El mundillo literario sabe quién es Leopoldo María Panero. Cuando digo mundillo literario me refiero a la gente que está inmersa en los chismes y la farándula extraña que gira entorno a los escritores y editores. Ellos identifican el nombre de este poeta gracias a que tuvo una vida al límite y hasta cierto punto maldita. Panero murió en 2014 y recuerdo que unos días después de su muerte un grupo de faranduleros le hicieron un homenaje sin haberlo leído. Después, como sucede con toda muerte de un poeta delirante, contracorriente y divertido; comenzaron a circular poemas y libros de este escritor maldito.
Cabe decir que, en México, por ejemplo, encontrar un libro de Leopoldo no es cosa sencilla pues su obra no se vende en grandes cantidades. Uno de mis libros preciados es su poesía completa, editada por Visor. La edición está a cargo de Túa Blesa. Recuerdo que lo intercambié con una chica de la que estaba enamorado. Era el verano del 2008. Estábamos en su piso de Sarria-Sant Gervasi en Barcelona y leímos durante la mañana varios de estos poemas.
Después, ya en México, leí junto a una amiga poemas que vienen en Vencer la locura y en El último hombre. También jugamos a lanzar una pregunta al aire, pasar rápido las páginas del libro y donde cayera la vista, ese verso era la respuesta. Una especie de ouija literaria que nos dio más de una respuesta certera. No había duda, la poesía de Panero estaba siempre dispuesta a sacudir el árbol oscuro que nos habita. Ese árbol que da frutos luminosos que de tanta luz enceguece o nos hace ver sólo siluetas.
Leopoldo María Panero Blanc, nació en Madrid en 1948. Perteneció a una familia de artistas en general y de poetas en particular. Su padre, su primo y su hermano fueron poetas. Estuvo en prisión por sus ideas antifranquistas. También vivió muchos años en diversos psiquiátricos hasta que ingresó permanentemente en el psiquiátrico de Mondragón. De esta estancia es su libro Poemas del manicomio de Mondragón. Por último, ingresó en la unidad psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria, donde durmió hasta su muerte.
La poesía de Panero es un sol negro que lo devora todo para seguir creciendo. Su voz viene de un no-lugar “irradia la potencia de su palabra y sume en sombras el interés, la significación de tanta palabrería banal,” dice Blesa. Sus poemas hablan de cosas que cuestan la vida al ojo humano. Poesía violencia que en lo profundo también habla de la belleza de la creación. La creación a la que se llega después de derrumbarlo todo. En muchos de sus poemas encontramos una apología del hedonismo. Hay un discurso del deseo “No recuerdo en este momento ninguna obra poética contemporánea que haya llegado a tanto, a una ruptura con los límites de modo tan flagrante como en este incendio del deseo” asegura Tuá Blesa en el prólogo a la poesía completa de Panero. Muerte y vida. La creación a partir de las ruinas. El diálogo con lo más oscuro del ser. Son temas que conforman la obra total de este poeta que escribió y vivió siempre contracorriente.
Hace unos cuatro años el músico español Enrique Bunbury fue a visitar a Panero. De ese encuentro salió un mini documental que se puede disfrutar entero en YouTube. Los invito a verlo, no por Bunbury, sino por el poeta que escribió:
“La poesía destruye al hombre
mientras los monos saltan de rama en rama
buscándose en vano a sí mismos
en el sacrílego bosque de la vida
las palabras destruyen al hombre
¡y las mujeres devoran cráneos con tanta hambre
de vida!
Sólo es hermoso el pájaro cuando muere
destruido por la poesía”