El pasado 18 de noviembre de 2015 familiares de personas desaparecidas realizaron la primera conferencia de prensa del Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México. Este evento es relevante en muchos sentidos, pero me gustaría plantear al menos tres aspectos.
En primer lugar, porque el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México es un esfuerzo de articulación de más de 35 organizaciones de familiares de personas desaparecidas en México y de alrededor de 40 organizaciones de la sociedad civil que los acompañan. Esto se dice fácil pero han transcurrido más de 40 años desde que las primeras organizaciones de familiares de víctimas de desaparición forzada en el contexto de la llamada Guerra Sucia se conformaron y empezaron a buscar a sus seres queridos en cuarteles militares y a interponer denuncias que no encontraban respuesta en las autoridades. Estas organizaciones, estigmatizadas por las campañas oficiales que justificaban la represión en contra de sus familiares, abrieron la brecha para cientos de familiares que desgraciadamente después tendrían que recorrer el mismo camino. Ellos y sobre todo ellas, acuñaron la frase “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” que escuchamos actualmente en las marchas con dolorosa actualidad.
Décadas después, durante la administración del ex presidente Felipe Calderón, fueron otra vez familiares de personas desaparecidas quienes denunciaron que la desaparición forzada y la desaparición por particulares no sólo se agravaba sino que se volvía cada vez más compleja producto de la corrupción que dio lugar a la prácticamente indiferenciada acción criminal de agentes del Estado y de la Delincuencia Organizada. Poco a poco, estos familiares se empezaron a juntar y a reconocer entre sí, enfrentando nuevamente la estigmatización o la negación de su calidad de víctimas, que entonces eran considerados “daños colatelares”. Aprendieron a acompañarse, y sobre todo, que solo de manera organizada podrían abrir las puertas de las procuradurías que se negaban incluso a abrir una Averiguación Previa por la desaparición de sus seres queridos.
Ha sido gracias a la búsqueda incansable y a la enorme voluntad de organización y articulación de los familiares y las organizaciones acompañantes que estos tenaces esfuerzos lograron confluir en un movimiento que acoge a todas y a todos los desaparecidos en México: “por nuestros desaparecidos”.
En segundo lugar, quiero destacar que el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México aparece como un actor político que denuncia las profundas consecuencias de la desaparición forzada y la desaparición por particulares, así como los vacíos y deficiencias del Estado en la búsqueda, investigación y garantía de sus derechos como víctimas, pero que también propone.
Los y las familiares que participaron como voceros del Movimiento en la conferencia de prensa narraron cómo junto con la desaparición de la persona, desaparecen sus derechos. Con la voz entrecortada, compartieron sus experiencias en distintas instancias de procuración de justicia y su decepción por la disminución al presupuesto para la búsqueda de personas desaparecidas. Pero también expresaron con claridad sus propuestas para la elaboración de la legislación en materia de desapariciones, plasmada en el documento “Elementos esenciales para la elaboración de la Ley General sobre personas desaparecidas en México”, que fue producto de un amplio proceso de consulta.
Por último, quiero mostrar que a pesar de la desesperanza que en este momento podemos sentir por la crisis de violaciones a los derechos humanos en México, también hay razones para la esperanza. Con esto no me refiero solamente a la persistente lucha de los familiares de personas desaparecidas, sino a que desde la sociedad han surgido formas nuevas de acompañar su búsqueda y sus demandas. Desde personas solidarias que han hecho suyo el dolor de las víctimas, hasta las organizaciones de la sociedad civil que ponen al servicio de esta causa sus saberes y habilidades.
Ahora es el turno del legislativo reconocer y acompañar a este nuevo actor, que ha surgido del dolor pero también de la lucha y de la esperanza, a través de espacios de participación que hagan justicia a la experiencia acumulada por los familiares y la recupere para hacer una legislación más eficaz y legítima.