Como fondo de esta novela avasalladora, cómica a ratos, tenemos la Gran Guerra y el panorama rural de un Estados Unidos al que comienza a llegar la modernidad y en el que aún se pueden ver grandes actos de racismo.
Con historias entrelazadas y peculiares personajes, Pollock deja claro que la bondad es posible en personas y sitios donde no hubiéramos pensado encontrarla, mientras que la maldad se esconde bajo máscaras de buenas intenciones y galantería.
Por Yessica Paola Puga Ferral
Ciudad de México, 23 de mayo (LangostaLiteraria).- El banquete celestial, de Donald Ray Pollock, es una novela con diversas historias entrelazadas, las cuales nos llevan en un viaje desde la frontera entre Georgia y Alabama hasta Meade, en Kansas. Como fondo tenemos la Gran Guerra y el panorama rural de un Estados Unidos al que comienza a llegar la modernidad y en el que aún se pueden ver grandes actos de racismo.
El punto de partida de este gran viaje es la vida de Pearl Jewett y sus tres hijos, Cane, Cob y Chimney, quienes trabajan arduamente para un terrateniente rico de apellido Tardweller, el cual les malpaga y los explota. Sin poder salir de su miseria y tras la muerte de su padre, los tres chicos empiezan una vida de bandoleros, motivados por un relato pulp llamado Vida y epóca del sanguinario Bill Bucket. Como consecuencia emprenden una travesía para llegar a Canadá, pues son varios los que buscan sus cabezas y ofrecen una buena recompensa por ellas.
La personalidad de los chicos es un recurso que desencadenará cada uno de los eventos posteriores. Por su parte, Cane es el más sensato y mesurado de los tres hermanos. Su intención es robar algunos bancos para salir de la miseria y tener una vida digna, pero con la firme convicción de no robar ni matar nunca más después de eso. Él es quien cuida y protege a Cob, el hermano idiota, quien logrará la simpatía de los personajes con los que se cruza en el camino.
Las acciones y diálogos de Cob nos moverán tanto a la risa como a la ternura, pues son inocentes y desinteresados. Por otro lado, Chimney es el más impulsivo de los tres, quien sólo piensa en prostitutas y sexo, probablemente por ser el hermano menor y porque es el más interesado en tener una vida como la del sanguinario Bill.
A la par se nos cuenta la historia de Ellsworth Fiddler, un granjero cualquiera de Ohio que busca a su hijo, quien se escapó de casa recientemente para unirse, según, al ejército. Cabe mencionar que a Ellsworth lo estafaron un año antes de los acontecimientos, por lo que su existencia quedó reducida a vivir el día a día junto con su esposa Eula; la culpa lo consume al notar la decadencia en la que ambos están hundidos y las pocas probabilidades de salir de ahí.
Nos encontraremos con algunas otras historias conforme avanza la novela. Como la del teniente francés de apellido Bovard, quien intenta ocultar su homosexualidad y desea luchar en el frente durante la guerra en Alemania, pues imagina una muerte heroica en batalla como aquellas relatadas por sus adorados autores grecolatinos. También conoceremos a Jasper Cone, un limpiador de letrinas que se siente mal consigo mismo por poseer un atributo sexual muy grande, el cual su madre religiosísima calificaba de monstruosidad.
Lo más interesante de la pluma de Pollock es la agilidad con que logra que cohabiten historias tan dispares en un mismo espacio, al tiempo que dota a cada uno de sus personajes de rasgos particulares y muy definidos que nos dan una idea tanto de su pasado como de su actual situación, por lo cual es fácil sentirnos atraídos hacia cada uno de ellos e inclusive tenerles simpatía.
Hay que resaltar que todos estos personajes comparten situaciones de vida precarias, de trabajo duro y sin descanso, lo que es posible percibir en sus modos de habla e intereses; por esto pueden parecer simples en un primer momento, pese a que conservan rasgos entrañables en sí mismos y tienen deseos tan comunes a cualquier humano como una buena cena, vivir junto a una familia acogedora o contar con un amigo.
Asimismo, a lo largo de la novela se pueden reconocer las distintas acciones racistas hacia los negros y algunos prejuicios que prevalecían hacia ellos, pero también todo el espectro de vividores, proxenetas, psicópatas y estafadores que conviven a diario con personas que eventualmente serán sus víctimas. Esto es lo que permite que la obra adquiera tesituras reveladoras y sorprendentes, pues éstas llegan en cuanto esperábamos un poco más de acción. Este mundo es de personajes grises con vidas ruinosas de las cuales buscan escapar o al menos sobrevivir, ya sea que hayan llegado ahí por mera coincidencia o por el curso natural de su desafortunada vida.
La historia final de este western (el cual no estoy segura de llamarlo como tal, pues ocurre en el Este) se da en Meade, en tugurios como el Establo de las Putas y el único bar a la redonda conocido como Blind Owl. De hecho, parece muy adecuado que la recta última de esta convergencia entre historias tenga que suceder en un lugar tan corroído como esta ciudad, pues enfatiza aquellas cualidades de las que “carecen” los personajes desde su nacimiento.
Y digo lo anterior entre comillas porque es difícil precisar quiénes son «los malos» y «los buenos». Porque como bien lo menciona Pollock en una entrevista: “No escribo cuentos de hadas. Seamos realistas: aunque la mayoría de las personas suelen ser amables y cariñosas, unas cuantas son malas”.
Y esto es El banquete celestial: una novela avasalladora, cómica a ratos, que deja claro que la bondad es posible en personas y sitios donde no hubiéramos pensado encontrarla, como en asesinos o prostíbulos; mientras que la maldad se esconde bajo máscaras de buenas intenciones y galantería, en personas comunes y corrientes con quienes convivimos todos los días.