Investigadores de la UAM estudiaron las condiciones biológicas detrás de la mono y poligamia, y su diferencia en el cerebro de hombres y mujeres.
Ciudad de México, 24 de enero (SinEmbargo).- Únicamente el cinco por ciento de los mamíferos son monógamos, el resto, al igual que en muchas otras de las especies animales, practica la poligamia, pero ¿cuál es el caso de los humanos?
Adriana Morales Otal y Armando Ferreira Nuño, investigadores del Área de Neurociencias del Departamento de Biología de la Reproducción de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa (UAM-I), han estudiado estas «estrategias reproductivas» que permiten a todas las especies, incluyendo la humana, adaptarse mejor a ciertas condiciones del medio ambiente.
En entrevista con la agencia informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), los doctores en Ciencias Biológicas y expertos en estudios de sexualidad, respondieron qué tanto intervienen las cuestiones biológicas en la fidelidad, y por supuesto, la infidelidad.
«En la medida en que un macho fecunda a varias hembras aumenta la posibilidad de enriquecer genéticamente la especie con los genes que van a surgir en el momento en que ese macho tenga hijos con una hembra, luego con otra y luego con otra. En cambio, la monogamia tiene el efecto contrario: tiende a que haya menor diversidad genética, por eso en muchas especies predomina la poligamia y vemos que el macho copula con varias hembras y las deja, y ya después las hembras se encargan de cuidar a la cría», dijo Ferreira Nuño.
Comentó que la ventaja de tener una sola pareja es que permite que el macho se vincule con la hembra y proteja a la cría, ·por eso los mamíferos tenemos —comparado con los insectos que ponen muchos cientos de huevos— pocas crías, digamos un hijo por parto, pero tenemos la oportunidad de que se concentre tanto el padre como la madre en proteger esa cría».
Así, la poligamia hace que los genes se diversifiquen y la población sea más resistente para enfrentar los diferentes factores externos del mundo.
«En el caso del cerebro masculino predomina la inclinación hacia el sexo, y en el caso del cerebro femenino, hacia el compromiso. Hablando de monogamia y poligamia, las mujeres definitivamente son menos infieles, no porque no quieran, sino porque simplemente podrían copular y embarazarse.
El hombre no se embaraza, copula, copula y no tiene ese instinto de compromiso, de conducta materna que desencadenan las hormonas en un cerebro femenino. En un cerebro masculino está la testosterona que da como respuesta que tiene que copular, sacar eso que está contenido, esa impulsividad», acotó la investigadora Adriana Morales.
Explica que en el cerebro femenino existen cambios de fluctuaciones hormonales, mientras que en el masculino todo el tiempo están en el mismo nivel. Y estas transformaciones las hacen más propensas al enamoramiento, «que es una liberación de diferentes sustancias: endorfinas, oxitocina, vasopresina, hormonas en donde estamos en un momento de felicidad, de liberación de neurotransmisores que nos generan ‘maripositas’ en el estómago», dijo.
Ese enamoramiento dura muy poco, es variable, los estudios sugieren que dura aproximadamente entre ocho meses a tres años, y lo podemos experimentar unas ocho veces alrededor de nuestra vida. Pero ese enamoramiento se puede convertir en amor materno, fraterno, a un cónyuge, etcétera.
Los estudios de Helen Fisher, antropóloga connotada a nivel mundial, han demostrado que todos podemos pasar por el enamoramiento, pero muy pocos tienen la oportunidad de vida de que se pueda convertir en un amor para convivir con tu pareja por mucho tiempo, en actividades diversas, en donde se incluya el compromiso, que es tan importante en ese cerebro femenino, mientras que en el cerebro masculino realmente no se da.
¿QUÉ TAN FEMENINO O MASCULINO ES TU CEREBRO?
«Nuestro cerebro está caracterizado por diferentes estructuras cerebrales que nos hacen desarrollar conductas femeninas y masculinas, por ejemplo, una conducta feminizada es el miedo que tenemos a ciertas cosas, está determinado por los estrógenos; algo que es masculino es la agresividad, está determinada por la testosterona, de tal forma que el cerebro masculino se caracteriza por conductas típicas, por ejemplo, deportes más rudos, de contacto físico, en donde está involucrada más la testosterona», explica la doctora.
En el caso del cerebro femenino se ha descubierto que tiene asimetría interhemisférica, es decir, que los dos hemisferios, derecho e izquierdo, están conectados por una estructura cerebral que se llama cuerpo calloso, esos dos hemisferios se mantienen en contacto, por eso un cerebro femenino puede desarrollar varias cosas a la vez. Un cerebro masculino definitivamente no puede ser multitareas pero sí puede organizar, sistematizar todas estas situaciones de ubicación espacial.
«El sexo se refiere a las características genitales que se tienen, es decir, yo puedo tener vulva, vagina y pechos, pero mi cerebro puede ser masculino y mi orientación sexual puede ser bisexual; es decir, no necesariamente tenemos que hacer que encuadre un pene con un cerebro masculino, o con una orientación sexual heterosexual», acotó.
ENTONCES, ¿DE QUÉ DEPENDE LA FIDELIDAD?
El doctor Armando Ferreira señala que en el hombre, la fidelidad está vinculada con una hormona que se llama vasopresina, y en la mujer, una hormona que se llama oxitocina.
«Las hormonas actúan como si fueran llaves sobre una cerradura, son unas moléculas que se llaman receptores, y así como cada llave abre una cerradura, cada una es específica para un receptor; sin embargo, puede haber a veces ciertas variedades de receptores, en el caso de la vasopresina hay tres variedades, o sea, la vasopresina puede meterse en tres tipos de cerradura diferente. En el caso de los individuos que tienden a ser más monógamos, tienen un tipo de receptor, y los polígamos, otro tipo de receptor», continúa.
Menciona que lo primero que se desarrolló fue el amor maternal, pues a través del amamantamiento se desencadena la liberación de oxitocina, que lo vincula a la cría y eso establece un apego.
«Después, ¿cómo se desarrolló el amor o vínculo con la pareja? En el momento de la relación sexual, pues con la eyaculación hay liberación de oxitocina, incluso antes también. Nuevamente la oxitocina produce placer y entonces sentimos el apego porque la pareja nos produce un placer muy diferente a otro tipo y eso nos vincula a la pareja.
Esa situación es la que permite suponer que quizá los individuos que tienden a ser monógamos, al tener más receptores de ese tipo, cuando tienen la relación sexual probablemente sientan más placer que los que son infieles».
Morales Otal, por su parte, explicó que la amígdala madura más tempranamente en el cerebro femenino, y ejemplifica: «Si a nosotros, por ejemplo, nos vendan los ojos y nos dejan en una calle de aquí de Insurgentes a las tres de la mañana, quizá un cerebro masculino dice: ‘Pues sí me aviento a caminar solito’, pero un cerebro femenino va a decir: ‘No, qué me va a pasar’, y tal vez va a empezar a escuchar y reconocer olores, porque esa amígdala está más atenta».
Y finaliza, «di vamos a una disco, es más fácil que se desconecte una amígdala en un cerebro masculino y haga más locuras, como copular con un individuo que no conoce, pues es una locura; la cópula es hacerlo con seguridad, es decir, utilizando condón, viendo qué tipo de individuo es con el que estamos, puede ser tal vez un asesino, un psicópata. Estamos en un momento difícil y hay que cuidarnos, no solamente nuestra integridad como individuos sino nuestra salud mental y nuestra salud sexual».