirse de «la fábrica del mundo» (manufactura) en «el laboratorio del mundo» (innovación y el desarrollo tecnológicos). Su interés de inversión se enfoca en bienes en la que pesan cada vez más los derivados de tecnologías de avanzada, y adquisición de empresas de alta tecnología.
Ante ello, Jorge Eduardo Navarrete, economista de la UNAM, destacó que Estados Unidos y Europa lo han criticado como «capitalismo de Estado» incompatible con las economías de mercado liberalizadas. Las denuncias de «intervención del Estado», «competencia desleal» y «subsidios indebidos» han surgido en el marco de la guerra comercial entre ambas potencias con intercambio de aranceles.
Pero, añadió Navarrete, este ejercicio de política industrial –para el que se eligieron sectores clave y prioridades de política y se definieron ciertas metas cuantitativas– puede ser visto como una guía para determinar posibles áreas de cooperación mutuamente benéficas entre países.
«El énfasis al desarrollo tecnológico de las energías renovables encierra un caudal de oportunidades que quizá ningún otro país pueda ofrecer en este momento y que debería ser explorado y aprovechado, por México entre muchos otros», planteó.
Este fin de semana, la Secretaria de Economía Graciela Márquez Iturbide presentó su plan económico basado en tres pilares: innovación, diversificación e inclusión, y enfatizó la importancia de la cuarta revolución industrial aplicada en la producción de bienes y servicios.
«Solamente a través de la adopción y adaptación de la tecnología podremos alcanzar un crecimiento alto y sostenido en las próximas décadas», dijo en Monterrey, Nuevo León.
El presidente del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI), Luis Rubio, aseguró en el estudio citado que «el atractivo que los mexicanos encontramos en China se resume en una oración: es una potencia creciente que ha logrado hitos extraordinarios en materia de transformación económica y reducción de la pobreza –y no es Estados Unidos. O sea, ha logrado lo que nosotros ambicionamos y está muy lejos».
Rubio afirmó que han surgido voces clamando por alternativas al modelo económico o al sentido de la política exterior sin mayor diagnóstico. Pero lo que está más allá de cualquier duda es que las certezas que se lograron hace un cuarto de siglo con el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) han dejado de serlo, exigiendo una nueva visión hacia el futuro.
«La decisión de negociar el TLCAN fue producto de un agudo reconocimiento de las limitaciones políticas internas», expuso. «México tiene que enfrentar sus propias carencias y limitaciones a fin de no requerir fuentes de certidumbre originadas en el exterior».
EL ORIGEN: «LA REFORMA» CHINA
La política de reformas y apertura de China fue promovida por Deng Xiaoping desde 1978. Dani Rodrik, profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Harvard, escribió recientemente el artículo «El experimento más atrevido de China».
«La reforma no se guió por las enseñanzas comunistas ni por el dogma del libre mercado. Si los responsables políticos principales seguían un principio general, era lo que podría llamarse ‘experimentalismo pragmático’. Como dijo Deng, lo importante no era el color del gato, sino el hecho de que atrapara a los ratones», planteó.
«Su intento de combinar una economía de alto crecimiento y tecnológicamente sofisticada con un autoritarismo reforzado es quizás su experimento más ambicioso hasta la fecha», agregó Rodrik.
La transformación partió de los precios de doble vía como incentivo a los agricultores y los requisitos a la inversión extranjera de contenido nacional.
Por un lado las empresas estatales ganaron más autonomía y fueron alentadas a convertirse en emprendedoras, y por el otro se crearon incentivos para que las localidades invirtieran y estimularan su crecimiento económico. Los inversionistas extranjeros debían ingresar en empresas conjuntas con empresas nacionales y aumentar el uso de insumos locales.
«Los observadores externos esperaban que el desarrollo económico continuo eventualmente conduciría a la liberalización política. En cambio, bajo el Presidente Xi Jinping, China ha dado un giro decididamente más autoritario», agregó el académico.
El economista de la UNAM Jorge Eduardo Navarrete explica «la reforma» china como un mecanismo de beneficio mutuo y cooperación económica entre países.
La apertura, determinó, se manifestó en permitir el acceso a los mercados de los demás países de una variedad y volumen crecientes de artículos fabricados en China, tanto bienes de consumo generalizado como insumos para nuevas cadenas de producción industriales; dirigir a China inversión directa y transferir tecnologías para la fabricación de los bienes que se importarían, y, tercero, no estorbar la importación por China de la oferta mundial de materias primas, agrícolas y minerales, energéticos y bienes intermedios para ensamble y reexportación.
Asimismo, «China ha descentralizado sustancialmente la toma de decisiones sobre desarrollo económico y social desde el Gobierno central hacia los gobiernos subnacionales y estos han sido facultados para aprobar proyectos de inversión directa externa por empresas bajo su control».
Sin embargo, desde la Gran Recesión esta cooperación entre países se convirtió en una percepción de amenaza china, por lo que «ganó terreno una actitud de contener a China», entre ellos, el gobierno de Estados Unidos que ve «con desagrado» la expansión del país asiático.
«En forma gradual ganó terreno una actitud de “contener a China”, manifestada en políticas nacionales de restricción comercial, limitación de oportunidades de inversión y, en su mayor expresión multinacional, la aprobación de un acuerdo de libre comercio e integración en la cuenca del Pacífico del que se excluyó a China de manera deliberada: la Alianza Transpacífica (TPP)», evocó Navarrete.
Luego, China pasó a la construcción de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta desde septiembre de 2013, en el que planea dedicar cientos de miles de millones de dólares en las próximas décadas. Se trata de un ambicioso plan de corredores logísticos, puertos, ferrocarriles y carreteras orientados a conectar mercados, fuentes de materias primas y parques industriales desde Europa hasta China e incluyendo al continente africano.
Ya se listan ocho proyectos concluidos en igual número de países, más tres en construcción, dos ya anunciados y uno más indefinido. Las inversiones realizadas se estiman en cerca de 5 mil millones de dólares. Algunos de los de mayor dimensión –como la ferrovía China-Laos y una planta nuclear en Turquía– están aún en alguna fase del proceso.