«La pandemia de COVID-19 ha sido devastadora en Latinoamérica», manifestó el directivo del Programa de la ONU, al considerar que el virus está agudizando «por encima de cualquier otra cuestión» las condiciones económicas y de subsistencia básicas en el continente.
Por Kevin Hidalgo
Ibarra, Ecuador, 22 julio (EFE).- El director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés), David Beasley, alertó este miércoles de que más de 11 millones de personas en Latinoamérica se encuentran al borde de la hambruna, una situación que se ha visto agravada por la pandemia de coronavirus.
«La pandemia de la COVID-19 ha sido devastadora en Latinoamérica», manifestó el directivo del Programa de la ONU, al considerar que el virus está agudizando «por encima de cualquier otra cuestión» las condiciones económicas y de subsistencia básicas en el continente.
El directivo, que se encuentra en Ecuador en el marco de una gira que incluye también a Panamá, realizó una visita de campo a la ciudad de Ibarra, en los Andes ecuatorianos, donde tuvo ocasión de conocer de primera mano proyectos de cooperación para población local y migrante.
Se trata de la primera visita que realiza un alto representante de una organización humanitaria adscrita a las Naciones Unidas a Ecuador y del WFP a la región, desde que se inició la pandemia a finales de febrero.
HAMBRUNA ACECHA A 11 MILLONES DE PERSONAS
«Sólo en las zonas donde el WFP trabaja regionalmente hemos visto un incremento sustancial de más de 11 millones de personas que se sitúan en el abismo de la hambruna», aseveró Beasley.
Y advirtió que si no se atiende con urgencia esta situación se producirá más inestabilidad política, migraciones masivas, deterioro económico y mayor número de personas con hambre, «además del propio COVID-19», lo que consideró «una combinación mortal».
Tras mantener un encuentro virtual con el Presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, el martes, Beasley se desplazó hoy a Ibarra para visitar un comedor regentado por monjas Salesias en el centro de la urbe y que cada mañana sirve desayunos a cerca de un centenar de personas, para la mayoría, su única comida del día.
«El desayuno consiste en un platito nutritivo, compuesto de un vaso de avena, pan, fruta y ensalada de verduras», explicó a Efe sor Elvia Hidalgo, que prepara los platos para sin techo, migrantes y ancianos.
El coronavirus ha aumentado el número de personas que acude al comedor de esta comunidad religiosa con más de 50 años de actividad, y cuyos recursos provienen del WFP y otros benefactores.
Diana Herrera, de nacionalidad colombiana pero emigrada desde Venezuela, acude todos los días al comedor con su esposo e hijo.
«Este plato es prácticamente el desayuno, almuerzo y merienda», refiere la mujer cuya familia está sin trabajo y vive en la calle.
MIGRACIÓN VULNERABLE
El coronavirus ha puesto de manifiesto la fragilidad del trabajo informal, que en Ecuador representa el 60 por ciento de la actividad laboral, así como la escasez de los recursos económicos o la situación de especial vulnerabilidad de las poblaciones migrantes en toda la región.
«En términos reales nosotros estamos llegando aproximadamente a 400 mil migrantres (venezolanos) en Colombia, en Ecuador a 120 mil y en Perú hemos empezado recién por el COVID y trabajamos con unos 40 mil», dijo a Efe el director regional para Latinoamérica y El Caribe del WFP, Miguel Barreto.
La comitiva del Programa visitó la Prefectura de Imbabura, de la que Ibarra es capital, donde mantuvo un encuentro con la autoridad provincial, Pablo Jurado, quien reconoció que aún persisten problemas de xenofobia.
«No es fácil hacer entender a la gente que la migración no es un problema, más bien, nos sirve para el desarrollo de la ciudad», indicó Jurado, antes de un encuentro del representante del WFP con familias de refugiados y emigrantes de Colombia y Venezuela.
«Lo más duro ha sido conseguir trabajo porque nos preguntan la nacionalidad y cuando ven que somos de Venezuela o Colombia nos rechazan», aseguró Ángel Arcia, un migrante venezolano que lleva un año en la ciudad.
De acuerdo a datos del Programa, la población de migrantes venezolanos en Colombia, Ecuador y Perú con inseguridad alimentaria moderada y severa subirá de 1.4 millones en 2019 a 1.9 este año a causa de la pandemia, «una situación crítica que requiere de atención urgente».
LLAMADO DE ATENCIÓN SOBRE AMÉRICA LATINA
La última parada de la misión fue la comunidad indígena de Imantag, donde gracias a la WFP una asociación agrícola local distribuye sus productos en escuelas y comerciantes de la comunidad, sin necesidad de intermediarios.
El objetivo de la visita del máximo responsable del WFP en plena pandemia de coronavirus ha sido llamar la atención sobre la situación apremiante en Latinoamérica y El Caribe, a fin de poder articular acciones con los gobiernos locales y fortalecer los sistemas de protección social enfocados en la seguridad alimentaria, comentó a Efe la responsable de comunicación Paola Solís.
En este contexto, Beasley indicó que no se pueden afrontar únicamente los efectos de la COVID-19 por un lado, y el hambre por el otro, sino que «deben ser abordados conjuntamente», y llamó a actuar «ahora y sabiamente», para evitar una catástrofe humanitaria.
«Si lo hacemos bien podemos salvar vidas, si no lo hacemos bien la gente morirá», concluyó.
WFP ha apelado a un aporte adicional este año de 328 millones de dólares para poder aumentar su respuesta humanitaria en América Latina y el Caribe, y llegar a 3.5 millones de personas más que han sido afectadas por la crisis de la COVID-19.