Mi responsabilidad, afirma Arturo Herrera, “no sólo es conducir la política económica, fiscal y financiera; es también construir puentes con los empresarios”. Asegura que también están preocupados por la desigualdad.
En una amplia entrevista con Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela, el Secretario de Hacienda habla de la situación económica del país, de los conflictos con el sector privado y de lo que viene para México donde, dice, ya se está “viendo un rebote en algunos sectores”.
Ciudad de México, 23 de junio (SinEmbargo).– ¿Primero los pobres? ¿Lo entienden los empresarios?, se le insiste a Arturo Herrera Gutiérrez (Actopan, Hidalgo, 1967), Secretario de Hacienda. No se lo piensa mucho. De hecho, la suelta de inmediato: “Yo creo que sí […]. En algunos de los liderazgos del sector empresarial son clarísimos [estos temas]. En Antonio del Valle, en Carlos Salazar. Son claramente empresarios que tienen una preocupación de lo que le está pasando al prójimo, y además convencidos de que, incluso para el desarrollo de la inversión privada, se necesita una sociedad estable. Pero no nada más por eso: yo creo que hay una preocupación legítima de lo que le está pasando al otro”.
Se le pregunta, citando a los opositores del Gobierno pero también a algunas consultoras y calificadoras, si México vive un “desastre económico”.
“No –responde–, quien vive un desastre económico es el mundo”.
Alguien podría decir que Arturo Herrera es un hombre reservado y quizás se quede corto. Es reservado y tímido. Y aunque se deja provocar con el tema de su interés –y entonces se desdobla–, luego se retrae con la misma facilidad para escuchar.
No estudió en las fábricas de neoliberales del mundo; en las universidades que hicieron, en México, a los titulares de la hacienda pública desde Miguel de la Madrid. En cambio estuvo en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), El Colegio de México, en la Universidad de Nueva York. Incluso se empleó en el Banco Mundial. Se ha preparado para un día como hoy, cuando es Secretario de Hacienda. Llegó como sustituto de Carlos Urzúa cuando éste se bajó del barco al elaborar su primer Presupuesto de Egresos de la Federación. Al Presidente no le gustó. Así. Era tan “conservador” que el mismo Andrés Manuel López Obrador lo comparó, semanas después, con el que propusieron en su tiempo un Pedro Aspe Armella o un Agustín Carstens. Urzúa renunció o, dicho de manera más elegante, el Jefe del Estado mexicano lo dejó ir.
Cuando el periodista Álvaro Delgado pregunta a Herrera si es un neoliberal, se ríe. Dice que no. Eso es al empezar la entrevista. Y al final se dirige a un servidor. “Mi hermano te conoce”, dice. Se refiere a Yuri Herrera, uno de los mejores escritores de su generación. No había ligado el parentesco. Luego, en el camino de regreso a casa, pensé que Yuri y Arturo Herrera son muy parecidos, no sólo por la cuna o quizás por ella. Los dos son herméticos; los dos son, por decirlo, lejanos al ruido social. Y los dos son periféricos, outsiders. A Yuri nadie lo ha podido convencer de que deje su editorial –que se llama, curiosamente, Periférica– por una de las grandes, que mueren por él. Con esa misma fidelidad de su hermano Arturo, que lleva con López Obrador desde principios del milenio: fue su Secretario de Finanzas cuando administraron la capital mexicana.
Arturo Herrera ha sido ya dos veces el hombre que saca al buey de la barranca. En 2004 se da a conocer en televisión un video de Gustavo Ponce Meléndez, entonces Secretario de Finanzas de la capital, apostando dólares en un casino de Las Vegas. Ponce se da a la fuga y Herrera entra en su lugar. Fue distinto con Urzúa, que dejó la administración federal causando un torbellino; Herrera salió al quite, como se dice coloquialmente, y calmó las aguas, como en aquellos años.
Pero si alguien pretende contar con los dedos de una mano al equipo más cercano del Presidente de México, entre esos cinco dedos estará Arturo Herrera. De ese tamaño la relación. Y de ese tamaño la encomienda: es, en los hechos, el primer Secretario de Hacienda de lo que López Obrador ha calificado como “el postneoliberalismo” y se enfrenta a la peor crisis económica quizás en un siglo. Algunos dicen que no tiene precedentes.
El economista dice que México saldrá adelante no como se quisiera, con un rebote técnico (la deseable “V”) sino con una palomita, es decir, poco a poco pero hacia arriba.
CRISIS Y RECUPERACIÓN
–Álvaro Delgado, (AD): Usted es el primer Secretario de Hacienda no neoliberal, y le ha tocado enfrentar esta circunstancia tan crítica en términos económicos, ¿o sí es neoliberal?
–Secretario de Hacienda (Herrera): No, yo tengo una formación muy ecléctica, tanto académica como en mi vida profesional, y es justo lo que me parece que se necesita ahora. Tener una visión amplía, poco ligada a ortodoxas, y tener mucha cintura para ir ajustándose dependiendo de cómo va desarrollándose esto, que es una situación extraordinariamente inusual.
–Alejandro Páez Varela, (APV): Hay un momento complicado para millones de mexicanos, y también es un momento complicado, me imagino, para usted. Porque carga el peso de millones de mexicanos que están esperando y esperanzados en la recuperación, en el famoso rebote como sea, sea la polomita de Nike, o sea la “V”. ¿Qué va a pasar ahí, Secretario? ¿Cómo va a responder a esos millones de mexicanos?
–Herrera: Estamos ya viendo un rebote, afortunadamente, en algunos sectores. En sectores en que nosotros habíamos querido impulsarlos de manera inmediata. Uno de los sectores que era central para nosotros era el de la construcción. Y había diversas razones. Uno: el sector de la construcción, es lo que en la jerga económica se llama “un sector adelantado”. Esto quiere decir que cuando la economía crece, crece un poquito antes que el resto de la economía empiece a despegar; cuando la economía se va a desacelerar, se desacelera antes.
Es un sector que necesitamos que vaya en la dirección correcta, pero también hay otras razones, es un sector que arrastra muchas otras actividades. Pero además los trabajadores de la construcción tienen, por su naturaleza, trabajos que son eventuales. Es decir, trabajan en una obra y luego van a otra, y por lo tanto es muy difícil pensar que tienen acceso a la seguridad social, etcétera, cosas que les pudiera uno pensar que les permite palear una crisis como ésta.
Se habían perdido 260 mil empleos formales en el sector de la construcción. El peor día fue el 22 de mayo, si no mal recuerdo. Del 22 de mayo para acá se han recuperado alrededor de 71 mil empleos ya en el sector de la construcción.
–APV: ¿Eso ya se puede considerar un rebote? Pequeño, pero es rebote.
–Herrera: Así es. Pues ni tan pequeño. Setenta y tantos mil empleos…
–AD: ¿Formales?
–Herrera: Sí, formales en el sector de la construcción. Debe haber otros empleos no formales en el propio sector de la construcción. Entonces, éste era justo uno de los motores que nosotros queríamos que fuera parte de la recuperación. Había dos más: el de la minería y el de las armadoras.
Las armadoras tenían una lógica diferente. Nosotros ya pensábamos que el nuevo Tratado de Libre Comercio es algo que teníamos que explotar para el crecimiento del país en general, antes del COVID-19. Todo el proceso de cómo irnos reconectando con Estados Unidos y con Canadá, aquí iba a requerir, seguramente, un poquito de cabildeo para ver qué empresas venían e invertían en México, quedó en un impasse durante la parte más aguda del aislamiento. Pero había un reto que nosotros estábamos muy consientes, y que no es tan obvio: la pandemia pegó antes en Estados Unidos y en Canadá, y por lo tanto ellos cerraron antes que nosotros. Pero esto también implicaba que iban a abrir antes que nosotros, y que iban a requerir proveedores de autopartes. Y si nosotros no estábamos listos ahí, pues las iban a buscar en otro mercado. Entonces nosotros sincronizamos la apertura en la industria de las armadoras con la apertura en Estados Unidos.
Entonces ya hay signos que van en la dirección correcta. Va a haber necesidad de dos o tres cosas adicionales que vamos a tener que implementar con muchísima responsabilidad en las próximas semanas.
–APV: Por ejemplo…
–Herrera: Por ejemplo, probablemente lo más importante, es reconocer que éste no es un regreso a febrero o a marzo o a enero. Las actividades económicas van a reabrir en condiciones diferentes: tendrá que haber espacio, tendrá que haber algún tipo de distanciamiento social. Probablemente los trabajadores que estén en edad o con algunas comorbilidades que los pongan en una situación de riesgo, no deberán regresar de manera inmediata. Los restaurantes van a tener que espacios con mayor distancia entre mesa y mesa. Y si no somos cuidadosos de eso el peor riesgo es para la salud, pero también para la economía, es que hubiera un rebrote serio.
Lo otro es, y es algo que estamos trabajando muy fuertemente todo el sector financiero, incluyendo el Banco Central, es asegurarnos de que hay liquidez suficiente para que las empresas tengan recursos para invertir en el proceso de reapertura.
–AD: Hay indicadores por parte de las calificadoras, por parte de los bancos, tanto locales como los internacionales, los propios organismos internacionales que tienen estimaciones muy semejantes sobre el desplome económico de México en este año de 2020. Algo que viene inclusive previo a la propia emergencia sanitaria. Hay quienes dicen que México vive un desastre económico. ¿Vive México realmente un desastre económico, Secretario?
–Herrera: No, quien vive un desastre económico es el mundo. Ojalá fuera un problema nada más de México. Yo recuerdo en enero pasado cuando hablaba con la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, con Kristalina Georgieva, ellos estaban esperando en ese momento que alrededor de 170 países del mundo iban a tener no solamente un crecimiento, sino un crecimiento del PIB per cápita. Tres meses después, nada más, en abril, en el estimado que dieron en las reuniones virtuales de primavera del Banco Mundial y del Fondo Monetario estaban esperando una caída para 160 países en el mundo. Es la primera ocasión en donde va a haber una caída de la actividad económica de los países desarrollados y de los países en desarrollo al mismo tiempo. Normalmente no están sincronizados y siempre hay alguien que está creciendo. Aún durante la Segunda Guerra Mundial hubo países que estuvieron creciendo, asociados a una economía bélica, producción de armas, etcétera, pero hubo países que en su conjunto eran más los que crecían que los que no estaban creciendo. Ésta es la primera ocasión, desde la crisis del 29, donde la economía enfrenta un riesgo similar.
Entonces sí es una crisis de proporciones mayúsculas. Es, primero que todo, una crisis de salud, y en eso es en lo que a mí me parece que todas las naciones –por naciones me refiero no nada más a sus gobiernos sino a sus ciudadanos–, hemos sido muy claros en el entendido de que lo que se tenía que proteger era la salud de las personas, y por eso decidimos cerrar la economía. Es imposible pensar que hubiera una contracción del tamaño que hay en la economía global y que no haya grandes protestas y es porque todo mundo estamos muy conscientes de cuál era el escenario alternativo: haber visto las tragedias que llegaron a pasar en Nueva York o en algunos lugares de Europa, yo creo que nos dejó claro a todo mundo que teníamos que ser muy cuidadosos.
Había otra característica importante y es que esto es extraordinariamente duro pero iba a ser relativamente temporal. A diferencia de otras crisis donde hay que esperar a que la economía procese todos los ajustes que hay y puede tardar mucho tiempo, esta es una crisis por diseño: se decidió cerrar un día, el 1 de abril se cerró la economía mexicana, el 23 de marzo cerraron las escuelas, pero estamos esperando igualmente una recuperación así de ordenada. Hay un proceso claro, es decir, ahora en México, muy esquemático, incluso cuando los estados empiecen a pasar del semáforo rojo al estado naranja van a empezar a abrir algunos sectores, y así en lo sucesivo. Entonces hay una parte de todo este proceso que va a permitir que la recuperación sea relativamente rápida, no tan rápida como fue el cierre de la economía, pero relativamente rápida.
–APV: La famosa palomita…
–Herrera: La famosa palomita. Pero todavía hay algunas incertidumbres. Y una de las incertidumbres radica en si vamos a ser, los mexicanos en su conjunto, capaces de mantener la disciplina. Es decir, hay gente que va a ir a trabajar, que va a salir, pero tendrán que mantener la sana distancia, mantener cierto tipo de precauciones. Si lo podemos hacer, yo creo que vamos a poder tener una recuperación exitosa, relativamente, asumiendo que venimos de una situación muy difícil.
–AD: Ya había signos de crecimiento insuficiente, realmente estancamiento, antes de la emergencia sanitaria. El año pasado, nada menos, un crecimiento cero. Y en buena medida hay quienes le atribuyen a las decisiones del Presidente López Obrador, desde la propia cancelación del Aeropuerto en Texcoco, el enviar señales para que no haya inversiones en México. ¿Qué tanto tiene razón ese aserto de que por decisiones del Presidente la economía está como está?
–Herrera: No, mira, yo creo que eso era una exageración. El año pasado fue un año muy difícil para la economía mundial, nada comparado a lo que estamos pasando ahora. Las discusiones tan serias que tuvimos el año pasado palidecen frente a lo que estamos viendo. Y lo que hubo el año pasado fue una desaceleración brutal, a nivel mundial, sobre todo asociada a los conflictos comerciales internacionales. Un número muy importante de países que cayeron su crecimiento, o que hubo una disminución. Y yo siempre les decía cuando me hacían una pregunta como ésta es que debe haber sido muy seria la decisión de cancelar la construcción del aeropuerto de la Ciudad de México porque afectó a Alemania, a Francia, a Estados Unidos, a China. Entonces había un contexto internacional que iba muchísimo más allá de lo local.
Lo que sí nos tocó vivir, y es parte por lo que estamos pasando hoy en México, es una coincidencia muy desafortunada de tres cosas. Una: había una desaceleración cíclica de la economía mexicana. Es decir, todas las economías tienen períodos de expansión, luego períodos de relativo retroceso, alrededor más o menos como de una tendencia. Si uno viera el desempeño de una economía típica es como sobre una línea, porque hay un crecimiento general, viera fluctuaciones así. Ese es el ciclo. Y nosotros habíamos empezado la parte alta del ciclo en 2010, me parece. Tenemos uno de los ciclos más largos, ya tocaba tener una especie de desaceleración. Con esa desaceleración cíclica coincidió el conflicto comercial de Estados Unidos y China. Que fue lo que dominó el 2019. Y cuando pareció que ya empezábamos a salir de estas cosas viene el COVID. Entonces es una coincidencia extraordinariamente desafortunada. Estas tres cosas, sobre todo esta última, es lo que está marcando el desempeño de la economía mexicana en estos momentos.
–APV: Sí hay una especie de desencuentro con el sector privado mexicano, entre los cambios. Hay un cambio de paradigma, evidentemente, y hay un cambio de modelo, y eso pues ha generado una especia de desencuentro con una parte importante del empresariado mexicano. Aunque hay alguno comprometido, hay otro que está en retener la inversión. ¿Qué van a hacer ustedes? Porque el país necesita la inversión privada tanto como la pública, por su puesto.
–Herrera: Más que la publica. La inversión privada es casi 7 veces más que la pública. La pública es muy importante. Es muy importante también en el tipo de servicios que hay detrás de la inversión pública: escuelas, caminos, aeropuertos. Pero la inversión privada es casi 7 veces más que la pública. La pública a veces detona la inversión privada. Tampoco es que vayan por vías completamente separadas.
Pero justo eso que estás diciendo es lo que yo he asumido ahora como una de mis responsabilidades. Mis responsabilidades no es nada más la conducción de la política económica, fiscal y financiera del país, es también asegurarme de que contribuyo a construir puentes de entendimiento con el sector privado. Hay una parte del sector privado con el que nosotros dialogamos de manera natural, permanentemente, sobre todo el financiero, etcétera. Justo tuve hoy [el viernes] una reunión con la Concanaco, una reunión virtual ahora como son todas. He tenido reuniones con el Consejo Mexicano de Negocios, con asociaciones de constructores, etcétera, y yo tengo muy claro que para lograr que haya confianza se necesita establecer un diálogo productivo, fructífero, y donde tenemos un lenguaje común.
A mí me parece que a veces los problemas han sido de carácter semántico, y ahí es tal vez donde esa formación heterodoxa mía me permite hablar el lenguaje de los financieros y hablar el lenguaje que a veces utilizan en el Gobierno, y hablar otro tipo de lenguajes. Entonces mi función no es nada más establecer puentes, sino ser una especie de traductor entre los distintos actores de la economía.
–AD: ¿Se siente usted que proyecta confianza a los inversionistas, a los hombres del dinero a los que invierten en el país? ¿Lo ven con respeto, lo ven con certeza por las decisiones que usted toma? Y qué tanto también esos puentes que usted tiende, a veces, ¿no se tambalean con una declaración del Presidente Andrés Manuel López Obrador?
–Herrera: Con respecto a lo primero, yo creo que sí, estoy convencido de ello, pero no porque eso se haya dado por generación espontánea. Una de las cosas que yo no hago es: nunca miento. Si hay algo que no podemos hacer, a lo que no podemos comprometerme, no lo digo. Segundo: las cosas que implementamos, desde la Secretaria de Hacienda, tienen cierta lógica, están basados en números, son procesos bien pensados, y compartimos la naturaleza de ello con los distintos actores. Podrá ser que en algún momento alguien no coincida con ello pero hay claramente argumentos detrás de lo que nosotros hacemos.
El Presidente López Obrador tiene un estilo muy directo de decir las cosas, que es el estilo natural de alguien que ha pasado la mayor parte de su vida en la oposición, excepto el último año y medio. Y tiene una forma extraordinariamente eficaz de comunicarse, que empieza a las 7 de la mañana. Pero una comunicación tan directa implica también que a veces puede recibir una pregunta para la que él podría no estar preparado. De tal forma, que cuando yo me despierto, ya se marcó el tono de muchas cosas en el día.
–AD: ¿Literalmente?
–Herrera: A veces me despierto antes. Pero sí me suelo despertar con mensajes que me dicen: ‘se dijo esto’, o ‘alguien que me preguntó esto’. Y algunas cosas son cosas que no había tema de fondo. Una de ellas, te voy a decir, la que es más obvia, es: los bancos de desarrollo tienen dos vehículos adentro, son como holdings, pero tienen dos vehículos adentro. El más importante es el que le presta a los gobiernos para proyectos de desarrollo –presas, carreteras, créditos para el desarrollo social, agricultura, etcétera–. Y tienen un vehículo que, en un principio era más pequeño, que le prestaba directamente al sector privado. Esto es lo que es el IEC en el Banco Mundial, y es lo que se llama el BID Invest en el BID. Alguien le hizo una pregunta hace unas semanas al Presidente, refiriéndose a un crédito del BID, se le olvidó el último pedacito, que era el BID Invest, y el Presidente pensó que era un crédito que se había aprobado sin que él… Y es un tema estrictamente de semántica, pero para cuando yo reconocí eso ya se había tomado vuelo.
–APV: Hay otros momentos más rudos. El Presidente suele ser muy directo, tiene todavía el tabasqueño muy montado, y luego se dirige a ciertos sectores y les dice: ‘oigan, saben qué, esto va a cambiar’, porque además hay un mensaje que dar. Me llama mucho la atención que hoy Joseph Stiglitz, por ejemplo, le dice al mundo: ‘hay que abandonar ya la medición del PIB y comenzar a medir bienestar’, que es un discurso del Presidente, de los últimos dos años. Y luego lee uno a Paul Krugman en el mismo discurso ya de decir: ‘es que no es el PIB’. Le planteo esto porque ¿hay un entendimiento del sector privado de que esto realmente está cambiando y que tiene que engarzarse con la nueva realidad? ¿o hay que trabajarla, Secretario, y a eso se refiere usted con este diálogo?
–Herrera: Yo creo que hay que trabajarla. Pero a mí me parece que ya había una preocupación muy profunda en el mundo, en el sentido de que, además de estas cosas que habíamos mencionado de crecimiento y el comercio internacional, la otra preocupación –probablemente ¡la preocupación!– tenía que ver con la inequidad y con la desigualdad. Y la inequidad y la desigualdad tienen muchas caras. Ahora estamos viendo una cara que se manifiesta con posturas racistas en Estados Unidos. Pero esa era la gran preocupación, y claramente es algo que el Presidente López Obrador recoge cuando piensa, por ejemplo, el PIB. ‘El PIB no me ayuda a medir bienestar de la población si solamente lo mido por el crecimiento medio porque hay una gran dispersión’.
Era una preocupación que por razones distintas empezó a aparecer hace 15 años. Richard Layard, uno de los economistas más importantes del Reino Unido, escribió un libro que se llama “Happiness” (“La felicidad”), que decía: mayor ingreso no necesariamente se está traduciendo en que la gente es más feliz. Y está pensando en los países desarrollados, y él tenía una tesis muy específica: él podía ir viendo cómo en la medida en la que iba aumentando el ingreso per cápita iba aumentando una sensación de bienestar en la población en los países desarrollados hasta que llegaba a un punto. Y en ese punto sí había ingreso, pero había contaminación, había estrés al ir al trabajo, traslados de dos horas, etcétera. Pero también decía: cuando estás creciendo sobre una base muy pequeña, cuando la gente está saliendo de la pobreza, cuando la generación anterior no había tenido acceso a la educación universitaria, ahí sí juega un rol. Es una preocupación que, me parece, está en todos lados, y ha venido cambiado el discurso y la conversación a nivel global.
–AD: Un Secretario de Hacienda pues trabaja para que la actividad económica de un país se acelere, crezca, pero no siempre la preocupación fundamental es para que haya desarrollo, para que haya bienestar. ¿A usted cómo le gustaría ser recordado? ¿Por ser un Secretario de Hacienda que tienda al desarrollo económico o que fundamentalmente piense en el bienestar, particularmente de los más pobres de este país, que son más de la mitad de la población?
–Herrera: No, es que estas cosas no pueden estar peleadas. Y de hecho ese ha sido una parte en mi formación, fue parte digamos de las lecciones académicas más enriquecedoras que yo recibí. Hubo un gran debate, que sigue siendo actual pero que empezó por razones distintas hacia principios de los 90, donde se pensaba si había una disyuntiva entre crecimiento y desigualdad. Y se pensaba que si uno quería sociedades más equitativas, lo que tenía que buscar era distribuir mejor, pero eso tal vez generaba desincentivos a la inversión, y entonces iba a tener tasas de crecimiento menores. Ese debate que inició entonces probó que muchos de los países que habían crecido más eran países más equitativos. Entonces empezaron a introducir elementos en la discusión que habían estado ausentes. Por ejemplo: las sociedades que son más igualitarias tienen una formación, permítanme utilizar el término económico, del capital humano mejor, es decir, la gente se educa mejor, la gente mejor educada es más productiva. Pero para que una gente sea productiva no solamente tiene que ser educada, tiene que haber sido bien alimentada especialmente.
Ese discurso me parece que se ha ido modificando. Ahora hay algunos temas de crecimiento que son a muy largo plazo. Hay algunos que son, relativamente, de impacto de corto y de mediano plazo. Si nosotros decidimos construir un puente, pues se genera empleo en el momento en que construimos el puente, pero se genera mayor actividad económica cuando los vehículos empiezan a transitar por el puente. Pero, por ejemplo, cuando mejora de manera sustancial la educación primaria eso se va a notar cuando ese niño, que hoy tiene seis años, se incorpore al mercado laboral cuando tenga 22. Se va a notar muchos años después.
Entonces, las funciones que tiene un Secretario de Hacienda, con miras a la equidad y el crecimiento, en realidad se mueven sobre un rango muy amplío: asegurarnos que las finanzas públicas están en la dirección correcta. Y después de los episodios que pasamos en los 80, en el 95, queda claro que sí queremos hablar de otras cosas, tenemos que tener finanzas públicas sanas, tener un sector financiero que está sano, no queremos que nos vuelva a pasar lo del 95, pero que además se está desarrollando a tasa suficientemente altas para que pueda prestar a los diversos sectores de la economía. Hay dos sectores que proveen insumos a todo el resto de los sectores de la economía, cualquier actividad productiva, en general, necesita: electricidad y necesita un sector financiero para que le provea un crédito y pueda crecer. Ésta última parte es una función central de nosotros.
Pero hay dos más que son muy importantes: nosotros recaudamos y tenemos que asegurar que recaudamos en una forma justa, que no cree desajustes innecesarios en la estructura económica, pero también que provea de recursos suficientes, porque detrás de la recaudación está la inversión, está el gasto en educación, etcétera. Y finalmente, también somos los responsables de la asignación del presupuesto. Entonces todo lo que tiene que ver tanto con crecimiento, como, por ejemplo, con cuestiones de equidad se traduce a través del presupuesto.
–APV: ¿Hay sensibilidad en el empresariado mexicano para el, parafrasendo a López Obrador, si tiene que irle bien a todos, pues primero los pobres?
–Herrera: Yo creo que sí, como decía, estaba bien notando una tendencia global, no nada más en México, en algunos de los liderazgos del sector empresarial son clarísimos. En Antonio del Valle, en Carlos Salazar son claramente empresarios que tienen una preocupación de lo que le está pasando al prójimo, y además convencidos de que, incluso para el desarrollo de la inversión privada, se necesita una sociedad estable. Pero no nada más por eso, yo creo que hay una preocupación legítima de lo que le está pasando al otro. Pero creo que esto que ya era una tendencia se ha visto acentuado a partir de lo que estamos viendo ahora. El covid no distingue entre clases, no distingue entre edades, y la respuesta requiere una mínimo de solidaridad social. Es decir, ‘para que el prójimo no se contagie, yo tengo que ser cuidadoso’. Lo que todo mundo dice: ‘la mascarilla no me protege a mí está protegiendo al otro’, y esto es una actitud de responsabilidad con el otro que yo creo que la teníamos los mexicanos, pero esto lo ha hecho más patente ha generado una especie de preocupación por lo colectivo, y que yo creo que vamos a tener que construir en ello. El COVID trajo cosas muy, muy malas, pero nos va a dejar algunas pequeñas cosas positivas que tenemos que ser lo suficientemente inteligente para aprovecharlas.
–AD: Usted como Secretario de Hacienda, la expresión ‘por el bien de todos primero los pobres’, ¿la asume radicalmente?
–Herrera: Eso es importantísimo. Mira, uno, y yo incluso trabajé para un organismos financiero internacional, cuando trabajé para el Banco Mundial, ahí hay una división claramente de los países en tres categorías: una que se llama las economías avanzadas, en un extremo; los países muy pobres, que son fundamentalmente los del África Subsahariana, no los del África mediterránea, más algunos países del sudeste asiático y algún otro país que está fuera de eso como Haití; y luego están las llamadas economías de ingresos medios, y nosotros somos una economía de ingreso medio-alto. Es decir, dentro de los países en desarrollo, somos una de las economías más avanzadas. Aún siendo una de las economías más avanzadas, nosotros tenemos el 49 por ciento de la pobreza, antes del COVID, medido por ingreso. Es una país donde –para todo propósito práctico– hoy, uno de cada dos mexicanos vive en pobreza. Es algo que no solamente tiene que ser una responsabilidad del gobierno, tiene que ser una responsabilidad colectiva.
–AD: Es decir, por el bien de todos primero los pobres…
–Herrera: Sí.